⛄❄Invierno❄⛄

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Nota; relajense y acomodense el capítulo es largo. Besos.


Naruto

Todos dicen que la mejor estación para que el amor florezca es la primavera, pero déjenme decirles que están muy equivocados.

Era precisamente invierno cuando conocí el amor por primera vez.

Caminaba por una desconocida avenida, sin saber que rumbo seguir, solo caminaba sin importar nada.

Las personas chocaban conmigo o yo las chocaba pero daba igual, toda en mi vida era un desastre, primero mi amigo me traiciona y luego mi padre me da la espalda al saber de mi sexualidad ¿que tiene de malo que te gusten los chicos?

Pero dejando eso atrás, los copos de nieve caían tranquilamente, sentía frío, el abrigo y el gorro de lana no me calentaban lo suficiente, bueno ahora sólo falta que muera de una pulmonía.

Reí en mis adentros, yo soy muy resistente a las enfermedades, como mi antiguo amigo una vez me dijo; hierva mala no muere.

Tan tonto y distraído golpeo o mas bien choque con algo mas pequeño que yo, un leve quejido salen de sus labios, el quejido fue tan bajo que se pudo comparar con un suspiro, ¡un niño! Me dije rápidamente. Mire hacia abajo donde una pequeña figura me mira, sus ojos negros me miran con reproche, su bufanda roja no me hace ver su rostro y yo me que solo observando eso hipnóticos ojos oscuros.

Rápidamente reaccione y me incline para poder ayudarlo a levantarse.

—¡Lo siento mucho! Soy un tonto que no me fije -le extendí mi mano pero solo negó con suavidad.

Me siento avergonzado por ser tan idiota, se incorporó y me observó unos segundos, pero esos leven segundos pude apreciar mejor su rostro. Sus mejillas con un leve sonrojo por el frío y sus largas pestañas igual de oscuras que sus ojos, un mechón azabache sobresalía de su hermoso gorro negro.

—En verdad lo siento, perdóneme -me mordí el labio inferior esperando por su respuesta.

Él volvió a negar y me hizo un gesto con la mano que no me preocupara.

Aunque hizo eso no pude estar tranquilo, el chico se dio cuanta de mi estado y bajo su bufanda que cubría parte de su rostro, y ahí me di cuenta de cual era la razón de la vida por aun no dejarme morir.

Esa sonrisa, esa hermosa sonrisa que brillaba mas que mi futuro me dio tranquilidad.

Su finos labios me hicieron querer probarlos.

Estaba tan embobado que el chico se estaba ya despidiendo con una sacudida de manos.

No puedo dejar que se marche, lo tome de la mano antes de que me diera la espalda.

—Te invito a un café, si no no estaré tranquilo -formulé rápido una excusa para poder tener un poco mas de tiempo con él.

Rogaba a los dioses que él aceptara y para mi fortuna lo hizo, solo con ligero asentamiento, me sonrío por última vez hasta que señaló al otro lado de la calle una cafetería.

Sin dejar el toque de su mano nos guiamos a ese lugar. Con suerte obtendría su nombre y su numero de teléfono.

Entramos a la cafetería y todo era más cálido, mi huesos dieron gracias y me relajé un poco.

Tomamos asiento en la última mesa ya que era la única vacía, al sentarnos una chica nos atiende.

—¿Que les sirvo caballeros? -nos pregunta con amabilidad, pienso pedir lo mismo que el chico pero este solo señala con el índice la carta bajo el brazo de la chica. Esta con rapidez de la pasa y él mira por unos segundos para luego señalar, ella asiente y apunta, dirige la mirada a mi.

Las cuatro estacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora