Dicen que el silencio puede ser ensordecedor. Nunca entendí a qué se refería hasta que tuve que vivirlo; en aquellos días de invierno en los que el frío congelaba todo a su al rededor y coloraba tu nariz de color carmín, el silencio perturbaba mi tranquilidad cómo nunca lo pensé.
Mi mente recordaba cada risa y cada palabra tuya dicha dentro de estas cuatro paredes en las que me encuentro, desde tu partida he evitado tanto el celular, he evitado la música, vivo esquivando pequeños trozos de ti regados por mis pensamientos, divagas en mi mente, pequeña alma traviesa que no quiere ir a jugar en los pensamientos de alguien más.
Tengo que sincerarme contigo, me he aferrado a un fantasma, uno pequeño y tímido que apenas se atreve a sonreír, en mis noches incontables de insomnio me abraza y repite siempre la misma frase "me tengo que ir", siempre le pido que no se vaya, que lo haga cuando el sueño me domine y mi cuerpo caiga rendido ante Morfeo, la pequeña alma accede siempre, por la mañana ya no esta, sólo se deja ver cuando hay demasiado ruido en mi cabeza, a pesar de que dice que se tiene que ir, no hay momento en donde no decida quedarse media hora más.
Pequeño fantasma, me he aferrado tanto a ti que me es imposible dejarte ir de nuevo, aunque sólo pueda tenerte en momentos en donde mi soledad provoca ruido en medio de un gran silencio.