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  Kim____ nunca pensó que escribir una novela pudiera cambiarle la vida.
   Empezó con historias sencillas a los quince años, escribiendo sobre romances imposibles entre príncipes y plebeyas, pero al cumplir los veinte los príncipes eran magnates multimillonarios y las plebeyas secretarias pobres pero inteligentes a las que todos menospreciaban.
   Pretty Love no era muy diferente, salvo porque la secretaria no era tal, sino un chico de clase baja que enamoraba al rico heredero con el que tenía sórdidos encuentros en salas oscuras en locales para gays.
   Al principio pensó en cambiar cuatro detalles para que no fuera una historia demasiado exagerada, pero a Sheila Sheron, su editora, le encantó. «Si no supiera que nunca has estado en uno de esos sitios juraría que los frecuentas asiduamente», le decía cada vez que leía el manuscrito en busca de errores.
   Y después de un revuelo más grande del que ella misma pensó, se encontraba, al lado de su editora, tras una mesa coquetamente decorada para la ocasión y a punto de empezar con la presentación de su primera novela publicada.
 
   La pequeña sala de la biblioteca estaba repleta, al menos habían setenta u ochenta personas, muchos de ellos chicos jóvenes, lo que le hizo sonreír al suponer que muchos de ellos se veían arrastrados por el morbo del sexo homosexual que describía y otros muchos quizás eran gays y se sentían curiosos por Nani Abbott, el pseudónimo con el que firmaba sus obras desde siempre. Muchos de ellos habían comprado un ejemplar y lo ojeaban mientras ella hablaba sobre su novela.
 
   La verdad es que ____ nunca se había interesado en el sexo homosexual, tenía un par de amigos que lo eran y había tenido un par de compañeras de universidad que también eran gays, pero pese a llevarse bien con ellos nunca se interesó en cómo lo hacían o en los rituales previos. Para su libro simplemente había imaginado escenas de lo más morbosas entre un hombre experimentado y un chico que era capaz de todo por un poco de ese dinero que el rico heredero le prometía. El resultado: el éxito.
   A todo el mundo parecía atraerle la historia y al terminar la presentación y la ronda de preguntas, muchos se aventuraban a sugerirle escenas con las que decorar la segunda edición, artilugios que podrían usar los protagonistas o incluso hombres nuevos con los que los personajes pudieran interactuar mientras mantenían relaciones en esas salas oscuras de los locales de ambiente que los protagonistas visitaban para sus encuentros. Ella se limitaba a sonreír y a asentir ante las narraciones de los asistentes, incluso recibió decenas de notas con los detalles que le sugerían.
   Al fin, Sheila dio por acabada la presentación y minutos después ____ salía de la biblioteca por la puerta trasera con dirección a su coqueto apartamento.
   Adoraba el lugar donde vivía, lo hacía sola, a pesar de tener un par de hermanas y tres hermanos, a pesar de que sus progenitores fueran dos madres y dos padres. Le había costado mucho poder alquilar ese apartamento de cincuenta metros en Ocean Boulevard por el que pagaba una fortuna cada mes, pero las vistas, la tranquilidad y el confort lo valía.
 
   Caminaba sonriente, segura de sí misma y orgullosa de lo que había logrado en los pocos meses que le llevó escribir su obra. Llevaba un ejemplar de Pretty Love pegado a su pecho y lo miraba continuamente, sintiendo como si ese fuera un sueño hecho realidad. Se detuvo en un semáforo, esperando que la luz roja se volviera verde y le diera paso cuando una enorme limusina blanca se detuvo frente a ella. La curiosidad la llevó a fijar la vista en una de las ventanillas largas a través de las que no se veía absolutamente nada.
   Del vehículo descendieron el chofer y el acompañante y, sin mediar palabra la agarraron de los brazos y se acercaron al coche.
   Sin saber qué diablos estaba pasando trató de librarse del agarre de los dos hombres. Forcejeó con todas sus fuerzas, incluso el libro que llevaba entre las manos se cayó al suelo tratando de soltarse, pero, lejos de preocuparse por recuperarlo lo que realmente quería era huir. Las personas que la acompañaban en el semáforo no hicieron nada por ayudarla, pese a que pidió ayuda casi a gritos. En poco menos de un minuto estaba dentro de la limusina.
   Gritó cuanto pudo, y trató de salir del coche, pero sus manos temblaban tanto que ni siquiera era capaz de subir el botón de seguridad para desbloquear la puerta.
   Golpeaba los cristales de las ventanillas con ambas manos cuando en el silencio de esa parte trasera se escuchó un carraspeo masculino. ____ buscó instantáneamente al dueño de ese sonido y encontró a un hombre, elegantemente vestido, en la parte opuesta a ella, con la mampara de separación tras él.
   —¿Quién eres tú? —Preguntó con un tono de voz suave.
   Él no respondió, siguió mirándola con ese aire hostil que le envolvía.
   —¿Qué quiere hacerme?
   Pero el hombre misterioso permaneció en silencio, con la vista fija en ella.
 
   No pasaron muchos minutos hasta que el coche se detuviera y fue entonces cuando saltaron las alarmas internas de ____. Habían llevado la limusina hasta una playa, donde a un lado quedaba la carretera y al otro lado solo había agua y arena, sin nadie que pudiera ser testigo de lo que fuera que ese tipo pretendiese hacerle.
   Cuando la puerta se abrió el hombre silencioso se desplazó por los asientos acercándose a ella. La escritora trató de salir deprisa, pero el chofer seguía ahí.
   El hombre agarró con fuerza una de sus muñecas y tiró de ella, saliendo y sacándola del coche, y caminó unos metros hasta detenerse. La soltó justo frente a él, teniéndola de frente.
   —¿Qué es lo que me van a hacer? —Estaba a punto de ponerse a llorar para suplicar por su vida—. Dios mío, me van a matar. Van a violarme, a matarme y a robarme. Me enterrarán en esta playa sin que nadie se entere jamás de lo que me han hecho...—gimoteaba mirando a su alrededor— Me van a...
   —¿Quiere callarse de una maldita vez? —Habló al fin— No me de ideas porque ganas no me faltan.
   —¿Qué quieres de mí? Yo no tengo dinero, aunque por tu forma de vestir o el coche que llevas... dudo que te haga falta.
   —Esto...
   El hombre, un joven de no más de veintidós  años, buscó algo en el bolsillo interno de la americana de su traje y, tan pronto como lo sacó se lo lanzó a la cara. ____ lo recibió, evitando que le golpease.
   —Mi libro... ¿Me has secuestrado para que te lo firme?
   —¿Para que me lo firme? Debe estar bromeando. ¿Tiene usted idea de cuánto pienso pedir en compensación por los daños que está ocasionándome con su “novela”, Señorita Abbott?
   —Daños... ¿Puedes ser más explícito?
   —Deje de tutearme, no me conoce ni tenemos ese tipo de confianza.
   —Vale. Pero tampoco sé cómo debería dirigirme a alguien que me ha secuestrado a plena luz del día y me trae a un lugar como este...
   Ambos permanecieron en silencio un par de minutos, analizándose uno al otro.
   El sol empezaba a ponerse y la iluminación amarillenta pero intensa hacía que entrecerrasen los ojos.
   ____ esperaba que dijera algo, le resultaba atractivo y verlo con esa actitud tan seria e inflexible la ponía aún más nerviosa. Sus ojos miel no se habían apartado de los suyos ni un solo segundo y eso la intimidaba, aunque no fuese a demostrárselo.
   —¿Y bien...?
   —No, bien no. Señorita Abbott, su libro ha puesto mi vida del revés en solo una semana.
   —No sé si sentirme halagada u ofendida. ¿Me ha secuestrado para decirme esto...?
   —No la he secuestrado, sólo la he traído a un lugar retirado donde mis amistades no pudieran vernos ni por accidente.
   —Oh...
   —Solamente quería informarle de mi decisión de demandarla por difamación, por publicar un libro basado en mentiras y totalmente inventado.
   —¿Difamación dice?
   El hombre se acercó a ella de un paso y antes de que ella retrocediera estiró el brazo y le quitó el libro de las manos. Lo sacudió frente a su cara y lo abrió por la página cincuenta y tres.
   —Jimin bajó las escaleras sintiéndose excitado con solo pensar en kook —leyó, alzando la vista un segundo para mirarla—. Llevó las manos a su cinturón en la más completa oscuridad, mientras se encendía cada vez más imaginando la boca de ese chico alrededor de su erección. Kook era todo lo que Jimin no había encontrado nunca en una mujer, y las había tenido a montones: la modelo pelirroja, la actriz rubia, la secretaria de caderas anchas y labios sensuales, incluso la última, la científica de ojos negros con la que había llegado a comprometerse.
   —¿Qué tiene de malo ese fragmento?
   —Me pregunto cuando diablos me ha visto usted acudir a un lugar como el que describe. De dónde ha sacado la información sobre mis ex o cómo sabe sobre mi compromiso, un compromiso que duró sólo unas horas y que no sabía nadie más que Euleen y yo.
   —¿Acaso está diciendo que me he basado en usted para el personaje de Jimin?
   —Bueno, a las pruebas me remito. Salvo la relación homosexual... el resto es una descripción total y absolutamente detallada sobre mí.
   ____ empezó a reír. Aquello no solo parecía la alucinación de un demente sino que rayaba en lo absurdo. Lo miró, secándose la lágrima que se escurría por el rabillo del ojo y después de darle una palmada en el brazo pasó por su lado y siguió caminando por el borde de la carretera ante la mirada sorprendida de ese hombre.
 
   Cuando Park Jimin entró en la limusina dejó ir la sonrisa que había contenido y la maldijo mientras lanzaba el libro contra la mampara que separaba la parte del conductor de la suya.
   Nadie, jamás, en toda su vida, le había humillado del modo en que esa chica lo había hecho, y pensaba llegar hasta el final, por muy bonita que la hubiera encontrado, por mucho que le hubiera gustado ese perfume sutil que usaba, o por mucho que le hubieran hipnotizado esos ojos castaños oscuro. Iba a denunciarla por libelo y le haría pagar por todo lo que estaba pasándole a causa de ese libro.

No soy tu cenicienta (Park Jimin Y TN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora