2

668 73 65
                                    

Como siempre que las prácticas de baile daban comienzo, el semblante de Jimin cambiaba a uno colmado por la seriedad, viéndose así la definición personificada de concentración. Si algo era innegable, era que Park Jimin tenía un gran don para aquello que amaba y le esperaba una vida bastante exitosa gracias a ello. No había coreografía que al bailarín contemporáneo se le atragantase ni paso que no lograse, con esfuerzo y práctica, ejecutar más allá de la perfección. Muchos en el estudio, por ese mismo motivo, comenzaban a pensar que más que humano, se trataba de un robot, un robot con un gran sex appeal.

— Buena sesión, chicos, id a casa y no os enredéis —los aplausos de los sudados alumnos no tardaron en sonar tras las palabras del entrenador de tercera y cuarta hora.

Jimin suspiró aliviado, pensaba que aquel entrenamiento no acabaría nunca: las clases con aquel hombre lo convertían en puto agotamiento.

— Park, acércate un momento —a Jimin en aquellos momentos le resultó más apetecible ser tragado por la Tierra hasta derretirse en su núcleo. Sin embargo, ya se encontraba caminando tras él en dirección a su despacho, ¿qué era lo peor que podía pasar? — Tus resultados en el entrenamiento de hoy han sido extremadamente pobres —sí, quizás era eso era lo peor que podía pasar. Los músculos de Jimin se tensaron con palabras tan duras como aquellas para él—, ¿a caso no ves algo así? Esto es muy importante, no solo para ti, también para el estudio, fuiste seleccionado para los nacionales y parece que no te importe una mierda —se encontraba con los brazos cruzados, mirándolo con el ceño fruncido como si de la fuerza de aquello le fuera a explotar una arruga. Sin embargo, Jimin era absolutamente incapaz de levantar la mirada del suelo. — Renuncia si es lo que quieres, pero no nos hagas perder el tiempo, hay muchos bailarines ahí fuera que matarían por tu lugar y que tienen muchísimo más talento. Incluso nos harías un gran favor a todos si lo hicieras.

Jimin se empequeñeció tanto, que tan solo logró apretar sus puños mientras que un cúmulo de palabras se atragantaron en su garganta.

Tiene razón.

En aquellos momentos, tan siquiera pudo encontrar refugio en el recuerdo de las bonitas palabras de quienes siempre le rodeaban.

— Que descuidada, pensaba que entraba al despacho de un profesor, no al de Hitler —una voz femenina se adueñó con despreocupación del silencio que creó el peliazul una vez el entrenador terminó de hablar.

El joven reaccionó al poco, girando para acabar encontrándose con su mejor amiga con una sonrisa incierta, pues ella se veía torpe pero estaba seguro que estaba matando por darle un puñetazo a aquel viejo.

— No se olvide de su posición ni de con quién habla, señorita Solar, no deja de ser tan solo una artista invitada en esta academia.

— Espero que usted tampoco se olvide de la definición de coacción a un estudiante, señor Choi, no me gustaría tener que ser la última queja que le falta a la directora para que le echen de esta academia —las palabras de la rubia sonaron tan filosas con aquella dulce sonrisa que hasta a aquel viejo rancio acabaron cerrándole la boca con una clara impotencia. — ¡Jiminnie, vamos a casa anda!

El peliazul, antes de que pudiera decir nada, ya estaba siendo arrastrado al exterior de aquel lúgubre despacho que era digno de ser llamado "infierno" incluso.

— ¿No crees que te has pasado? —musitó Jimin mientras caminaba entre tirones de muñeca con un nudo en la garganta. — Yo... no he estado dando lo mejor de mí, los nacionales son muy importantes, no debo fallar esta oportunidad  —la rubia se detuvo en seco—, si sigo así el estudio se vería muy afectado, incluso podrían no cogerme en la universi–

¡Te quiero! | VMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora