Fin del juego

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Si había algo que me gustaba hacer, además de cocinar, era disfrutar de una buena comida junto a un buen vino, pero estaba tan agotado que apenas tenía energía para masticar... y eso que sólo iba medio día. Amaba mi negocio, pero la parte de discutir precios, ofertas y reclamos con los proveedores... era agotadora.

—¿Todavía te duele la cabeza?

Miré a Eriol de lado y asentí con lentitud.

—Las discusiones fueron muy intensas —dijo Takeshi—. En especial con el distribuidor de las frutas.

—Quizás para algunos de sus clientes el aspecto que tengan las frutas no es importante, pero para mí sí lo es —dije, frunciendo mi ceño.

Nuestra pastelería brindaba postres de calidad, por eso los ingredientes debían ser de primera. ¿Era tan difícil de entender? Maldición, lo único que me quedó después de tanto debatirle a ese condenado sujeto, fue una jodida migraña que me estaba matando. Presioné mis sienes y comencé a darme masajes circulares para tratar de disminuir la intensidad, aunque sabía que era en vano. Lo único que podría calmar esta tortura era una buena siesta...

—Cálmate o el dolor empeorará —dijo Eriol, palmeando mi hombro—. Lo bueno fue que logramos llegar a un acuerdo, aunque sería conveniente buscar un nuevo proveedor que sí cumpla con nuestros estándares.

—Hay unos sembradíos a un par de horas... Podemos visitarlos y constatar la calidad de las frutas que ofrecen —propuse, continuando con el masaje.

—Y solo dejaríamos las frutas importadas en manos de los distribuidores —dijo Eriol, rascando su mentón—. Me parece buena idea y como apenas es lunes, podemos planificar un pequeño viaje para este fin de semana.

—¡Paso! Este fin de semana voy a salir con mi familia —dijo Takeshi.

—Entonces... ¡seremos tú y yo, cariño!

—Ya cierra la boca, Eriol.

—Ya, ya, niños. Dejen de discutir o tendré que reprenderlos —intervino Takeshi... Tratando de actuar como nuestra voz de la conciencia, aunque estaba cansado de decirle que el papel no le quedaba—. Por cierto, ¿estás preparado para la reunión de mañana?

Bueno... ¿Preparado, preparado? No lo estaba, pero no me quedaba de otra más que rogar a los cielos para que Sakura no estuviera allí... y que Misato Kadoi fuera una mujer piadosa para que entendiera mi situación, aunque lo dudaba mucho.

—No exactamente, pero no puedo darme el lujo de faltar —dije, jugando con mi comida.

—Tú solo déjame hablar a mí.

—Takeshi... tus cuentos no funcionaran con una mujer como esa... Se nota que es demasiado perspicaz.

Resoplé y enfoqué mi vista en el plato frente a mí. Estaba en un jodido dilema, pero iba a tener que afrontarlo... aunque eso me llevara a lucir como un idiota frente a Sakura si ella estaba presente.

Soltando un suspiro, me llevé un trozo de carne a la boca, estaba jugosa y deliciosa como a mí me gustaba y los vegetales al vapor estaban buenos, pero con tanto estrés... hasta el hambre se me había ido. Al final, terminé dejando un poco menos de la mitad porque no quería terminar también con el estómago revuelto por obligarme a comer... y lo peor era que todavía faltaban proveedores que visitar.

Al salir al exterior después de pagar nuestra cuenta, inmediatamente tuve que cubrir mis ojos con el dorso de mi mano para protegerme del brillo despiadado del sol, enseguida sentí un pinchazo en la sien. El día estaba particularmente cálido y despejado, se notaba que el verano estaba a la vuelta de la esquina lo cual no era bueno para mí... ¡porque todavía seguía odiando el jodido calor! Diablos, esa sensación de estar pegajoso por el sudor era... desagradable ¡Y a eso había que sumarle la sensación de sofoco! No, gracias. Prefería mil veces el frío.

Musa de chocolate y cerezasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora