-¿Ves algo? -preguntó Timor. Yo solo negué con la cabeza- Bien...veo que te portas de maravilla, mi hermana cuando vea que no tienes ningún clavo en tu piel, se quedará flipando en colores.
Quería preguntarle "¿Tienes hermana?", pero la cinta que sellaba mis labios me lo impedía.
Me estremecí con solo imaginarme el horrible dolor que sentiría si solo intentaba escaparme o abrir la puerta, lo cual podría lograr, pero no quise arriesgarme. Me di otro golpe, el coche había pasado por una bache.
-Si dolet sius domitare (<Asiente si te has hecho daño<) -dijo serio.
Asentí ligeramente.
-Circiter quinque minutes nos sumus (<Estamos cerca, cinco minutos y llegamos>).
Lo agradecí mentalmente, solo temía porque me clavase esos clavos en mi piel. Lo que me fastidiaba es no poder ver, ya que si en algún momento yo pudiera hacer una llamada, podría darles la dirección y guiarlos para que me rescataran de esta tortura. Sentí como el coche subía una colina.
-¡AH! -oí como se quejaba.
Después lo entendí, porque una luz que atravesó el pañuelo de mis ojos me deslumbró. En teoría, a los vampiros no les puede dar la luz, y menos la solar. Por alguna extraña razón intenté preguntarle si estaba bien, pero me acorde de que tenía cinta aislante sellando mis labios. El coche paró.
"Por favor Jesucristo, dime que ya hemos llegado, las cuerdas me están matando" supliqué mentalmente.
-Nos venit (<Hemos llegado>).
Quise dar un suspiro de alivio, pero por obvias razones no pude. Abrió la puerta, y al verme allí medio sollozando me acarició la mejilla.
-Nolite ergo solliciti esse (<No te preocupes>) -dijo y me quitó el pañuelo de los ojos, haciéndome clavar mi vista en su mirada rojiza.
-Non nocuerunt mihi (<No me hagas daño>) -supliqué entre lágrimas después de que Timor me quitara la cinta.
-Quiescis (<Tranquila>) -dijo quitándome la cuerda de los tobillos.
-¡¿COMO PUEDO ESTAR TRANQUILA?! -grite- ¡LITERALMENTE ME ESTAS SECUESTRANDO!
Me ayudó a ponerme en pie, cerró la puerta y me empujó quedando con las manos en el capó. Se me acercó al oído.
-Te habrías salvado si no me hubieras gritado Candy -mencionó con sonrisa psicópata.
Se fue al maletero. Lo abrió y vi como sacaba clavos y un gran martillo de uña. Tragué saliva y empecé a sollozar mientras las lágrimas no se podían contener y comenzaron a caer por mis mejillas.
-Ahora si que puedes estar nerviosa -dijo Timor acercándose a mi jugando con el martillo.
-Por favor, me arrepiento, no volverá a pasar...ten piedad por favor, no volverá a ocurrir... -supliqué arrodillándome ante el.
-Muy tarde para el arrepentimiento Candy, muy tarde.
-Te lo suplico, haré lo que sea, donde sea, cuando sea...no me hagas daño... -dije a punto de estallar en llanto.
Me sonrió esta vez con normalidad. Se puso de cuclillas frente a mi y me miró con ternura. Yo baje la mirada junto a la cabeza, pensando en lo que iba a hacer...¿Me clavaría de una vez los clavos? ¿Me mataría? ¿Entraríamos de una jodida vez a la casa? Esperaba que fuese la última opción. Puso un dedo en mi mentón, subiendo mi cabeza lentamente obligándome a mirar esos ojos rojos tan intimidantes.
-Te lo perdonaré hoy, -comenzó- pero solo hoy, la próxima vez trata de usar el tono adecuado, ¿Me has entendido?
No me salían las palabras, no logré articular ninguna. Solo asentí con la cabeza con nerviosismo.
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Vampiro Secuestrador
Vampir-Candy Pulchram, tan hermosa, tal y como lo dice tu apellido -dijo Timor acercándose a su cuello con deseo reflejado en sus ojos rojos. -¡Suéltame! -gritó Candy intentando soltarse de la cadenas.