Eché un vistazo al resto de las páginas, todas del mismo tono beige amarillento y oscuro. Lo único que las diferenciaba era que el resto no estaban escritas.
-¿todo bien? -el eco de la voz de Alex se oyó en toda la planta.
Planteé unos instantes la posibilidad de enseñarle aquel pequeño cuaderno, y mostrar la línea cuidadósamente escrita, pero decidí hacer de eso mi pequeño misterio que resolver yo sola.
¿de quien era? ¿por qué escribió esa frase? Y lo mas extraño de todo... ¿realmente estaba dirigida a mi?
volví a nuestra mesa, hojeando uno de los cuadernos de Alex. los márgenes estaban pintarrajeados, y la letra era a penas comprensible.
-¿había alguien? -preguntó con la cabeza entre las hojas del libro de historia.
rápidamente traté de improvisar una respuesta coherente.
-creo que el dueño de este sitio se pasó a dejar libros en alguna de las primeras estanterías y no le vimos.
Alex me mantuvo un rato la mirada, y con una mueca, volvió a enfrascarse en su lectura.
-estos imbéciles debían morir de una forma horrible después de lo que le hicieron el pueblo.
-¿de qué hablas?
-la nobleza... y en especial los reyes, ¡eran unos ignorantes! por suerte les pusieron los pies en la tierra con la revolución.
al comprender a lo que se refería reí en silencio unos segundos.
-esos imbéciles de los que hablas sí que murieron de forma horrible. Guillotinados. El rey de los primeros. y su cabeza fue paseada en un palo por París.
-ah... a eso no he llegado.
-ya veo. -reí.