Obsequio

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Al mirar su reloj eran las 2:26 am del primero de Noviembre. Mane seguía sin tener control sobre si. No sólo por lo mucho que había bebido, sino por las cosas que habían sucedido en los últimos minutos. Tuvo que llamar a sus padres para que fueran a recogerlo junto con Estra que se quedaría en su casa esa noche. El resto de los chicos tomaron su propio camino.

Durante el viaje no dijo mucho, su padre estaba realmente cansado de tener que recogerlo a altas horas de la madrugada, como si no tuviera nada mejor que hacer. Pero seguía siendo su hijo.

Al llegar, bajaron del auto y entraron a la casa. El señor Tier se fue a dormir pronto. Mane y Estra decidieron comer algo antes de irse a la cama.

—¿Que carajos pasó?— dijo Estra de pronto.
—Shhh— pidió Mane—. No levantes la voz, mis papás están dormidos.
—Lo siento.
—Estuvo loquisimo, wey.
—Yo recuerdo que estaba platicando con Verona, la bella... bella Verona Ulwich.
—¿la del grupo de baile? Por Dios Estra, es horrendamente obesa.
—El día que dejes de juzgar a una mujer por su físico, ese día amigo mío, serás un verdadero hombre.
—O un ciego.
—No hay que menospreciar a un ciego, ellos son capaces de ver en las personas algo más allá de su físico. Irónico, pero cierto.

Mane sirvió unos sándwiches y comenzaron a comer.

—¿Viste como inicio la pelea?— preguntó Mane.
—No exactamente. El chico vestido de zombie de pronto se lanzó sobre el otro wey. Pensé que probablemente era Widches u Orlando. Ya sabes, por idiotas. ¿Quien era? ¿tu?
—No —respondió mientras mordía el panecillo—. Y no era ninguno de los chicos, era otro wey. Ni idea de quién fuera.
—Probablemente había más tipos con este disfraz.
—Si— concedió mirando a la nada. Luego se giró de nuevo a Estra—. ¿y sobre lo que le paso?
—¿Que cosa?
—El zombie tenía unas tijeras enterradas en el pecho.
—Un buen disfraz, supongo.
—Estoy seguro que estaba herido de verdad.
—Esas cosas pasan en las peleas.
—¿Sabes que me sorprende más?
—Se me ocurren varias cosas, como el motivo por el que le pones mostaza a los sándwiches.
—¿Que? Wey, eso es muy normal.
—Pues a mi no me agrada.
Mane puso los ojos hacia arriba.
—Como sea. Me sorprendió la actitud de Orlando.
—Concuerdo, eso de abandonarnos ahí no me agradó para nada.
—¿Por que habrá estado tan molesto?
—Mmm quizá Pame lo mordió mientras se la chupaba.
—No seas asqueroso.
—Jaja, el wey debió de haber visto algo que no le gustó y ya. Sabes bien como es.

Mane acepto con la cabeza. Estaban en silencio terminando de cenar cuando un golpe se escuchó en el pasillo. Ambos se giraron. Mane se puso de pie y fue a ver. Lo último que quería era que su padre se despertara furioso.

La luz de la cocina no alcanzaba a iluminar el largo pasillo que conectaba con las escaleras. Pero él estaba ligeramente borracho asi que quiso averiguar de dónde provenía el sonido. Estra fue con el. Para evitar encender la luz, se apoyó con la linterna de su celular. La débil iluminación no ayudaba del todo.

Siguieron caminando a paso lento, Estra miraba hacia atrás.

—Debió ser el gato.
—No tengo gatos, wey. Mi mamá los odia.
—¿El perro?
—Duerme con mis padres.

Conforme se acercaban a la escalera, Mane se sentía cada vez más intimidado. No lograba ver nada extraño. De pronto un sonido se escuchó tras ellos.

—¿Que vergas fue eso?— preguntó Estra mientras apretaba el brazo de Mane.
—Sueltame, wey. Me estás lastimando.
—Perdon.
—No sé que sea, vino del patio.— Mane caminó rápidamente hacia la puerta trasera y al intentar abrirla, Estra lo interrumpió.
—Wey, no la abras. Seguro es un ladrón.
—No digas tonterías, la alarma hubiera sonado.
—Peor aún... Un fantasma.

Mane no dijo nada y abrió de golpe. Mientras Estra se cubría los ojos.

No había nada, apuntó la linterna a muchas direcciones para intentar ver algo. Quizá el gato del vecino.

Estra salió para hacerle compañía y más relajado se dispuso a sonreír.

—Te dije que no era nada.
—Estuvo intenso, wey. Que tal si...

El discurso de Estra se vio interrumpido cuando una piedra calló cerca de ellos. El chico pegó un pequeño grito.

La roca tenía algo sobre ella. Mane la tomó. Dentro de una hoja de papel estaba una pequeña navaja. Ambos se miraron. El papel tenía algo escrito.

"Que te parece si aprendes a usarla, maricon. Quizá te sirva porque te haré la vida imposible. ¿Te acuerdas de mí?"

Mane tragó saliva. Y por un momento sintió que se iba a mojar sus pantalones. De pronto se escuchó como se encendía el motor de un auto en la calle trasera. El cual comenzó a alejarse.

—Volvamos a dentro— pidió Estra.
—Si. Olvidemonos de esto... p-p-por ahora.

Subieron a la habitación de Mane y se metieron en la cama. Ninguno se atrevía a decir nada. Por primera vez en su vida, Manefer agradeció tener compañía en su habitación.

Después de tener una pesadilla se quedó profundamente dormido.

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