Un joven llamado Izuku Midoriya en un mundo donde tendrá que aprender a blandir su espada, convirtiéndose en un asesino de demonios único gracias a su don.
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El sol comenzaba a salir por la mañana, aunque lo único que se podía apreciar era nieve cayendo del cielo o incluso viajando por el aire. Sobre todo en una gran montaña donde habitaban algunas personas.
Entre las personas que habitaban se encontraba un señor quien vivía solo, había perdido a su familia a causa de los demonios de los que tanto se llegaban a rumorear. Pero no era el único, muchas personas más habían llegado a perder familia a causa de eso.
El nombre del señor era Itsuka Raku, no era muy conocido el señor entre la gente del puedo que se encontraba al bajar la montaña, pero por la gente que habitaba en la montaña era conocido gracias a qué era vendedor de distintos tipos de plantas o hierbas medicinales y de otros tipos especiales que mantenía guardados.
Al estar en plena época donde la nieve abundaba y el frío era muy notorio, por obvias razones necesitaba leña para pasar la noche sin frío. Pero para su mala fortuna se le había terminado.
Al salir a una zona donde ya había pedazos de leña cortada no muy lejos de su cabaña se encontró con algo más extraño. Había un pequeño rastro de sangre que dirigía atrás de un gran árbol, la sangre era muy notoria y brillaba a causa de la blanca nieve que rodeaba todo.
El señor Itsuka con hacha en mano se acercó cautelosamente con un poco de temor al pensar que se pudiera tratar de un demonio, pero lo que encontró fue un pequeño niño hundiéndose entre la nieve. El niño tenía heridas por todo el cuerpo y su ropa muy malograda, sin embargo, lo que más destacaba era que alrededor de su cabeza había sangre escurriendo por su llamativo cabello verde.
El señor sin pensarlo arrojó el hacha al suelo hundiéndose entre la nieve y cargar al niño con cuidado para llevarlo rápido a la cabaña. Con las hierbas que tenía pudo crear métodos que le ayudarían a no morir. Una vez paradas las hemorragias lo cambio de ropa como pudo para taparlo con una manta y prender la poca leña que le quedaba.
