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— ¡Jimin, para! —las carcajadas del rubio resonaban por doquier, pues estaba siendo atacado por el mencionado a base de cosquillas.

— ¡No, hasta que te disculpes, TaeTae! —sonrió malévolo al ver a su amigo retorciéndose por las cosquillas entre risas.

— ¡Te matan por manco, no es mi culpa! —se defendió como pudo entre carcajadas.

Llevaban toda la tarde jugando a videojuegos, en específico a Overwatch. Jimin, a pesar de que lo intentaba con todas sus ganas, no era demasiado bueno en aquel juego en el que su amigo se pasaba horas y horas, por lo que como de costumbre lo habían matado por vigésima cuarta vez en una tarde. Taehyung no se molestaba realmente pero le resultaba tan divertido el hecho de ver a su amigo haciendo berrinches.

— ¡Ahora sí que no te pienso soltar! —y las cosquillas se volvieron más insistentes, por lo que el menor mientras se resistía no podía evitar em estar llorando ya de la risa.

Hacía ocho años desde que se vieron por primera vez y desde entonces se habían vuelto inseparables: allá dónde fuera uno podías encontrar al otro. Se habían vuelto pilares indispensables e irremplazables el uno para el otro.

— Remonté, ¿ahora qué? —la sonrisa victoriosa del menor apareció en cuanto consiguió dar la vuelta a la situación, siendo él quien se encontraba sobre el mayor con sus brazos atrapados a cada lado de su cabeza.

Tenían algunos gustos muy diferentes, de aquello no había duda, incluso aspectos de sus personalidades eran totalmente opuestos entre sí. Sin embargo, se complementaban tan bien el uno con el otro, que todo aquello los hacía inseparables.

Mismo instituto, misma curso, misma clase, mismas tardes juntos...  Se podía decir que vivían todo juntos, y aquello los hacía felices, tanto al revoltoso y animado peliazul como al introvertido y serio rubio.

A pesar de todo, había una cosa con la que Taehyung no podía.

— ¡Suéltame, ah! ¡Es injusto, te aprovechas de que soy menos fuerte! ¡Algún día te haré la contra, Kim Taehyung! —las mejillas del joven de dieciocho años ardían por aquella postura, sin embargo, se trataba de su mejor amigo.

Una cosa con la que no podía lidiar.

— Uh... —cayó en la cuenta de algo, y entonces dejó de forcejear dando paso a una sonrisa divertida. Sin duda consiguió dejar extrañado al menor de los dos.

— ¿Qué? —la voz del rubio lo miraba expectante.

— Te quiero —pronunció casi en un susurro y una angelical sonrisa apareció en el rostro del peliazul.

Cada músculo del menor se tensó, sintiendo hasta sus propias mejillas acalorarse por aquellas dos palabras. Las mismas que le traían por el camino de la amargura.

Antes de que pudiera decir nada y por despistarse, Jimin acabó por escaparse puesto que era más pequeño y más ágil que su amigo.

— Que injusto eres —suspiró tendido en el suelo y mirando boca arriba, con sus brazos abiertos.

— ¿Por decir la verdad? —arqueó una ceja divertido.

— Agh, cállate —mencionó llevando una mano sobre sus ojos, con un revoltijo de sensaciones.

En efecto, aquellas eran las dos palabras con las que Taehyung no podía. Nunca había dicho "te quiero" a otra persona de forma casual, a las personas que llegó a dedicárselas era a sus abuelos cuando era un niño, y de aquello ya hacía algunos años. Por eso, conociendo a Jimin, se encontró con la horma de su zapato. El joven peliazul siempre se lo decía, no había día en el que no dijera aquellas dos palabras que traían al menor por el camino de la amargura, a veces incluso se lo decía más a su familia que el propio rubio. Aquello era de locos para el más alto.

¡Te quiero! | VMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora