capítulo 10: madres patéticas

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Natalia

– Sería mucho pedir que te animaras un poco? -puse a Theo en su cuna

– Por qué voy a fingir que estoy contenta, si estoy hundida? Déjame estar hundida

– Ya pasó más de una semana, es deprimente y ya estoy hasta las narices de tus momentos de bajón -bajé mí voz para no despertarlo

– Tu no entiendes, era mí mayor posibilidad

– No va a ser la única -la miré enojada- lo que si entiendo es que ser madre no es tan fácil como creías y te estás comportando como una idiota

– Tu vida anterior era un asco, no me des clases de moral

– Mí vida un asco? Era mí propia jefa, trabajaba cuando quería y me acostaba con las mujeres que yo quería. Yo administraba mi puto tiempo

– A ti lo único que te importa es acostarte con alguien -se dirigió hacia las escaleras para subir

– Y a ti te hace falta acostarte con alguien, pero tienes que encontrar alguien que te soporte -la dejé hablando sola y abrí la heladera para sacar una cerveza

Alba

Llevo dos horas en la habitación pensando y llorando. Se me vinieron muchos recuerdos a la cabeza e intenté calmar mis nervios. Me miré la cara, me sequé las lágrimas, inhalé, exhalé y bajé.
Natalia estaba sentada en el sofá escuchando música con una cerveza en la mano, me quedé observándola unos minutos hasta que decidí acercarme.

– Puedo? -le señalé el sofá

– Claro -se corrió hacia un costado para dejarme espacio

– Me convidas? -sostuve la botella y comencé a beber

– Ya voy por la segunda

Nos quedamos bebiendo en silencio por un largo tiempo, pero mí angustia seguía allí y yo quería hablar. No me gusta cuando las discusiones quedan como si no hubiese pasado nada, no es sano.

– Me rompí la espalda a los trece años, casi me quedé paralitica -le di un sorbo a la bebida- María se pasó todo el verano conmigo en mí cuarto, mirando películas todo el día. Mis demás amigas se iban a la playa y no solían visitarme, pero ella seguía a mí lado, siempre

Mis lágrimas comenzaron a caer sin poder retenerlas

– No puedo soltarle la mano ahora que me necesita, aunque ya no esté

Natalia me miró directo a los ojos y se paró hacia la tv, conectó la grabadora y se volvió a sentar

– Encontré sus películas caseras, necesitaba escuchar sus voces -me sonrió- tienes que ver esta

Natalia le puso play y allí estaban. Era una grabación de cuando llegó Theo a la casa después de nacido

– Ha quedado genial, azul lavanda y el cielo azul

Pablo estaba detrás de María grabando la secuencia, ella sostenía a Theo

– Cuando has pintado el cuarto?

– Cuanto estabas en el hospital, quería sorprenderte

– Lo tendrías que haber hecho hace tres días, huele mucho a pintura -María se giró a mirarlo, con su cara de enfadada

– Pero la pintura ya se secó, no traería a Theo aquí si estuviera húmedo

– Desde que entré se siente el olor, Pablo

– Hice todo y creí que te gustaría

– Tu no lo hiciste, contrataste para que lo hicieran -María comenzó a reír- no pintaste una nube en tu vida

– Bueno pero yo fui supervisor de todo el trabajo

– De ninguna manera el dormirá aquí

– Cómo que no? Es su cuarto María

Natalia paró la grabación y comenzamos a reír

– Insinúas que es normal que seamos unas madres patéticas y que queramos matarnos la mitad del tiempo?

– Más de la mitad -le saqué la lengua

– Creo que tenemos que dejar de querer encajar en sus vidas

– Odio esta casa, hay fotos de ellos por todos los rincones y no me hacen bien

– Si debemos quedarnos aquí tenemos que dejar de andar en puntillas como si fueran a volver, no van a volver

Natalia estiró su brazo por detrás de mí cabeza y me recosté en ella. Apoyó su cabeza contra la mía y allí nos quedamos con los ojos cerrados y en silencio.
Necesitábamos esa conversación.




Bajo mis reglas | Albalia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora