19. Infidelity

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Estabas yendo en el bus como de costumbre, pero en lugar de ir a la Universidad, estabas yendo a la casa de Chan. Hace poco habías regresado de tu país, pero lo engañaste, diciéndole que llegarías mañana, y no hoy, entonces sería una sorpresa que en tu cabeza sería muy linda.

Llegaste a la parada de la calle de Chan y bajaste del bus. Caminaste media cuadra y llegaste a su casa, como no querías entrar por la entrada principal (ya que sería muy obvio) entrarías por la puerta trasera y lo asustarías; y eso no representaba un problema, ya que sabías que guardaba una llave de repuesto debajo de la maceta al costado de la puerta.

Rebuscaste y diste con la llave, procurando hacer el menor ruido posible, abriste la puerta, entraste, metiste tu maleta y la volviste a cerrar. Caminabas de puntitas por el pasillo, y revisabas en cada una de las habitaciones.

Te asustaste al escucharlo gritar algo fuerte. Caminaste más rápido hacia su habitación y volviste a escuchar su voz, pero, parecía más bien un... Gemido.

No... Me estaré confundiendo... pensaste.

Ya no te importaba la sorpresa, sólo querías saber el por qué de esos gemidos. Finalmente te paraste frente a su puerta, y pusiste tu mano en el picaporte, dudando entre si era correcto abrir o no.

Y si... ¿Está con alguien?

Esta vez escuchaste el gemido de una mujer, y como si la furia se hubiera apoderado de tu cuerpo, abriste la puerta de golpe, encontrándote con la peor escena que jamás imaginaste. Chan estaba en su cama, acostado, y sobre él, una chica, teniendo sexo con él.

-Chan, qué... -susurraste y tapaste tu boca con tus manos al empezar a sollozar, las lágrimas salían sin control alguno, y tu pecho dolía como nunca.

-¿¡T/N!? -Chan al instante le gritó a la chica desconocida que se fuera, ella, atemorizada, se vistió lo más rápido que pudo y salió corriendo del lugar. Se notaba lo avergonzada que estaba.

Chan se pone su ropa interior y unos shorts, y se acerca a ti algo temerozo. Tú temblabas, abrazabas tus piernas y sollozabas en medio de ellas.

-Cómo pudiste... -dijiste en voz baja.

-¿Qué...?

-¡Que cómo pudiste hacerme esto! -gritaste y por fin lo miraste a los ojos.

Chan se veía asustado, no sabía muy bien cómo reaccionar ante esa situación, y sus ojos empezaron a cristalizarse también, con intenciones de llorar.

-Deja de llorar, si tú lloras, yo también...

-¡Respóndeme de una maldita vez! ¿¡Cómo pudiste hacerme esto!? ¿¡Es que no soy lo suficiente para ti!? -Tu voz estaba quebrada, ya te dolían los ojos y te dificultaba respirar.

-No es eso... -dice, y pasa su mano por su nuca.

-¿Entonces qué...? -respondiste en un hilo de voz.

Él permanecía callado, ni siquiera podía mirarte directo a los ojos. Sus actos sólo demostraban una cosa: vergüenza. Estaba demasiado avergonzado y apenado como para siquiera mirarte.

-No puedo creerlo -dijiste de forma irónica y te levantaste, fuiste por tu maleta y caminaste muy rápido para salir lo más rápido posible de la casa.

Saliste esta vez por la puerta principal. Cada paso parecía más débil que el anterior, temblabas hasta las entrañas y todavía no dejabas de llorar.

-¡T/N! ¡Por favor, no me dejes! -escuchas a Chan, pero lo ignoras-. T/N -logra alcanzarte y te toma de la muñeca, y giras a verlo- T/N...

-¡No me vuelvas a tocar maldito infeliz! -dijiste firme y amenazador, y al momento retiraste tu mano de su agarre-. No quiero saber más de ti, ¿de acuerdo? ¡No me busques, aléjate de mi! ¡ME DAS ASCO! -esto último lo dijiste más fuerte que los demás, y sólo eso bastó para dejar a Chan devastado.

Volviste a tu camino y sollozabas en silencio. Antes de girar en la esquina, ves de reojo a Chan de rodillas, en el suelo, llorando.

Chan estaba devastado. Tu ausencia le dañaba mucho, por lo que trató de buscar un "consuelo" o una "sustituta". Ese fue el mayor error que cometió en su vida, y definitivamente se lo recordaría todos los días, porque se sentía el más grandísimo imbécil, al dejar ir a la mujer perfecta ante sus ojos, tú.

 Ese fue el mayor error que cometió en su vida, y definitivamente se lo recordaría todos los días, porque se sentía el más grandísimo imbécil, al dejar ir a la mujer perfecta ante sus ojos, tú

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