Recuerdos

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-¿Y ese cuál es?

-Es un re mayor -Al pequeño le gustaba que su papá fuera paciente con él-. Si lo notas, podrás ver que tiene la forma de un triángulo. Sólo debes colocar los dedos en una posición adecuada, para que te acostumbres.

Y en ese momento, Gerard sintió ese sentimiento por primera vez.

Pensar en que podría ser como su padre,a Gerard le causaba una gran emoción. Tocar esa guitarra marcó algo en su ser, algo que su padre podía notar. Mientras Gerard intentaba colocar los dedos en las cuerdas, notó que el hombre enarcó las cejas y abrió la boca para soltar algo:

-¿Por qué tan nervioso, pequeño violín?

Soltó una pequeña risa ante ese seudónimo. Sinceramente el chico no sabía qué sentía en ese momento, pero se dio cuenta que ocurrió cuando tocó las cuerdas. Percibió una chispa que recorría por todo su pecho hasta llegar al cuello, para luego notar un hormigueo satisfactorio que hacía estremecerse. Pensó un poco antes de escoger muy bien las palabras para interpretar lo que estaba sintiendo. Cuando creyó haberlo hecho, dijo:

-Siento... algo en mi pecho.

Al escuchar esto, el señor se quedó sorprendido por las palabras que articuló su hijo. Era raro escuchar a un niño de su edad describir algo de esa manera, pero también fue porque le pareció familiar ese sentimiento que mencionó su hijo.

Un sentimiento que ya no circulaba más por su cuerpo.

Miró con gran admiración a su hijo, mientras este intentaba hacer sonar el acorde que tanto había practicado.

Al momento de que su hijo tocó dicho acorde bien, sintió, casi al mismo tiempo del rasgueo, un pequeño escalofrío. El sonido lo había perturbado. Ese sonido que había hecho su hijo tenía un poder que él ya había experimentado antes, ya que él mismo lo poseía: el estilo propio y único.

El chico, queriendo hacer el mismo sonido de hace un momento, notó una mano sobre su hombro y lágrimas que caían sobre el mismo. El hombre estaba con los ojos llorosos mirando fijamente al niño. Abrió la boca para decir algo, pero su voz se vio cortada por su repentina tristeza.

-Papá, ¿qué pasa -dijo el niño, intentando saber por qué lloraba. Pensaba que algo malo había hecho, pero no sabía qué.

-Nada, nada -Se untó los ojos con sus manos-. ¿Acaso nunca habías visto un violín triste? Esos de que al escucharlos hace que los sentimientos de odio e irá se transforman en simples gotas saladas.

El chico pensó que se refería a algo que él mismo había hecho, pero aún seguía sin saber qué.

-Y bueno, hijo, ya sé que quieres ser igual que yo cuando seas grande, ¿no es así? -El niño asintió con un sonrisa muy grande-. Quiero que sepas que al momento de que tú tocas una guitarra o cualquier instrumento, estás queriendo dar a conocer tu voz interior por medio de un objeto que sólo hace sonidos, pero es más que eso: debes saber que, con los instrumentos, poca gente puede llegar al corazón de la gente con el sonido de su voz interior. El sonido es muy raro, pero eso lo hace especial. Y tú eres especial, pequeño violín.

El pequeño violín quedó muy confuso ante el extraño comentario de su padre, y de su comportamiento antes de que dijera eso, pero en su cabeza comenzó a ser invadida por lo último que dijo: "Y tú eres especial, pequeño violín."

¿Qué quiso decir?

Después de un corto silencio, el padre le sonríe:

-Y bueno...-Hace una señal con las manos para que le dé la guitarra-. Este es un Do menor.

Y así estuvieron las dos almas apreciando los sonidos de un instrumento durante toda la tarde.


***


A la mañana siguiente, Gerard estaba emocionado y motivado para las clases de su padre. Desde la noche anterior, estuvo soñando que creaba música, igual de hermosa como las que tocaba su papá. Así que se levantó de la cama y fue en busca de él.

Bajaba de las escaleras apresuradamente que por poco se cae en uno de los escalones, pero al llegar al final alza la mirada para ver a su madre viendo fijamente a algo. Algo que se encontraba en la cocina.

De pronto, ella se desvanece en el suelo.

Gerard corre hacia ella diciendo "¡mami!" una y otra vez sin recibir ninguna señal de que estaba bien. Voltea hacia la dirección en donde estaba mirando ella antes de desmayarse, para encontrarse con lo que ni él mismo podía creer lo que estaba viendo.

Había un cuerpo boca abajo sobre la mesa, ahogándose en un charco sobre la misma. Las gotas rojas se dejaban derramar sobre las orillas de la mesa, dejando otro charco en el suelo. Estaba pálido, y apenas dejaba ver un poco su expresión de agonía en su boca y ojos.

Al parecer, el sonido de aquel instrumento que él amaba se había ido.


***

Fueron a un hotel a quedarse temporalmente. Dieron la noticia a su madre de que se suicidó cortándose la vena yugular y desangrándose. Había perdido demasiado sangre, haciendo imposible su regreso. Gerard lo escuchaba desde la distancia. La madre no paraba de soltar fuertes sollozos y gritos atorados. Gerard no aguantaba escucharla más, le hacía que le doliera mucho el pecho y que sus ojos temblaran porque él no quería llorar. 

Soportar lo que sientes duele más que mostrarlo.

La madre se calmó cuando se echó a dormir. Llorar no arreglaba nada, así que fue dejándolo poco a poco hasta que estaba lo necesariamente tranquila para dormir. Aunque sus ojos rojos hicieron que tardara un poco más para hacerlo. Esa noche Gerard no durmió, pensando en su padre. 

Entonces recordó el día anterior, cuando su padre lloró mientras él intentaba tocar la guitarra.

Justo en ese momento, un violín triste comenzó a tocar, dejando caer sobre su almohada las notas que derramaba.

Rabia dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora