Epílogo; Las cuatro estaciones ❄🌼☀🍁

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"Como la primera vez"


Narradora

Frente al espejo se podía apreciar un azabache con ojos cansados y mirada pérdida. Era la tercera vez que se paraba frente al espejo, ¿cual era la razón? Era simple, quería verse exactamente igual como la primera vez que lo conoció.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, no quería llorar, pero era tan débil que no las pudo contener, lloró como quinta vez en el día. Debía ser fuerte, debía cumplir su promesa.

Suspirando miró a un costado donde se encontraba una caja dorada, en ella tenia lo único que había quedado de su rubio, de su amor.

La tomó entre sus brazos y la estrujó con fuerza contra su pecho. Volvió a llorar, solo unos días de su muerte. Solo unos días donde lo había dejado solo, sin su presencia, sin su calor, sin su cariño y sus minos constantes.

Dolía y mucho, nunca pensó experimentar ese dolor, ni cuando sus padres lo abandonaron cuando era un niño, ni cuando su hermano le dijo que era una carga, nada se comparaba con el dolor que sentía, vacío, quebrado...solo.

No tenia fuerzas como para salir, la nevada apenas comenzó pero ya sentía frío.

Se apartó un poco de la pequeña caja y acarició con la yema de sus dedos el nombre escrito con letras plata Naruto Uzumaki. De nuevo una oleada de tristeza volvió, negó repentinas veces, debía hacerlo, por él, por Naruto.

Metió la caja en una bolsa de lana, una que había hecho el invierno pasado, estaba mal hecha ya que Naruto no sabia tejer. Ese recuerdo tan feliz le daba tanta nostalgia.

Limpiando sus lágrimas colocó la bolsa sobre sus hombros y salió de su casa, la casa que le había dejado su rubio.

Caminaba por las calles llenas de bullicio, donde ya sonaban esos alegres villancicos, a Naruto le gustaba eso, cada vez que miraba un grupo de personas cantado se unía a ellos.

Una pareja paso a su lado, ambos haciendo promesas para celebrar la ansiada fiesta. El también hizo planes con Naruto, pero jamas a largo plazo. Su rubio era consciente de la situación que pasaba, por eso no planeo una vida juntos, por eso jamas le escuchó decir estaremos juntos por siempre, al azabache no le importaba que esa promesa fuera vacía, él solo quería escucharla.

Estaba dolido, pero dado a su apariencia no muchos notaban lo roto que estaba el azabache. El chico recuerda el funeral, solo unas cuantas personas, dos amigos del rubio, una mujer pelirroja y un rubio que parecía no agradarle la mujer. Ambos a una gran distancia. La cenizas del rubio yacían sobre un pedestal de madera, muchas veladoras a la par, mientras él se aferraba su foto, lloraba en silencio. Cuando este término, sabia muy bien que le entregarían las cenizas a uno de sus familiares, no importaba que estuviera casado con el rubio, él seguía siendo menor de edad, rápidamente descartó a la mujer pelirroja al verla salir del cuarto sin mirar atrás. Buscó rápidamente con la vista al rubio la cual estaba a punto de tomar las cenizas de su amado, secó sus lágrimas, busco un bolígrafo y saco un pedazo de papel que guardaba en su bolsillo, con la letra toda chueca le pidió al rubio si podía quedarse con las cenizas, este solo hizo una mueca para luego dársela, el azabache no sabia si estar aliviado o enojado por la forma en que se expresó el padre del rubio. Pero ahora ya no importaba.

Camino hasta lugar donde todo empezó, se quedó parado en medio de la acera, mirando fijamente al frente, todo era diferente, su corazón se llenaba de esperanza, pero se rompió al ver que nada iba a pasar. El rubio no chocó con él, el rubio no le tendió la mano para que se pusiera de pie, el rubio no lo invito a un café para disculparse de su torpeza. El rubio ya no estaba.

Las cuatro estacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora