17: him and i// the end

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Marinette

– ¿Están seguros? – miré por nueva cuenta a Adrien, cruzando nuestras miradas y asintiendo al mismo tiempo.

– Lo estamos. – acarició mi dorso con su pulgar.

– Entonces... Bienvenidos, Ladybug y Chat Noir.

Corríamos por toda París y saltabamos por los techos sin descanso. Sentía una euforia hermosa, tremenda. Comenzaba a cansarme, pero simplemente no podía parar. Habíamos vuelto, los grandes héroes de la ciudad habían vuelto para no irse en un buen tiempo más.

– Estoy muy feliz de ver a mi bichito otra vez, pero deberíamos ir a tomar un helado, ¿no crees? No quiero tenerte desmayada en un techo.

– Eso no va a pasar.

– El doctor dijo que debías descansar un tiempo más. Tú no deberías estar corriendo, definitivamente.

– ¡Fueron unos minutos!

– Horas, bogaboo, horas. Vamos, te prometo que cuando estés bien, saldremos una noche y nos iremos cuando tú así lo quieras, pero por hoy es mucho. – tomó mi mano y me condujo a un callejón. Ya en el suelo, me crucé de brazos formando un puchero con mis labios. – Es por tu bien. – bufé e invoqué mi destranformación. Adrien entrelazó nuestros meñiques y comenzó la caminata en busca de André. Era verano y hacía demasiado calor para estar con las manos pegadas. Íbamos en silencio, intercambiando miradas y sonrisas de vez en cuando.

– Podríamos ir a cenar con tu padre. – propuse con tranquilidad.

– Eso suena maravilloso, princesa. – habían pasado varios meses desde la última pelea. Nathalie había mejorado su salud y Gabriel se tomó un descanso para pensar y recomponerse. Como habíamos dicho, no habían rencores por ninguno de los dos. Nuestra relación había mejorado increíblemente, igual que la suya con Adrien. Estaban mas cerca, charlaban de otras cosas que no fueran sus horarios y salían a tomarse un café de vez en cuando. Yo pasaba gran parte del tiempo en la mansión. A veces ayudaba a Gabriel con diseños para futuras temporadas y otras preparaba la cena. Adrien le daba la tarde libre a los chefs y dejaba la cocina en mis manos. Todo parecía ir de maravilla.

Nos sentamos a las orillas del río, con las piernas colgando hacia el agua sin tocarla. Cada uno sacaba pequeñas porciones y nos mirabamos para corroborar que no nos mancharamos al comer. En cierto momento, acercó su pulgar a la comisura de mis labios, limpiando un poco de helado que se había escapado. Besó la zona con suavidad y los flashes no tardaron en aparecer. Rió y juntó nuestras frentes. Sonreí con las mejillas ardiendo y pronto sentí las mariposas volar en un beso lento, lleno de amor, cariño y sabor a menta con arándanos. El helado quedó en el olvido. Las personas y sus fotos también. Entonces sólo éramos nosotros. Todo era perfecto, hasta que...

– E-e-espera. – tiré la cabeza hacia atrás mientras buscaba el sol con prisa. Llevé mi antebrazo a mi boca y estornudé, una y otra vez. La temperatura estaba bajando y mi resfrío descontrolado se dejaba ver.

– Te dije que debías descansar. Vamos, te llevaré a casa. – negué con la cabeza estornudando por nueva cuenta.

– Iremos a cenar con tu papá.

– Pero...

– Me quedaré en la habitación de visitas o como sea. Dije que cenaríamos con él y es lo que vamos a hacer. – me levanté con cuidado de no caerme.

segunda oportunidad // MLBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora