CAPÍTULO II

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Tras la cena con el Rey y la Reina de Esparta, Paris visitó a esta en sus aposentos y después de que la fiesta terminara, el menor de los principes de Troya bajaba las escaleras cuando fue interceptado por su hermano.

- Deberíamos acostarnos - aconsejó Héctor- Tardaremos en volver a dormir en tierra firme.

- Yo duermo muy bien en el mar, hermano - dijo- Atenea me canta dulces nanas.

- ¿Quién te ha cantado nanas esta noche?

- ¿Quién? - preguntó sonriendo- Hoy me ha cantado la esposa del pescador... Toda una hermosura.

- Espero que no te haya pescado el marido.

- El faena solo con peces - dijo intentando escabullirse, pero su heramno lo detuvo.

- ¿Sabes por qué estamos en Esparta?- preguntó Héctor.

- Por la paz.

- ¿Y eres consciente de que Menelao, Rey de Esparta, es poderoso? ¿Y que su hermano Agamenón, Rey de Mecenas, comanda todos los ejércitos?

- ¿Qué tiene que ver eso con la esposa del pescador? - preguntó el riendo.

- Paris, eres mi hermano y te quiero como a tal, pero como hagas algo que ponga en peligro a Troya, te arrancaré sin piedad tu hermosa cara de tu hermoso cráneo.

******

El barco troyano ya había zarpado hace varias horas, cuando Paris se acercó a su hermano, quien estaba en la cubierta tallando un pequeño león en un trozo de madera.

- Hermosa mañana - murmuró el pequeño príncipe- Los dioses bendicen nuestro viaje.

- A veces nos bendicen por la mañana y nos maldicen por la tarde.

- ¿Me quieres, hermano?- preguntó Paris, haciendo que su hermano lo mirase- ¿Me protegerías de cualquier enemigo?

- Eso fue lo mismo que me dijiste cuando tenías 10 años y robaste una yegua a nuestro padre - sonrió- ¿Qué has hecho ahora?

- Debo enseñarte algo - dijo para comenzar a andar, siendo seguido de su hermano.

Una vez que ambos bajaron las escaleras hasta la bodega, Héctor pudo distinguir la silueta de una mujer y una vez que esta estuvo frente a el, se quitó el pañuelo que cubría su rostro y Héctor, acto seguido puso una mueca de enfado al ver a Helena, Reina de Esparta, frente a el.

Furioso, subió las escaleras, seguido de su hermano.

- Pon de nuevo rumbo a Esparta- ordenó a uno de sus hombres, que obedeció al instante.

- ¡Cambio de rumbo!

- Hermano, espera - suplicó Paris.

- Insensato...

- Escúchame.

-¿¡Sabes que has hecho!? - dijo dándole un empujón- ¿Los años que lleva nuestro padre trabajando por la paz?

- La amo.

- Para ti todo es un juego, ¿no? - cuestionó- Pasas la vida de ciudad en ciudad, yaciendo con vírgenes de los templos y esposas de mercaderes y te crees un experto en el amor... ¿Qué pasa con el amor a tu padre? ¡Has mancillado su nombre subiéndola a este barco! ¿¡Dónde está el amor a tu patria!? ¿¡Dejarías que ardiera por esa mujer!? - soltó un suspiro- No dejaré que desates una guerra por ella.

- Lo que dices es verdad - afirmó Paris- Os he agrabiado, a tí y a nuestro padre. Si dispones que Helena vuelva a Esparta, lo acepto, pero yo iré con ella.

ATENEAWhere stories live. Discover now