Epílogo

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Desde que habían comenzado a salir, ya llevaban más de un año y medio en pareja y Sarada seguía amándolo como la primera vez. Con mariposas en su estómago, su corazón latiendo a mil y sus mejillas ardiendo por cada tontería. Boruto le provocaba tantas emociones incontrolables que deseaba sentirlas hasta volverse anciana. Amaba a ese chico y seguía enamorándolo cada día más, porque el rubio siempre se lo hacía saber:

—Enamórame más de siete minutos—bromeaba.

Sabía que lo decía en serio. Le encantaba encontrar rinconcito de su personalidad que desconocía y por eso la amaba profundamente, cada día más. Un poco más. Intensamente. Sarada no tenía que hacer mucho para provocarle tales sentimientos, pues él solo acaba flechado por sus reacciones. Era increíble lo que esa mujer indomable hacía con él y sus pensamientos. Imaginarse un día sin ella era imposible. Y lo mismo le ocurría a ella. Boruto ya era parte de su vida y viceversa. Ambos formaban una hermosa pareja inquebrantable.

En el último año de bachillerato, su hermana Himawari ya estaba en pareja con su mejor amigo de la infancia, Kawaki. Su relación no era tan tormentosa, o al menos, eso siempre le hacía saber a su hermano. Por lo que no era nada extraño organizar citas dobles. Siempre terminaban con alguna pequeña anécdota extraña, como por ejemplo, que se desencontraban o se perdían en lugares con tan poca gente. Olvidaban que estaban en una cita y cada pareja estaba en la suya. Boruto rodaba los ojos por eso, pero no importaba demasiado, pues podía pasar más tiempo con su adorada novia.

En vacaciones de verano, organizaron un pequeño viaje a la playa, la casa veraniega era de la familia Uchiha. Su tío Itachi se los alquiló. Por lo que viajaron a Okinawa para realizarlo. Las parejas estaban entusiasmadas y deseaban que esos días no acabaran nunca.

Himawari estaba terminando de empacar todo en su pequeño "bolso", que consistía en dos maletas y un bolso de mano. ¿Qué tanto había puesto allí? Boruto solo necesitó una pequeña valija con ruedas. Bufó. Estaba abajo en la puerta esperándola y todavía no resignaba a bajar. Rodó los ojos impaciente y decidió darle una última advertencia:

—¡Hima! ¡Apúrate! El señor Sasuke nos dejará en el aeropuerto y debemos llegar antes de que se vaya el maldito avión. Incluso Kawaki ya está aquí—no terminó la frase porque el timbre de su puerta resonó, asustándolo—. Maldición. Estúpido Kawaki...—abrió la puerta molesto.

El pelinegro lo miró inexpresivo como siempre. Le encantaba molestar. Era como una especie de manía: "molestar a tu ya cuñado con tonterías". Su rabia se notó en sus ojos. El chico de cabellos bicolor resopló indignado. ¿Qué tanto le molestaba? Eran amigos de la infancia y seguía fastidiándose por cosas menores.

—Debes aprender a meditar, Boruto. Algún día morirás por la impaciencia.

—Ya deja tus idioteces—gritó cascarrabias y se detuvo al ver que Sarada había llegado. Estaba esperándolos afuera con su padre. Sus ojos se posaron en su figura. Eso fue suficiente para quitarle el malhumor—. Kawaki busca a mi hermana. Quizá a ti te haga caso—pidió palmando su hombro y corrió para recibir a su novia.

Sarada llevaba un vestido suelto, de tela fina, trasluciente. Sus cabellos recogidos en un rodete despeinado y un sombrero de playa. En los pies llevaba unas pequeñas sandalias blancas que le quedaban muy bonitas. Al hacer contacto visual, ambos se sonrojaron al mismo tiempo, pues el rubio llevaba una camisa desabotonada y debajo una musculosa negra. Junto con una bermuda floreada haciendo juego. Se saludaron con un casto beso en los labios.

—Te ves bonita, Sarada—susurró sonrojado.

—Igual que tu—sonrió. El sintió su palpitar acelerarse.

7 Minutos Para Enamorarte (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora