Límites

Prólogo

Todos miraban al boliviano de reojo, ingresando a la sala de reunión en silencio que por si no lo estuvieran esperando, no hubieran notado su presencia.

Como siempre, cabizbajo, algo encorvado y sus típicas vendas en los brazos y parte del cuello.

Los murmuros no tardaron en pronunciarse al notarle un ojo morado e hinchado. Parecía habérselo hecho hace unas horas.

Llegó a su puesto, con cuidado a un lado de Chile y al otro de Perú.

Chile sonrió gustoso y Perú desvió la mirada asqueado.

—¿Como te fue mi bolita? —preguntó rodeándole su brazo por su cuello, atrayéndolo. Expresaba una sonrisa socarrona y divertida al ver el estado de su pololo.

—T-todo bien Chile. Pude salir —desvió la mirada con miedo.

—Ya pensé que lo lograrías, recuerda en la próxima: no te acerques al ruso.

—S-sólo fue por el acuerd-

—Bolita, ¿Crees que me estás entendiendo o quieres volver ahora mismo? —esa amenaza le congeló la sangre, bajó la mirada tragando duro.

—Sí, Chile, lo que tú digas —se encogió más en su sitio, sintiéndose pequeño, degradado por el que hace unos años consideraba un enemigo.

Ahora era su pareja, una tóxica.

—Cuando volvamos, como todavía estás castigado, esta vez no tomaré en cuenta tu opinión —susurró a su pareja de cerca antes de dar comienzo a la reunión.

Un escalofrío en su cuerpo, y empezó a temblar durante toda la reunión.

Chile era muy brusco últimamente, incluso violento, a la hora de demostrarse "amor" no cambiaba y terminaba con peores heridas.

Con su mano sujeta a una de sus piernas, sabía que iba a cumplir su palabra.

No podría caminar después de esto.

Entre tanto, el pensamiento del chileno era curioso:

¿Hasta dónde podrías aguantar, Bolivia?

¿Hasta qué grado aguantará tu cordura?

¿Cuál... será tu límite?

Por mientras, manipularía a su antojo al pequeño boliviano, cogerle sólo era el inicio de su sufrimiento puesto que hay mejores maneras de disfrutar de su dolor.

¿Uno psicológico para empezar?