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>> "Nadie en algún momento del día (ni de mi vida) me había avisado que iba a sentir tanto miedo en esa excursión.
Nadie le dijo a mi compañero que no debía irse; ni a mí que no salte por esa roca. Pero lo hicimos, ambos.

Mi tibia izquierda fuera de su lugar y al aire libre; hacían que mis gritos sean más que desaforados y terminen lastimandome mi garganta. Pero mi otra pierna no ayudaba. Al tener mi rodilla descalzada y sentirme a tan nivel de inutilidad, mi compañero entró en pánico.

–Tranquilizate, voy a buscar ayuda, prometo no perderme.

Pero nadie le dijo a mi amigo, que a cincuenta metros de donde estábamos, había una pequeña familia de lobos buscando comida.

Nadie le dijo a la persona a la que más le tenía aprecio, que iba a encontrarme en ese estado, ya casi muerto.

Nadie me dijo que iba a tener tanto miedo ese día.

Ese fatídico día.

A los dos días de mi encuentro, pudieron ubicar los huesos de mi compañero. El que me prometió no perderse, pero del pánico se dirigió al lado contrario.
A los tres meses pude salir del hospital. Mi madre agradecida con quién sea que me haya salvado, y pidiéndole a aquella persona que me encontró; que vaya a cenar a casa como agradecimiento." <<

–Y así termina la historia de como nos conocimos mamá y mamá. Ahora a dormir. –los niños querían saber, no les podía decir que no.

El menor se levantó del suelo y se subió a su cama –¿Todavía te duele, mamá?

–Creo que me dolió más entrenar esos lobos, que quebrarme la tibia –sonreí apenas, me dirigí a la puerta, y apagué su luz –Buenas noches.

"Buenas noches" Soltó la mayor.

SilenciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora