Parte Dos : Diluvio

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No debo intentar impresionarlo, se dijo para sí una y otra vez debajo de la ducha. El agua discurría por su cuerpo y las ideas de igual forma iban teniendo peso. Estaba decidida a conquistarlo o al menos intentar confesarle lo que sentía. ¿Era buena idea? Seguramente no. ¿Qué posibilidades tenía de que pudiera corresponderle? Sarada nunca había mantenido diálogo con un chico, por lo que ese terreno era complicado hasta para ella. ¿Tímida? Nada de eso. Solo era reservada y algo testaruda. Lo demás era parte de su indomable personalidad.

Cerró la ducha y rodeó el toallón por su cuerpo. Hizo un repaso en su mente. Se sabía de memoria cada paso que hacía el rubio antes de llegar a su hermana y darle los dichosos fertilizantes. ¿Para qué necesitaba esas cosas? Plantar girasoles era un dolor de cabeza. No le molestaba. Le daba un panorama diferente al balcón de su cuarto. Ser compañera de Himawari implicaba algunos sacrificios. Entre ellos ayudarla a regar sus plantas y escucharla hablar horas y horas sobre botánica. Obviamente, no entendía ni la mitad de lo que decía, pero poco a poco fue entendiendo.

Peinó sus cabellos y se arregló un poco. Se colocó el uniforme. Y ajustó sus medias. Se calzó sus zapatos puntiagudos. Y buscó una de sus novelas. ¡Un momento! No debo parecer nerd, se regañó a sí misma. Era probable que los hombres la señalaran de aburrida por eso. Suspiró. No podía dejar de leer su novela favorita por un chico, ¿en qué pensaba?

—No debo impresionarlo—se volvió a regañar.

Se palmeó el rostro y salió de la habitación. Hoy comenzaría con la dichosa apuesta. Le demostraría a Yodo que podía conquistarlo. Al menos estaba dispuesta a hacerlo. No parecía un tipo difícil de conquistar, ¿verdad? Se sentó en el mismo lugar que siempre y esperó a que el dichoso Jeep aparcara frente al instituto privado. Ojeaba su libro y de vez en cuando posaba la mirada sobre la acera. ¿Cuándo vendría? Se preguntó ansiosa. Quería que el rubio bajara del vehículo y otra vez la atormentara con su sonrisa varonil.

Miró su reloj una vez más. Cinco minutos para la hora exacta. Haciendo cálculos tendría unos siete minutos para entablar un diálogo y de a poco intentar conocerlo. ¿Qué le diría? ¿Qué tendría que decirle? ¿Era una buena táctica entregarle los fertilizantes de su parte? ¿O eso quedaba muy evidente? La duda la carcomía y los minutos pasaban. Más rápido que de costumbre.

—Demonios, ¿por qué no llega aún?

Miró nuevamente hacia la acera. El vehículo no aparecía ni la presencia del Uzumaki tampoco. Estaba segura que vendría. Lo hacía todas las semanas y hoy se dignaba a no aparecerse. Masculló para sus adentros. Se sentía como una tonta por haber aceptado tal apuesta ridícula. ¿En qué estaba pensando? Estaba por rendirse, cuando el gato que había salvado aquella vez hizo su presencia en su lugar. ¿En serio?

Se levantó y se acercó al árbol.

—No pasará lo mismo dos veces—susurró enojada al ver al felino mirándola inquisitivamente. ¿Qué pretendía?—. Estúpido gato. Por tu culpa caí en sus tontos encantos masculinos. Ese rubio me las pagará.

—¿Qué dijiste?—aquella voz gruesa y varonil le provocó escalofríos en todo su cuerpo. Logrando que su corazón se acelerara.

Al girar hacia la voz, aterrada por cruzar miradas y sentir que su mundo se tambaleaba, reconoció que se trataba de Boruto. ¡¿En qué momento llegó?!

—¡¿En qué momento...?!

—Vine caminando—sonrío divertido y le enseñó la bolsa—. ¿Viste a mi hermana?

¡Siete minutos, Sarada! ¡Tiene siete minutos o menos! Se reprendió intentando calmar su agitado corazón. Su rostro comenzó a tornarse rojo al sentir su respiración tan cerca. El olor a champú llegó hasta sus fosas nasales y la embriagó. ¿Qué tipo de champú usaba? ¿Era de coco? ¿Manzana? No lograba identificarlo...

7 Minutos Para Enamorarte (BoruSara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora