Deudas

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Respiraba agitado, miraba al enmascarado. Widches sentía que el corazón se le saldría por la boca.

—Deja de bromear, pendejo— dijo mientras intentaba quitar la máscara. El otro lo impidió.
—Voy a ser más claro— señaló el enmascarado mientras paseaba la navaja frente a los ojos de Wid, quien no lograba identificar la voz—. Puedes simplemente devolver la maldita hierba y no sucederá nada.

Widches era un consumidor habitual de marihuana (por no decir que era un adicto) y recientemente había adquirido una cantidad considerable. Pero estaba escaso de dinero, su padre le había quitado la mitad de sus ingresos desde que lo descubrieron fumando en su habitación con Ram y Orlando. Así que no podía pagarla, tampoco devolverla porque ya la había fumado.

Un coche pasó rápidamente haciendo sonar su ruidoso motor. Ambos chicos voltearon, momento que Wid aprovechó para escapar. El Michael misterioso fue trás el. Widches corrió en dirección a su casa, pero temiendo que supiera donde vivía, decidió cruzar hacia el otro lado de la calle entrando al parque ecológico de la ciudad, probablemente pensó que sería fácil esconderse entre los árboles.

Corrió por los senderos casi borrosos, las piedras sonaban con cada paso. Sin duda alguna cualquiera con buen oído podría saber dónde estaba. Salió del sendero y se interno más allá de la zona de árboles frutales. Las hojas emitían un sonido similar a las piedras, estaban tiradas por todas partes.

Se detuvo porque su agitado corazón no podía más. Y decidió trepar a un árbol, trataría de llegar lo más alto posible. Escondió su mochila entre la naturaleza muerta del suelo y después hizo un primer intento por trepar el tronco pelón. Quiso pensar en otra opción pero un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando escucho unos pasos apresurados que repetían la misma tonada que el corriendo por el sendero borroso.

—¡Maldita sea!— exclamó en voz baja.

Subió una vez más, su mano izquierda se resbaló haciendo que un gran pedazo de corteza se introdujera en su pierna izquierda. Se quejó por el dolor pero siguió trepando. Cada vez un poco más arriba, hasta llegar al pobre follaje que cubre a los árboles en el otoño. Volvió a resbalar raspando su mano derecha con una rama. Pero la adrenalina de ser perseguido le impedía sentir dolor.

Llegó a una gran rama gruesa y se envolvió las hojas a su alrededor, eran pequeñas pero servían para cubrir gran parte de su cuerpo. De pronto el dolor de la pierna volvió y al mirarla se topó con el desagradable pedazo de corteza que se alojaba en su pierna. Incluso rasgó su pantalón. Intento quitarla pero se quejó.

Al mismo tiempo los pasos se hacían cada vez más fuertes, Widches no se atrevía a mirar hacia abajo, el simple crujir de las hojas y ramas lo hacía estremecerse.

—Vamos, Wid— grito el Michael—. Olvidemos esto y regresa la maldita marihuana, hijo de perra.

Widches cubrió su boca. Al hacer el movimiento tiró una pequeña rama. Pero el enmascarado no aparecía haberlo notado.

—Te diré que, imbécil— habló el Michael— tienes 10 minutos para aparecer. O si no tendré que suponer que no tienes lo que busco y ya sabes lo que significa. Tendrás que pagar.

Widches intento no concentrarse en el dolor que provenía de su pierna mientras hacía un enorme esfuerzo para mantener el equilibrio y no caer de la rama.

"Por favor Dios, has que se vaya" pidió en su mente.

Pero al parecer Dios quería darle un escarmiento por que la rama comenzó a crujir.

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Mientras tanto en otro sitio alejado del bosque.

—¿Fuiste tu?— pregunto Tristán.
—Claro que no wey— respondió Mane.

Estaban en casa de los Nep, la familia de Tristán. La curiosidad del chico le podía mucho. No había dejado de cuestionarse quienes eran los Myers gays del grupo. Mane comenzaba a tener sus dudas sobre él.

—No entiendo por qué me preguntas tanto, ahí tienes a Antares, podrías preguntarle— sugirió Mane.

Antares entró a la habitación de Tristán, probablemente venía del baño.

—Ni madres, cabron— expresó tras su boba sonrisa—. Si aquí hay un maricon de clóset, definitivamente ese no soy yo.

Mane comenzó a reír.

—Yo pienso que fue Orlando— sugirió Antares.
—¿Neta?— respondió Mane—. Estas hablando del wey homofóbico que atacó a todos hace rato.
—Por eso, wey. Lo digo por eso. ¿Que no sabes que la mayoría de los homofóbicos son sólo gays reprimidos?
—No metas tanto las manos al fuego— intervino Tristán, que buscaba cosas en su laptop—. Yo pienso más que fue Estra.

Mane lo miró sorprendido. Antares aceptó con la mirada.

—Pero el me parece muy normal— admitió Mane.
—Define "normal"— dijo Antares bromeando—. Ser gay no tiene nada de raro.
—Bueno, ya sabes, masculino. Pero...— miró a Tristán— ¿por que lo piensas, wey?
—Probablemente ya lo tenían planeado, el decidió que usaríamos ese disfraz, sabía que si alguien los atrapaba en el acto podrían acusar a cualquiera de nosotros.

Mane sintió que tenía mucha lógica.

—Y entonces ¿quien sería el otro?— preguntó.

Los tres se miraron sin decir nada. Luego Tristán habló.

—Quiza Ram.
Mane lo miró incrédulo.
—Lo dudo— respondió—. Lo he visto sumamente fuera de sí pero nunca ha hecho un comentario al respecto.

Antares volvió a reír.

—Quiza el otro eres tú, Mane y obviamente no nos lo vas a decir— señaló.
—Recuerdo que en tu fiesta, Mane—decia Tristán entre carcajadas— este wey comenzó a levantar sospechas.

Tristán noto que la expresión de Antares cambio. Y no era para menos.

Hace unos meses Mane habia celebrado su cumpleaños con una gran fiesta. Antares estaba tan ilusionado con una "chica" que no dejaba de mirarlo. Mane decidió presentarsela aún sabiendo que en realidad era un travesti. El resto de los chicos lo supo. Mane decidió grabar la expresión en el rostro de Antares cuando se diera cuenta. Y así sucedió. El vídeo rondó por el teléfono de los amigos hasta llegar a la entonces novia de Ant. Quien lo terminó por serle infiel. Desde entonces la situación estuvo tensa hasta que Mane borró el vídeo y le pidió disculpas. Sin embargo los chicos seguían haciendo burla de la situación.

—Vayanse a la verga, pendejos— dijo Antares mientras salía de la habitación.
—Ya, wey. Era broma— calmaba Mane.

Antares se volteó y lo empujó hacia la pared.

—¿Lo es? Pues tus malditas bromas me tienen hasta la madre— dijo irritado—. Me he aguantado porque no quiero problemas. Pero me están cansando.
—Wey, ¿que pedo?— intervino Tristán—. Está bien si tienes algo que decir, pero yo fui el que lo dijo, no Mane. Molestate conmigo.

Antares respiro profundo y tomó su mochila.

—Me largo, envienme lo que tengo que hacer para ese maldito proyecto.

Y salió de la casa.

—Dejalo, wey. Se le pasará— Tristán volvió a la computadora—. ¿Podrías pasarme mi cuaderno por fa?— pidió.

Mane, quien intentaba ignorar lo que había pasado, tomó la mochila al revés dejando caer las cosas de Tristán. Donde destacaba un sobre rojo.

—¿Que es esto?— preguntó Mane mientras se la mostraba.
—Mmm que raro— dijo Tristán que comenzó a abrirlo—. No lo había visto.

Dentro había una nota. Todas las i tenían un corazón en lugar del puntito.

"Querido idiota. ¿Podrías darte por vencido de una maldita vez?
O quieres que te quite de mi camino a la fuerza? Tu decides, guapo."

Ambos se miraron. Mane ya había tenido esa sensación antes. Realmente presentía que algo malo les estaba por suceder a el y a sus amigos.

Motivos SiniestrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora