Se supone que todo estaba bien, ¿no?
Lo recuerda, horas atrás en el salón de clases, todos hablando de sí mientras se mostraban sus exámenes mutuamente. Recuerda la sonrisa triunfal de Serena con Miette, ambas presumiendo sus notas por encima de los ochenta, muy pocos ejercicios marcados con rojo, a diferencia de los de él, una hoja que, con suerte, tenía al menos cinco ejercicios bien y lo práctico medianamente bien respondido, casi todo es rojo en su examen, con un nada agradable cuarenta y siete marcando la esquina de su hoja.
Y ella... Ella solo está ahí, riendo mientras observa su propia calificación que raspaba el aprobado, un setenta exacto, como muchos otros que ya había tenido, buenas notas que decían mucho de una recién transferida y que, sorprendentemente, era más agradable de lo que se veía a simple vista, sobre todo cuando se la pasaban discutiendo casi todo el tiempo y, regularmente le gritaba o golpeaba.
Suspiro, regresando su mirada al papel por el que su madre lo mataría cuando llegara a casa, una razón más para visitar la casa de Brock y estudiar junto a sus pequeños hermanos, el repaso que daba con ellos era lo que siempre le ayudaba a pasar de año, a pesar de que esos niños iban a grados más que inferiores a donde estaba el.
—¿Otra vez por debajo de sesenta?
Arrastra ligeramente su silla hacia atrás, haciendo ese horrible sonido de chirrido mientras la hoja desaparece rápidamente de entre sus manos, ella está ahí, recargada ahora en su propio pupitre mientras revisa la hoja con una sonrisa, antes de mirarlo y reír, empezando a hacerle diversos dobleces al papel.
—¿Nuevamente un número cerrado? Siento que no te estás esforzando cómo podrías.
—Mejor ponte a estudiar, Ash. A este paso, te dejaré atrás antes de que puedas darte cuenta.
—¿Ah sí?
Faltó poco para que empezaran a discutir una vez más, acompañados de las risas de sus compañeros más cercanos, antes de que su atención fuera requerida por otros compañeros que desde hace rato parecían haber intentado captar su atención, ignorando por completo que Misty pasaba a sentarse nuevamente donde le correspondía, aun entretenida con su examen el cual seguía doblando.
Con una grulla de papel descansando en una esquina de su pupitre.
Horas después, había caminado por los solitarios pasillos de la escuela, los brazos tras la cabeza y la mirada perdida en las ventanas. La campana de salida toco hace media hora y aunque el plantel aún no va a cerrar ya que hay alumnos en actividades extras, para su amiga transferida y el, sin pertenecer a un club, no les quedaba nada más que hacer ahí, por lo que buscarla para irse juntos, como lo habían estado haciendo desde que se enteró que se mudó no muy lejos de donde vivía, parecía siempre la mejor idea del mundo cuando las clases terminaban.
Pero su idea siempre quedaba en el olvido, cuando se detenía frente a una solitaria aula y su mano se quedaba estática en la puerta, incapaz de deslizarla, quedándose quieto mientras escuchaba un conocido llanto llegar levemente a sus oídos.
No es la primera vez que la escucha, y seguir imaginando sus lágrimas le hace sentir mal en cada ocasión, pero no importa cuánto se lo piense ni los minutos que transcurran, al final siempre termina soltando la puerta y retorciendo lentamente, intentando no hacer ruido mientras se acomoda contra la pared y se sienta en el frío azulejo del pasillo, con su mochila a un lado y las piernas retraídas hacia su pecho, buscando estar lo más cómodo posible mientras esperaba.
Exactamente, ¿Que estaba esperando?
Siempre era lo mismo, ella llorando dentro de un aula y el esperando afuera, mordiendo los labios mientras intenta tragarse la cantidad de preguntas que quiere hacer, pero que tras ver su sonrisa y su intento por demostrar que todo está bien, como todos los días, simplemente no puede hacerlo y responde con una sonrisa él también, antes de señalar hacia afuera e invitarla a caminar juntos a casa.
Pero no por eso está a gusto. Y así como no puede preguntarle a ella porque no sabe si hay la confianza suficiente, tampoco puede comentarlo con nadie más de la escuela, porque es relativamente nueva y nadie más la conoce, ni siquiera él lo hace y aquí está, sentado, esperando, dándole privacidad mientras cuida que nadie más se acerque por el pasillo para molestarla, casi como un perro guardián.
—¿Ash? ¿Otra vez esperándome?
Alza la mirada desde su lugar en el suelo, notando lo rojos e hinchados que se encontraban sus ojos, su amable sonrisa, tal vez bien ensayada, que le daba un aspecto más melancólico que otras veces. Su angelical apariencia no hace otra cosa más que llenarlo de impotencia, cada vez más, dentro o fuera del aula, su única conclusión es que no puede hacer nada por ella, más que caminar a su lado para distraerla, acompañarla, esperar a que sea el tiempo adecuado y puedan hablar de lo que ahora no pueden.
—¡Obviamente, Misty!
No tiene verdadera energía para regresarle la sonrisa, pero lo intenta, esforzándose lo más posible para que se vea tan real como la de ella, levantándose de un brinco y tomando su mochila una vez más, el cielo rojo a la distancia es el aviso de que no falta mucho para que los guardias empiecen a recorrer la escuela y sacar a los pocos alumnos que quedan en el plantel.
—¿Nos vamos ya?
—Si, es hora.
Alcanzan a moverse hacia la salida antes de que un guardia los encuentre, despidiéndose de los pocos otros alumnos que también se quedaban de última hora, antes de empezar a caminar uno al lado del otro, atravesando el bullicio de varias calles, entre risas y comentarios aleatorios que siempre pasan como nuevos, aunque el día anterior también los hayan mencionado.
El último tramo es una calle vacía, antes de atravesar un puente para finalmente separarse e irse cada uno por su lado, prometiendo verse al día siguiente, en ese mismo puente para ir a la escuela, asegurándose de que ese mañana se cumpliría independientemente de cualquier cosa.
—Oye Misty, tú crees, ¿que yo me esté equivocando en mis acciones?
Hay un silencio incomodo entre los dos, avanzando por la calle antes de empezar a atravesar el puente, mientras la caída del sol pinta de rojo la mayor parte del lugar, haciendo que sus sombras se distorsionaran conforme iban caminando.
—¿De qué hablas Ash?
—Nada, nada. Olvídalo —respira profundo, nervioso, antes de girarse para verla detenidamente, intentando grabar su aspecto en su memoria, como si temiera que desapareciera de su lado en cualquier instante—. Son solo tonterías de mi parte, olvídalo.
Al final, todo queda como un simple recuerdo borroso en su memoria, alguien a quien, repentinamente, ya no deseaba recordar más.
Tal vez y solo tal vez... Si se equivocó.
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Pokeshipping Week 2019
FanfictionSiete historias de amor dedicadas al Pokeshipping, basadas en los promp de este año, 2019.