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Nadie más pasaba por mi mente, en el momento en que esa flecha atravesó mi cuerpo.

Esa carta de despedida, esa nota surrealista, que hizo que mi cuerpo se levante con impulsividad.

Aquella flecha, alcanzó mi cuarta costilla; del lado izquierdo. Perforando mi corazón desde la espalda hacia mi pecho.

El frío suelo, hacía que la sangre que recorría mi pecho se helara apenas deje mi cuerpo. Que ironía que esa fuera la causante de tu amor.

Mi cuerpo tieso, la sangre fría; tus pasos por el pasillo, volvían, de un arrepentimiento inextricable. Quién diría que sería demasiado tarde.

Tu llanto desgarrador, y mis lágrimas de pesadumbre eran el final de una tragedia griega.

Lástima que ésto, era un amor benevolente.
Como el amor que llegaba a tenerte, una dura flecha de Cupido.
Mi corazón, se detuvo a las oscuridades de la muerte.
Oh amor mío, perjurias nos persiguen al ser amantes.
Tus dulces labios, acariciaron mis alas de pena.
Y mis brazos, sostuvieron tus rencores a la mala vida.

SilenciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora