20 AÑOS DE TU VIDA

Un motivo para quedarme

La nieve cayó por su torso del lado izquierdo y masculló un quejido por el ardor que le provocaba al deslizarse en su blanca piel.
Akihiko después de tanto tiempo sentía el llamado dolor corporal y la extraña sensación de sudar en frío era fastidiosa. Nunca creyó que él, siendo inmortal, padecería de este tipo de situaciones, cosas que a diario se enfrentaban los seres humanos como lo era una nevada, le estaban haciendo la vida de cuadritos.
Este era el último año y el primero en nevar en aquella zona casi deshabitada, Danna Sama sin duda quería que experimentara cualquier estrago del cambio climático del primer plano así como las dificultades propias de la raza humana.
El ángel miró la aurora en el cielo, la prueba de que Miyagi seguía cuidándole con sus poderes y que le imposibilitaba usar los suyos
Akihiko tuvo que aprender a vivir como humano en todos los sentidos, incluso él saber seleccionar sus alimentos y probar la poca vegetación, frutas y demas, fue molesto. Nunca mató a un animal pero si llegó alimentarse de algo que hubiesen dejado los predadores y fue asqueroso para él que solo se alimentaba de energía. No había duda que entre la teoría de conocer el mundo humano y la práctica,había mucha diferencia.

Suspiró un poco agitado. El ángel de cabello plateado por fin había terminado de quitar la capa de nieve del techo de la fría casa donde vivía y que él mismo construyó. La nieve causaba varias goteras y eso ya le tenía fastidiado por igual.
Desplegó sus alas las cuales habían crecido, pero en estos momentos eran solo adorno, un bello adorno y recordatorio de su vida de años pasados.
Sintió un líquido recorrerle el brazo y con mucho asombro descubrió que era sangre lo que emanaba, tal vez al subir al techo se cortó y por estar más concentrado en cómo la nieve le quemaba el pecho no lo sintió.

La sangre cayó al suelo, era roja, un tono muy intenso, una tras otra las gotas se esparcieron, sus ojos se abrieron enorme al recordar como tantas veces, la sangre del último humano que vió, del pequeño humano que con un gesto de amor le enseñó el motivo de la vida para ellos.

~Misaki~

Recordaba su toque, sus palabras, su voz y lo que más hacían eco en su corazón, era su rostro y sus ojos. Aquella vez del accidente no dudó en salvarle la vida. Akihiko miró ese cuerpo maltrecho en el auto y lo supo, Misaki debía vivir muchos años, no le importó verse como un egoísta por solo ayudarle a él y dejar a los padres siendo arrastrados por su cruel destino.

Su corazón volvió a estremecerse como siempre, el recuerdo del niño moribundo y sus orbes verdes viéndole con sorpresa era lo que le mantenía a flote en su exilio. Saber que Misaki pudo vivir con su hermano, le hacía sentirse un poco tranquilo, mantenía su corazón latiendo a pesar de no poder  estar a su lado.

Akihiko miró su brazo, la sangre se había detenido, tal vez quedaría cicatriz y se sumaría a las otras marcas producto de todos estos años siendo casi mortal. No lo lamentaba, porque como lo dijo a su padre Fuyuhiko y Danna Sama: asumiría las consecuencias. Lo que lastimaba su corazón era no poder ver a Misaki.
Su querido Misaki.

—¡No! ¡No le hagan esto a Usagi san! ¡Detente!

Aún con suplicas el castaño miró como un ángel con rostro oculto sacaba una oz y de un corte limpio hacía que las alas de su salvador cayeran por el suelo de cristal, la sangre casi negra descendía por su pulcra espalda causando que el ángel de alas negras se impactará por el frente y su boca escupiera más sangre todavía
—¡No.. no lo lastimen, él no tiene la culpa!

Misaki pudo correr hasta donde de se encontraba el ángel y cuando estuvo a punto de tocarlo, desapareció...

—¡¡Usagi san!!
El castaño despertó sudando y con su brazo alzado apuntando al techo, su corazón latía apresurado, las lágrimas se hicieron presentes como cada vez que tenía ese horrible sueño.
Respiraba de forma violenta y no pudo hacer más que cubrir su rostro mientras se sentaba por el colchón y de forma torpe colocaba sus pantuflas.