Beloved by the green; Ereri

5. Color anaranjado

Color anaranjado: Nuevo amanecer

A lo largo de sus cuatrocientos treinta años, Eren había sido testigo de muchas cosas que lo habían descolocado, torcido su mundo de revés y hacer que esa chispa de asombro que creía perdida, saliera a flote en todo su majestuoso resplandor. Centinela fue una de esas cosas, por supuesto. También los amaneceres purpuras y anaranjados de Ninfairheim cuando vivió medio siglo de su larga vida allá, la inmensidad y hermosura que escondía el mar turquesa de Aquaria, con sus blancos arrecifes y los colores variados de sus peces y el enorme castillo brillante del rey, hecho de ostras y perlas. Y aquí y ahora estaba de pie frente a éste hombre llamado Levi Ackerman.

Keith Shadis había entrenado bien a todos los príncipes de Nórdian, les enseñó sobre etiqueta, modales, política, estudios y todo lo que un príncipe tenía que aprender; entre sus múltiples enseñanzas, una que Eren agradeció, apreció y vio como primordial en su vida, fue aprender a leer a la gente. Claro, el príncipe no era ni la mitad de hábil en ese aspecto como la princesa Gabi, pero había aprendido un par de cosas útiles y por eso, Levi Ackerman lo intrigaba en formas que nadie había logrado. Estaba claro, ante los ojos demasiado inteligentes del elfo, que éste hombre estaba lejos de confiar en él.

O lejos de venir con buena voluntad, podía verlo en la incomodidad que había en sus ojos, la forma tan recta, casi rígida en la que estaba parado. Era como si el hombre preferiría estar en cualquier lugar excepto aquí; tal vez, ni siquiera se sintiera cómodo con la idea de ofrecer un nuevo trato. Eren podía verlo y sabía que a Levi Ackerman le estaba costando horrores mantener esa fachada amable que aparentaba. Pensó que si el hombre se estaba comportando tan radical, en realidad era porque estaba desesperado por la ayuda de Eren.

Desesperado, sí, pero todavía muy reacio a pedir ayuda de forma directa. Era... desconcertante, necesitar la ayuda de alguien e irla a buscar rogándole a las Nornas que la solicitud fuera negada. Eren se encontró repentinamente con ganas de entrar en la mente del otro hombre, desamar las piezas que lo componían y ver cómo funcionaba; saber qué era lo que había allí adentro, porque honestamente, lo confundía más de lo que alguna vez lo llegó a confundir la propia Centinela. Pero bueno, no por nada todas las criaturas mágicas solían decir que los humanos eran en esencia, seres complicados, que les gustaba complicar las cosas más allá de toda comprensión.

Eren ladeó un poco el cuello, sus ojos entornados y llenos de curiosidad mientras estudiaba a la figura rígida de Levi Ackerman, hubo un momento en el que ni el mismo príncipe supo cómo responder a la sugerencia. Estaba claro que el hombre necesitaba la ayuda, su desesperación lo había orillado a venir y pedir un nuevo trato, después de todo. Pero estaba odiando cada minuto de esto, como si hubiera sido obligado. El elfo no sabía si aceptar escuchar un nuevo trato y seguir torturando a Levi Ackerman, o rechazar cualquier acercamiento y aliviar la incomodidad del hombre.

Pensaba en ello, odiando a los humanos y sus formas de torcer las cosas simples, cuando de repente Levi Ackerman rompió el silencio.

―Nos gustaría hablar de ello― Sus ojos grises recorrieron la celda y casi luciendo demasiado reacio, agregó:― Pero no aquí, de todos modos. Ven conmigo.

Ni siquiera permitió que Eren abriera la boca para decir cualquier cosa, porque en cuanto terminó de hablar, dio media vuelta y caminó hacia la puerta de barrotes. Eren volvió a parpadear demasiadas veces, sintiéndose nuevamente confundido, para variar. Durante cinco segundos se quedó pensando en lo que debía hacer, hasta que aquella curiosidad impropia de una criatura mágica lo obligó a ponerse de pie y seguir a Levi Ackerman. Puso el primer pie fuera de su celda con cierto recelo, medio esperando a que esto fuera una trampa o hubiera una emboscada lista para pillarlo por sorpresa, pero nada ocurrió.