El regalo más hermoso (Relato Romántico - Especial de Navidad)

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Uno de los quince relatos ganadores del Concurso: "Antología Sorpresas Navideñas", del perfil de embajadores de la categoría: Romance (RomanceES) 21/12/19.

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Thomas Pearce bajó del avión, desfilando con orgullo las medallas que colgaban en su uniforme del ejército de las Fuerzas Armadas. Trump había anunciado meses atrás que comenzarían a retirar sus tropas de Afganistán en pequeños grupos. El personal de la aerolínea, que recibió al ejército al tocar el suelo estadounidense, les agradeció con su característico saludo militar, rindiéndole el debido respeto a aquellos valientes veteranos de guerra, que habían sacrificado casi dos décadas lejos de su tierra

Él vio cómo sus compañeros desviaban las maletas por diferentes caminos y alzaban sus manos a la distancia, con una sonrisa cargada de melancolía. Mientras esperaba el segundo vuelo, que lo llevaría a casa dentro de cuatro horas, se entretuvo viendo los ventanales decorados con adornos navideños. Pensó qué regalo podría comprarle a su esposa; dentro de unos días sería su aniversario.

Con los hombros desechos por el peso de su mochila, pronto encontró una tienda de artesanos, que eran famosos por fabricar figuras navideñas personalizadas.

El joven de tez morena se acercó al mostrador vacilante. Inspeccionó el salón con su mirada. A veces jugueteaba con los muñecos cascanueces que había en las encimeras de exhibición, deteniéndose a leer los mensajes personalizados.

Eran muñecos de madera con los rostros de las parejas tallados. Los nombres de dichas personas estaban inmortalizados en un pequeño corazón, que estaba por debajo de los pies del adorno. La pareja era una bailarina que observaba a su amado soldado a los ojos. Tenían una posición parecida a una pareja bailando tango.

Thomas movió a los muñecos poniéndolos frente a la luz; la vestimenta estaba repleta de escarcha. El soldado estaba fascinado con el detalle de las facciones, ¡Era perfecto!

El artista, que estaba sentado detrás del mostrador, estiró su cabeza. Le preguntó algo casual para iniciar la conversación, con la que cualquier viajero se identificaría.

Convencido de realizar su compra, Thomas escogió uno de los ejemplares y se lo mostró al señor. El hombre enderezó su espalda, se ajustó los lentes y, con mucha destreza, fue escuchando la historia del militar y su esposa por varios minutos, hasta que el producto quedó terminado.

En la casa de los Pearce, las últimas navidades se habían hecho un infierno para la jefa de familia, que había tenido que hacerle frente a la turbulenta etapa de tener que ser madre soltera por tiempo indefinido. Con ella vivían sus dos hijas; la mayor, Malia, y una niña pequeña de cinco años, sin olvidar al mimado de la casa, un husky siberiano llamado Snowflake.

Flora, la esposa de Thomas, se había quedado hasta tarde en la cocina, con la compañía del perro que descansaba acurrucado en el piso de madera, bajo las piernas de la señora. Su taza de café ya se le había enfriado. Tenía la mirada perdida. Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar; sus lágrimas habían dejado un rastro que le habían humedecido las mejillas.

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