Al bajar por la escalera imperial, en uno de los sillones de estar, estaba tía Iselda dando mantenimiento a su sable. Al acercarme, me invitó a tomar asiento.
― ¿Y bien? ¿Cómo planeas llevar a Livertius al poder?
―Ahora que caigo en cuenta, ¿Livertius? Pero se llama Ottagunda.
― ¡No me la hagas! ―se ríe un poco y se pone seria al instante siguiente.
―La verdad, no lo sé.
― ¿Entonces? No puede ser ―cruzo mis brazos y me recargo en el respaldo del sillón, molesto por lo que tía Iselda acaba de decir.
―Nuestra posición es difícil.
―Al menos puedes explicarme la política de aquí abajo. Necesito saber... Bueno, no sé qué Jin había comentado que era el líder de... ¿trece familias?
―Ah, eso. Existen tres huestes bajo el yugo del rey de las sombras. De la que hablas es la de la hueste Dannatti, bajo el poder de la familia Jin. Luego está la hueste Ppatey bajo la familia Cazasev, señores de cuatro familias. Y por último la hueste Manuchehri, bajo los Gorban, señores de siete familias. Actualmente, todos están bajo malos términos y puede haber una guerra civil aquí abajo, que puede afectar a la superficie.
― ¿Eso es todo? No me dice mucho. ¿Hay algún neutral? ¿Alguien que juró acérrima lealtad al rey?
―Veamos... Estaban tres de la hueste de los Gorban y uno de Jin. Pero fueron ejecutados.
―Ejecución... Los Elteri somos inmortales, ¿cómo nos pueden ejecutar? ¿Es eso posible?
―Sí, lo es. Aunque es un poco...
―Solo dime.
―Bueno. Existe una daga que es capaz de capturar la esencia de cualquier ser vivo. ¿Cómo decirlo? Captura tu alma y solo queda un cuerpo que se pudrirá. Es así de sencillo.
―Entonces, aunque seamos inmortales, pueden capturar nuestras almas ―un momento, acabo de tener una idea―. ¿Y qué tal si nos aliamos con los humanos?
―Estás loco, los Elteri los controlan.
―Sí, pero en la guerra civil estarán tan ocupados que tal vez no presten total atención a nuestros movimientos.
―Ah, pero que listo eres, Winnie. Qué buen chico.
―Eso no me halaga. ¿Y bien, crees que es factible?
―No lo sé, necesitamos un plan de acción. No es tan simple en ir y decir. Tenemos que pensar minuciosamente nuestras acciones.
―A todo esto, ¿qué diferencias hay entre Elteri y la raza humana?
―Solo la inmortalidad y vitalidad. ¿No lo notaste? Pudiste alcanzarnos cuando huimos de la escuela. De ahí en fuera, no hay súper fuerza ni nada por el estilo. Pero el mayor problema serán los Umari. Ellos están bajo órdenes de los Elteri y pueden enviar entre sus filas a los quirópteros.
―Solo creo que es necesario incentivar la guerra civil aquí abajo para que allá arriba tengamos bandera blanca para actuar.
―Entiendo. ¿Pero qué plan tienes?
―No lo sé. No conozco mucho de aquí abajo. Solo sé que debo acudir con el tío Navarrete para que organice una junta con la UDA para que así nos preparemos ante un posible asalto con los quirópteros. Es muy probable que los envíen una vez se descubra su existencia. Pero me pondré muy nervioso al estar frente a los jefes de distrito, otra vez.
Tía Iselda se detuvo y miro hacia las escaleras, detrás de mí. Al voltear, contemplo una figura delgada, pálida ahora que veo de cerca, con un vestido blanco.
―Continúen con lo suyo.
―No podemos ―digo embelesado por su apariencia―, necesitamos que estés con nosotros.
― ¿Por qué?
―Porque sí.
―No estoy de humor.
―Te creo ―de alguna forma la compadezco.
―Esa mirada de pena tuya no me gusta, Edwin.
―Entonces discúlpame. En serio, debes ayudarnos a idear un plan para nosotros y te dejaré en paz por hoy.
Liv solo suspira, camina hacia un sillón a mi derecha, frente a una mesita de roble intrincado y se sienta. El ambiente se puso ligeramente tenso ante nuestro silencio.
― ¿Y bien, cuál es su plan?
―Incentivar la guerra civil e ir al mundo humano para pedir apoyo. Tal vez acepten una vez se enteren de la situación aquí abajo ―ella no luce complacida―. Bueno, tú qué opinas ―digo arrastrando mi voz.
―Nada. Es solo que... No sé ―suspira―. ¿Cómo piensas incentivar la guerra?
―Ese es mi problema. Hay que encontrar una forma en la que ellos no se unan. Quiero decir. No podemos hacer que la revolución sea en tu nombre porque eso unificaría a las tres huestes, ¿no?
―Tienes razón, Winnie. Espera, ¿revolución?
―Sí, así cada hueste enfrentará tres frentes. Posiblemente se aliarán. Pero el que gane es al que se le impondrá poder por sobre otros, por lo que acciones tras bambalinas son factibles.
―Entiendo, entiendo. Qué problema.
Liv solo se levantó del sillón en el que antes se había sentado― ¿Por qué no simplemente asumes el poder? Ya no quiero tener nada que ver en esto. He leído un poco de obras humanas y la idea de una democracia no debe estar tan mal, ¿no creen?
―Emme, no va a funcionar, de hecho, va a ser peor. Es mejor que tú te hagas cargo de lo que tu padre sostuvo, heredado de sus antepasados ―Liv se quedó callada por un rato.
― ¿Dónde está la cocina? Tengo hambre y sed.
―Tienes razón, yo también tengo. Volveré en un rato.
Solo quedamos Liv y yo. Ella sobaba su codo tratando de evadir mi mirada. ¿Por qué será?
―Livertius, ¿puedo hacer algo por ti?
Ella, titubeante, se acerca a mí. Me rodea con sus brazos y en un susurro me implora no moverme. Acaricio su cabeza. Estuvimos así por un buen rato hasta que Liv se separó. Corrió sus dedos por sus pómulos y se sentó en el sillón. Al instante, tía Iselda aparece con una charola con dos transfusiones de sangre, cubiertas con hielos.
―No me digas...
―Sí, Winnie, debes de tomar tu correcta porción de sangre para crecer sano y fuerte.
―Ahh ―tomé uno de las transfusiones, la abrí y la bebí. No sabe tan mal como creía.
―Por supuesto que no sabría mal, Edwin ―sorbe un poco más de su transfusión con una clase extraña de popote―. ¿Acaso eres una bestia como para beberla directamente?
―Eh.
― ¿Cómo podemos alzar una revolución sin que las huestes se unifiquen? Winnie, piensa.
―Tía Iselda... ¡También ayuda!
Liv ríe un poco, cubriéndose su boca con su mano. Esto va a ser duro. Me recargo más en el sillón, mirando el techo. Tal vez necesite despejarme.
― ¿Puedo pedir otra transfusión?
―No, hay que hacerlo rendir, Winnie.
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Nacido en las Sombras
FantasyCaminando entre callejones, en la meditabunda noche de Altar, Edwin Garret, un ex boxeador, se encuentra a dos figuras, una hiriendo a la otra. Debido a este incidente, se verá involucrado en una disputa política de una raza al estilo de los vampir...