🎈3🎈

9 1 0
                                    

   DÍAS después del juicio ____ había decidido tomarse un pequeño descanso, un par de semanas en algún lugar, no muy lejano, que se llevase toda la tensión por la que había pasado ese día y que aún la afligía.
   Luisa, una lectora y amiga desde hacía un par de años, llevaba una inmobiliaria, ella era quien le había conseguido el apartamento en el que vivía. Media hora después de su llamada le informó sobre una casita en la playa. Un lugar apartado de la civilización, barato y tranquilo, pero el único inconveniente era que no podía pensarlo demasiado, mucha gente trataba de alquilar esa casa y si ella decía que no, no podría repensarlo.
 
   Solo iba a estar un par de semanas, por lo que cogió poca ropa.
   Esos días iba a dedicarlos a pasear, a inventar personajes nuevos y a relajarse. Ni siquiera iba a llevar su móvil.
 
   Detuvo el coche en el camino que llegaba hasta la casita y se bajó de él, mirando hacia la playa, hacia la inmensidad del océano, hacia el horizonte. Si había algo que amaba sobre todas las cosas era el mar, el olor a salitre, el sonido de las olas y el tacto de la arena en sus pies descalzos. Adoraba acercarse a la orilla en días grises y sentir el aire frío golpeando su piel, quizás incluso ver los rayos de tormenta aproximándose por el horizonte.
   Tomó aire con fuerza y entró en la casita. Estaba decorada en blanco y gris y olía a madera, como si hiciera poco hubieran cambiado los suelos o como si estuviera recién amueblada. Todo parecía mucho más espacioso que lo que podía apreciarse por fuera.
   Dejó las maletas en la entrada y fue a la cocina para comprobar que la nevera estuviera limpia y cuanto espacio había para guardar comida y, minutos después estaba en la carretera, en busca de un supermercado en el que hacer la compra para esos días.
 
   La primera semana pasó mucho más que deprisa, desconectar de todo sentaba mejor que bien y le había ayudado no solo a descansar sino a rellenar decenas de folios con datos detallados de los personajes de la novela que había empezado antes del juicio.
   La segunda semana pasó aún más deprisa. A pesar de haber tomado esas mini vacaciones totalmente sola y haber estado aislada de todo, las horas se iban en un abrir y cerrar de ojos y antes de lo que deseó, estaba de vuelta a casa, donde le esperaban cientos de emails, decenas de cartas y paquetes y las llamadas de su editora con novedades sobre el libro.
 
   No hacía ni veinticuatro horas que había vuelto de su aislamiento cuando empezó a sentirse agobiada. Adoraba su trabajo de escritora pero le estresaba todo lo que había después, entrevistas que responder, emails de personas a las que le habían gustado su libro y le agradecían por el buen rato que les habían hecho pasar con él...
   No hacía ni veinticuatro horas de su regreso y ya pedía a gritos unas nuevas vacaciones.
 
   Pasaba del medio día y llegaba la hora de la comida cuando alguien llamó a su puerta. Eran toques fuertes y escandalosos. Pensó que sería el chico de la recepción de su edificio, supuso que había recogido el correo y se lo subía para que no tuviera que bajar ella, como era costumbre en él y abrió la puerta sin pensar lo que se encontraría tras ella.
   —¡Jimin! —Exclamó sorprendida— ¿Puedo saber qué haces aquí? ¿De dónde has sacado mi dirección?
   El muchacho la miró de arriba abajo. Vestía mucho más sencilla de lo que pensó: unas mallas hasta las rodillas de color negro y una camiseta blanca muy escotada y de tela fina y suelta.
   —Venía en la denuncia, junto a tus datos —respondió lánguidamente.
   —No sé qué quieres pero no quiero que pienses siquiera en volver a venir. Yo no tengo nada que hablar contigo.
   —Me da igual, ____ —dijo su nombre como si le hubiera mentido en ello— Tienes que ayudarme.
   La muchacha lo miró con incredulidad, la llevaba a juicio y ahora le pedía ayuda como si tal cosa.
   Cruzó los brazos sobre el pecho y permaneció en silencio, mirando las escaleras, invitándole con su actitud a que se marchase, lo que él ignoró por completo.
   —Necesito que me ayudes —repitió, con un tono infinitesimalmente más suave.
   —No veo en lo que deba ayudarte, Jimin. Así que, si me disculpas por la grosería...
   Llevó las manos a su pecho y le empujó hacia atrás para poder cerrar la puerta y dejarle fuera, pero él actuó deprisa, la agarró por los brazos y girando como si bailasen la dejó a ella en el punto en el que estaba él y se adentró en el apartamento.
   ____ llevó las manos a su cintura y vio como ese sexy pero indeseable hombre se comportaba como si estuviera en su casa.
   Cerró la puerta y caminó tras él hasta el salón, dónde Jimin curioseaba sin intención alguna de disimular.
   —Necesito que te hagas pasar por mi novia. —____ sintió como si esas palabras hubieran llegado a ella como una fría ventolera de invierno, y se encogió cuando un escalofrío recorrió su espina dorsal—. Tu famoso libro ha causado estragos entre mis amistades y mi familia, y necesito que me ayudes con ello.
   —El libro no está basado en ti —repitió como en tantas otras ocasiones.
   —Aunque el juez te diera la razón sigo pensando que tu protagonista gay soy yo.
   —Bueno, Jimin, si te empeñas, puedes pensar lo que tú quieras. No me importa. Pero...
   —Me lo debes, por poner mi vida patas arriba.
   ____ se acercó a él con paso firme y lo agarró del brazo para llevarlo a la salida, pero él se detuvo.
   Era más alto que ella, e inevitablemente, también era más fuerte. Aunque hubiera querido, si él no le dejaba, tampoco podría sacarlo de allí con facilidad.
   —Puedo pagarte, si es lo que quieres.
   —No. Gracias pero no. Lo que quiero es que te largues de mi apartamento. Si necesitas una novia puedes pedir a alguna de tus amigas que lo haga, o contratar a alguien.
   —Mis amistades creen que soy gay, y las chicas con las que solía salir ni siquiera me dirigen la palabra. ¡Vamos! Apuesto a que debajo de esa coraza de chica dura hay un corazón. ¿Crees que habría venido hasta aquí si tuviera otra alternativa?
   Aquella fue la gota que colmó el vaso. ¿Se rebajaba a pedirle algo como aquello porque no tenía más opciones? Siguió empujando hasta sacarlo por completo y, antes de que articulase una sola palabra más cerró la puerta con un sonoro golpe.
 
   Hacía más de una hora que lo había sacado de allí y seguía con la sensación de que andaba cerca, así que se vistió con intención de salir. Pasearía por la playa hasta que anocheciera y luego, cuando tuviera la certeza de que aquel tipo se había esfumado, volvería a su apartamento.
   Al bajar el escalón que separaba el vestíbulo de su edificio de la calle lo encontró de frente, apoyado en el capó de un coche blanco aparentemente afligido. Jimin era realmente atractivo, ya se había dado cuenta de ello la primera vez que lo vio, y cuanto más lo veía más le gustaba, incluso por un momento dudó en acercarse y aceptar su petición, pero luego recordó la demanda, el juicio y sus modales, y se giró para empezar a caminar y alejarse de allí como si no lo conociera, como si no tuviera nada que ver con ella.
 
   Llegó al faro al que solía ir y se sentó entre los matorrales donde se había dormido la vez anterior. Por más que trataba era incapaz de sacar a ese chico de sus pensamientos, sus ojos, su voz, ese aroma masculino que flotaba a su alrededor.
 
   Jimin no era un chico de fingir nada, nunca había tenido que hacerlo. Había salido con las chicas que había querido, había comprado lo que le apetecía y había actuado como le había dado la gana hasta la publicación de ese libro que le traía de cabeza y ahora necesitaba que todos supieran que él no era el protagonista de Pretty Love, por muchas similitudes que hubiera con el personaje de Nani Abbott.
   Llamó a una docena de chicas con las que salía asiduamente pero, las que aún le dirigían la palabra fingían tener cosas mejores que hacer que salir con un guapo millonario.
   Pensar en ____ fue la última de sus alternativas. Después de debatirse entre dejar que creyeran lo que quisieran con respecto a su orientación sexual y hacer que ella, que le había perjudicado como lo había hecho, pagase haciéndose pasar por su novia, le pareció la mejor aunque más descabellada opción.
 
   Al subir al coche tenía más que claro lo que le iba a decir, pero a medida que se acercaba a su destino más se arrepentía de su propia decisión, y al tenerla de frente deseó por un momento que aceptase sin miramientos.
   Cuando lo sacó de su apartamento pensó en llamar hasta que se cayera la puerta, pero bajó sin más.
   Esperó mucho, mucho rato mientras buscaba las palabras adecuadas, era evidente que ella necesitaba otro tipo de argumentos, otro tipo de ataques, pero lo único que lograba era repetir en su imaginación la escena de ella abriendo la puerta y mirándolo como al enemigo que era.
   Marcharse y no insistir era la opción más acertada, pero en ese momento la vio salir.
 
   Ella caminaba a paso rápido pero no lo suficiente como para que no pudiera seguirle con sus largas zancadas.
   La siguió hasta un faro, un tanto retirado de donde vivía. Lo poco, o muy poco que conocía de ella le decía que no era como pensaba. Las chicas con actitudes fuertes nunca buscarían lugares tan bohemios.
 
   Cuando la vio sentarse en la arena, entre matorrales, no pudo más que imitarla. Se acomodó a su lado y estiró las piernas, apoyando sus manos detrás.
   —¿Qué... qué haces aquí?
   —¿Sabes? La cicatriz de mi cintura me la hizo mi hermano, buceando. Estábamos con el yate en un arrecife cerca de las maldivas, y mi padre nos pidió que fuéramos a pescar. El que llevase el pez más grande obtendría una parte más grande de la herencia.
   —¿Por qué me cuentas eso?
   —Resulta que yo solo tenía diez años, y mi hermano con diecinueve ya era un tipo despiadado. Yo llevaba una lanza pequeña, algo bastante inofensivo, pero mi hermano llevaba un arpón.
   ____ frunció el ceño al imaginar lo que iba a decirle.
   —Buceaba detrás de un pez que a mí me pareció enorme cuando de pronto lo vi disparando la flecha. Luego todo se volvió oscuro.
   —¿Y qué pasó? —Preguntó curiosa.
   —Morí y me convertí en un personaje de ficción... —sonrió.
   —Idiota...
   Se puso en pie tratando de ocultar una sonrisa y empezó a caminar, pero Jimim siguió hablando.
   —La flecha atravesó el hígado y el intestino y pasé un mes en coma. Lo más gracioso es que mi padre consideró que el pez que había pescado mi hermano era lo suficientemente grande como para darle dos tercios de la herencia.
   Ambos permanecieron en silencio unos minutos. Él con la vista fija en el horizonte y ella sin poder apartar los ojos de él.
   —El resto de la herencia puedo perderla a causa de tu libro...
   —¿Tan grave sería si realmente fueras gay? Porque eso es lo que más te preocupa, ¿no?
   —A mí no. Aunque lo fuera, creo que mi sexualidad solo me concierne a mí. Pero todo mi entorno parece más preocupado en ello que yo. Por eso te he pedido que me ayudes. Todo lo que me está pasando es por tu libro.
   ___ volvió a sentarse a su lado, pensando qué hacer. Fingir que salía con él no tenía por qué ser tan malo, aunque no soportase esa actitud de un rato atrás, después de que él le contase lo de su cicatriz no le pareció alguien tan malo, no por la historia sino por la forma en la que lo había hecho.
   —¿Y qué se supone que tendría que hacer exactamente? —Preguntó sin mirarle.
   —No gran cosa. Dejar que te visite un par de veces, salir, quizás, a tomar un café, a comer otras dos o tres veces y creo que con eso bastará. Solo necesito que nos vean juntos, que crean que salimos.
   —¿Puedo pensarlo? —____ la miró y sonrió. Al fin y al cabo ella no era tan despiadada como había pensado.

No soy tu cenicienta (Park Jimin Y TN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora