2. despedidas y bienvenidas

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Había pasado una semana desde el accidente y en ese tiempo ninguno había salido. Los Cullen habían permanecido encerrados, casi ni se permitían salir de caza, e incluso me habían pedido hechizos de protección para que nadie pudiera encontrar la casa desde fuera. Ninguno de nosotros había ido a clase, ni si quiera Carlisle había ido a trabajar, y eso era lo que más me preocupaba.

Bella había intentado contactar conmigo, pero tenía prohibido coger el teléfono u orbitar fuera de casa. Todo esto no venía acompañado de ninguna explicación y casi no veía a mis hermanos porque se pasaban todo el día reunidos en el despacho de Carlisle. Esme o Alice se encargaban de vigilarme, aunque ellas dijeran lo contrario. Estaba completamente aislada del mundo exterior y lo odiaba.

Así que empecé a pensar en posibles razones. La primera fue que Jasper necesitaba un poco de tiempo antes de volver a la normalidad y por eso no querían que nadie humano se acercara a la zona, especialmente Bella. Pero de haber sido así me habrían mantenido alejada de casa y Edward habría estado pendiente de su novia las veinticuatro horas del día.

También era muy raro que ninguno saliera de casa, ni siquiera a cazar. Y había hecho sol, muy buen tiempo como para excusarse.

Mi segunda opción era la que seguía manteniendo hasta el día de hoy: Victoria. El único motivo por el que me mantuvieran encerrada y los demás cuidaran la casa como si fuera un castillo. Tenía que ser eso. Había vuelto y estaba sedienta de venganza después de que mi hechizo hubiera avivado el fuego infernal que hizo a James desaparecer para siempre.

¿Y Bella? Quizás ella no corría peligro si Victoria venía a por mí. Alice sabría la verdad.

Me llevé una mano a la cabeza, por quinta vez consecutiva, y me rasqué con fuerza el cuero cabelludo mientras me mordía las uñas de la otra mano. Caminaba de un lado para otro en la habitación, y ya empezaba a marearme después de una semana repitiendo ese patrón cada diez minutos. Cuando no pude aguantar más, me dirigí hacia la puerta y la abrí con fuerza, decidida a bajar y pedir explicaciones.

—Estoy segura de que lo que estáis haciendo es muy entretenido, pero tenemos que hablar.

Cuando llegué al salón, todos estaban sentados en los sofás en completo silencio. Al verme, Carlisle se levantó y me sonrió con dulzura, extendiendo su brazo hacia mí a modo de invitación para que me uniera a ellos. Quería devolverle la sonrisa, pero no pude. Me habían estado ocultando información por mucho tiempo y eso no me gustaba para nada.

—¿Vas a romper con nosotros? —preguntó Emmett, doblando el periódico para mirarme con una sonrisa burlona.

—Puedo romperte algo, si quieres.

Apreté los labios en una sonrisa fingida y me giré para mirar a Carlisle.

—¿Qué narices está pasando? —cuestioné, alzando las manos tan alto que cuando cayeron chocaron contra mis muslos— No hemos salido en una semana.

Pasé mi mirada por cada uno de ellos para estudiar sus reacciones.

—Edward —dijo suavemente Carlisle, aunque su tono fue autoritario— Es el momento de que hables con ella.

Fruncí el ceño, sin imaginar qué podría venir después. Edward evitaba mi mirada, luchando en su interior, y esperé mientras los latidos de mi corazón parecían salirse de mi pecho. Cuando tuvo la valentía suficiente, cogió una bocanada de aire, como si le fuera necesario para no ahogarse, y me dirigió la palabra.

 Cuando tuvo la valentía suficiente, cogió una bocanada de aire, como si le fuera necesario para no ahogarse, y me dirigió la palabra

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luna nueva || jacob blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora