Pétalos en el viento

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Su cuerpo estaba inconsciente, acomodado entre el césped dónde la hierba parecía cubrirla, mientras sus brazos estaban abiertos a ambos lados de su cuerpo, con la mordida profunda que su esposo le habia dado y que la había hecho viajar...

Porqué... Porque estaba pálida y fría, y los ojos temerosos de Kazuto temblaban observándola sin querer tocarla, porque su respiración era tan lenta que las grietas de su herido corazón parecían volverse a abrir...

—¿Asuna...?

Impacto junto a ella, sosteniendo su nuca y cintura para juntar sus frentes, permitiéndose llorar porque él mismo se había arrebatado lo que más amaba en el mundo, su misma sed por ella le había costado.

Demasiado caro.

La rosa que Asuna habia sostenido entre sus manos hacia unos minutos derramó sobre ella, sus delicados pétalos carmesí, mientras sus labios entreabiertos era envueltos por los de su esposo, en una suplica de que volviera...

—M-Me... Lastimas... Kazu...to

Alzo la vista, emocionado, mientras la mano de ella, se dirigía a sus mejillas borrando sus lágrimas para besar sus labios.

—Asuna...

Empero ella no contesto, suspirando de alivio, se dejó caer entre los brazos del azabache, haciendo que su cabeza colgará por segundos para que su esposo, dejando que la acurrucara le abrazara, a pesar de la frialdad de ese cuerpo, nunca le había parecido tan acogedor como en ese pequeño instante...

—Kazuto...—le costaba respirar, por lo que, manteniendo la calma,se separó de él, para verle sus ojos,que habían regresado a su verdadero color, dónde se reflejaba ella, y el dolor, la soledad y valentía de Kazuto —¿Cómo es que sucedió? ¿Quién te ha hecho esto?

Nego con la cabeza —una trampa que mis subordinados planearon para quedarse con la empresa Kirigaya, sin embargo, no pensaron en qué volvería y que tú, heredarias cada yen de tu esposo.

Sentía su fragancia en cualquier parte, y sin saberlo, después de estar desaparecido unos meses, percibió el aroma más delicioso que tenía su esposa, no le importo como se vería se inclino a ella, olisqueando su cuello, descendiendo hasta su estómago, abrupto, cuando sus ojos impresionados le cuestionaban siendo contestado con una mirada confusa.

Tal vez ella no lo sabía, por lo que sonrió aliviado, para volver a estrecharla, riendo como un niño ante esa noticia.

—¿Desde cuándo?

—¿Eh?

—¿Desde cuándo? —pregunto de nuevo —¿Acaso no sabes que llevas en el vientre?

Rosas de un desconocido #SAOF_KiriasuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora