Propuesta indecente.

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- No puedo ayudarte en eso Mel - comentó su amigo mirándola serio - Su actitud la desconserto, aunque a decir verdad lo que estaba pidiéndole era demasiado. Bajó la cabeza avergonzada. ¿Cómo llegó a pensar que proponiendole algo tan delicado él aceptaría?. Eran amigos se conocían desde hace más de quince años pero ella acabó de poner esa amistad en riesgo por su inmadurez.

- Lo siento - se disculpó sin mirarlo moría de la verguenza - Yo solo... - quiso continuar pero no encontraba una justificación sensata a su actuar.

- Tranquila Mel, es normal que sientas curiosidad, pero no debes actuar precipitadamente - dijo en un tono conciliador - Él era así un chico paciente que siempre buscaba el lado bueno a las cosas al contrario de ella que era un torbellino y no pensaba casi nunca antes de actuar. Se acercó a ella y levantó su mentón encontrándose con sus ojos grises que lo idiotizaba hasta más no poder, la tristeza y el dolor que vio en ellos lo alertó. Entendía que se sintiera avergonzada pero esa mirada parecía por otra cosa.

- No te parezco bonita ni atractiva ¿cierto?. Su pregunta lo confundió aún más. Ella retrocedió no quería que la siguiera mirando de esa manera ni tampoco que la tocara. Desde hace un buen tiempo su cercanía la ponía nerviosa y no sabía porque.

Su actuar le dolió, nunca antes se había alejado de su tacto, no era la mujer más cariñosa pero nunca rechazaba sus caricias ni sus abrazos.

Eres la mujer más hermosa que conozco quiso decir.

- ¿Mel porqué quieres acostarte conmigo?. Si, ella había llegado a su casa, entró a su habitación y le propuso que tuvieran relaciones. Su respuesta podría cambiarlo todo. La miró expectante, esperanzado y con un brillo en los ojos que a ella la desequilibró. Adoraba su manera de mirarla.

No podía decirle la verdad, no, por supuesto que no. Asustada por la insistente mirada de su amigo y que la descubriera buscó una mentira creíble.

- Yo... bueno yo - tragó saliva - no sabía que decir y menos cuando él se acercó e invadió su espacio.

- Dime Mel, de éso depende si ayudarte o no. - susurró, sintiendo su aliento acariciar su rostro.

Piensa Mel, piensa.

- Porqué me gusta un chico y a él le gustan las experimentadas - contestó rápidamente. No lo miró no podía, sentía que acababa de decir algo grave porque Erick se apartó bruscamente y le dio la espalda.

Apretó los puños, eso le pasaba por imbécil. Por un momento pensó que ella se sentía atraída por él, pero vaya golpe, no se lo esperó por lo que tardó en recuperar la dolorosa noticia que le dio.

- Y estás dispuesta a acostarte conmigo sólo para complacer a ése hombre - dedujo. - Bien entonces te ayudaré. ¿Porqué aceptó ni idea? O tal vez si.

Melina la miró entre alegre y asustada no sabía cómo reaccionar, de lo único que estaba segura es de la mirada diferente que le dio su amigo de tantos años.

- ¿Quién es? - quiso saber. La pregunta que quería hacer era ¿porqué él y no yo?.

Como responder si ni ella sabía, por lo que dijo el primer nombre que se le ocurrió.

- Es Dante.

Asintió mirándola, sus penetrantes ojos castaños la hizo temblar. Tenía ese efecto en ella cuando la miraba de esa manera como si estuviera viendo hasta su alma, ella simplemente se derretía.

- ¿Te refieres a Dante Smith?. - preguntó incrédulo, a lo que ella asintió. - No crei que tuvieras tan mal gusto Mel - atacó. Se sentía molesto, dolido.

- Yo nunca he criticado tus aventuras Erick. - se defendió. Dante tenía una muy mala reputación, pero no había marcha atrás, ella solita se metió en un problema que no tenía idea de cómo salir.

Se miraron sin emitir palabra alguna. Erick la estudiaba, recorría su mirada por todo su cuerpo, de pronto se sintió nerviosa, acalorada, sentía su piel erizarse a medida que Erick se acercaba. ¿Qué estaba pasando?.

- ¿Tanto te gusta ese hombre?. - preguntó acariciando su mejilla. Ella sintió desfallecerse cuando su mano abandonó su rostro para acariciar su cuello y descender por su espalda. Estaba enloqueciendo, si eso era.

Él al ver como se estremecía ante su tacto perdió el control. En un movimiento un poco brusco la pegó a su cuerpo. Ella abrió los ojos turbada, encontrándose con el rostro de Erick muy cerca. Intentó hablar, por supuesto que lo intentó pero no recordó que fue lo último que dijo su amigo, dejó de pensar cuando las manos de él seguía bajando hasta quedar sobre sus caderas. En un acto reflejo elevó su mano y acarició el rostro del chico que cerró los ojos en el momento en que sintió sus cálidos dedos recorrer sobre su piel.

Pasó sus dedos sobre su labio inferior y se relamio los suyos. Él subió una de sus manos para atrapar su cuello y agacharse más para hacer éso que anhelaba desde hace ya tanto tiempo.

Caricias en el almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora