Capítulo VI La locura daña al amor.

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- ¿Qué tal van las cosas con Ezequiel? – Pregunto Leila.

- ¿por qué la pregunta? – Respondí inmediatamente.

- Tienes ambos ojos resplandeciendo de felicidad y ese brillo se producía solamente cuando andabas con Ezequiel. – Me respondió Leila con una sonrisa.

- ¡Eso es cierto! ¿Tú y Ezequiel están juntos de nuevo? – Exclamo Sheila alteradamente.

- Lo vi en la mañana y entablamos una conversación – Respondí sin ocultar mi felicidad.

- ¡Ya recupero la memoria! – Hablo Leila casi derramando jugo de naranja encima mía.

- No – Conteste en voz baja.

- ¡Deja ya en paz a Ezequiel! No te recuerda y eso no cambi... - Antes de que Sheila dijese su última palabra le calle la boca con una cachetada.

- ¡Amelia! – Grito Leila.

- No me importa si el mundo entero piensa que él vivirá en el olvido por siempre, da igual si su mente lo ciega y está provoca un trastorno hacia sus recuerdos o si la vacilación de su corazón lo entorpece porque yo lo amo y a mí me basta saber que él es quien gano mi corazón por eso me ganare el suyo. – Afirme toda rabiosa de ira.

- No te diré ni una palabra más - Dijo Sheila llevándose sus cosas.

[...]

Ese mismo día al llegar a mi casa desde la cocina mi padre me llamo a gritos "¡Amelia!" apresurada fui hacia él, pero tan pronto como entre en la cocina mi pierna derecha fue lastimada de un azote. Me caí y sobando el ardor de mi pierna le grité de que porqué me dañaba.

- Me llamaron de la escuela. – Dijo alzando el cinturón al aire y golpeando nuevamente mi pierna derecha.

- Duele padre ¡me arrancaras la piel si sigues así! – Gritaba en agonía.

- A mí me duele más está situación Amelia, me dejas sin opciones. – Decía el desquiciado de mi padre llorando al azotarme con su cinturón.

- ¡Detente! – Dije lanzándole una lata vacía que estaba en el suelo.

- Tú comportamiento es inaceptable Amelia. – Dijo mientras Agarro mi cabello alzándome desde el piso y añadió – Te castigare una semana entera ¡No tolerare más insubordinaciones! No celular, no televisión, no horas de descanso, se te llenara de tareas y aislamiento por todo ese tiempo. –

- Ni siquiera sé lo que te dijeron en la escuela. – Replique.

- Golpeaste a una compañera por diferir en su comentario ¿cierto o falso? – Dijo golpeando la mesa.

- Cierto – Conteste, pero también pregunte. - ¿Qué más te dijeron? –

- Sólo eso y no hace falta una palabra más. – Dijo mi padre quien gracias y por misericordia de Dios, no sabía que reaccione así por mantener mis esperanzas de volver con Ezequiel.

[...]

Mi castigo fue pesado, no tenía derecho de comer cosas dulces o con buen sabor si no al contrario pura comida insípida o salada. Mi padre vigilaba siempre que estuviese leyendo y que no tratase de escapar "¿por qué está palabra es utilizada aquí?" "¿qué significa esto?" "¿recuerdas estas características?" Me bombardeaba con miles de preguntas a cada minuto y en cuanto me cansaba un azote de cinturón me despertaba nuevamente. No es sino hasta la noche justo a las doce en punto que me mandaba a dormir. Esa fue mi rutina diaria por los siguientes siete días. Ya acabada la semana me dio la oportunidad de regresar a la escuela, pero recordándome que no quería falta de disciplina en mí y yo acepte en obedecer a partir de ahora.

Quiero ser tuyo que tú seas yo y yo ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora