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La soledad.

La soledad inundaba cada parte de mi habitación ese día; y el olor a muerto jamás ayudó. Ni a mi, ni a los policías, ni a mi madre.

El olor a muerte y soledad inundó toda la ciudad cuando se hizo pública la noticia.

Nadie supo qué decir, ni qué hacer, ni cómo controlarse.

Al principio pensé que no interesaría que haya muerto. Pero todo el pueblo se apagó, completa y de forma rotunda.

Al principio pensé que mamá podría seguir con su vida, tranquila, en paz. Pero maté una parte de ella.

Nunca supe que tantas personas me querían hasta el día en que morí. Hasta que pude ver el alma de las demás personas mientras merodeaba en mi nueva forma.

Unos meses después, se me otorgó ver los posibles futuros que hubiera tenido si hubiera seguido con vida. Pero jamás me arrepentí de mi decisión.

Hasta que me mostraron a ella. Ella se volvió mi posibilidad preferida. Ella fue la única razón por la que quise volver.

A veces me muestro en sus sueños a pesar de la distancia. Le muestro nuestro posible futuro y luego veo como se despierta llorando; entristecida, queriendo haber podido cambiar el hecho de mi muerte.

Porque cuando lo hice, olvidé que había una persona que diariamente me recordaba que me amaba. Que a pesar de la distancia todo iba a cambiar.
Olvidé que la sensación de cariño que vivía dentro de mí, y que era ella.
Porque cuando lo hice, me olvidé de su existencia arruinando la mía, y nuestro futuro juntos.

SilenciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora