FUIMOS SOPLOS DE AIRE

2 0 0
                                    

Aquí, hoy, mirando las horas, días y años pasar. Y algo me viene a la mente, y decido que hoy es mi día de ponerme melancólica, mientras siento una ligera brisa rozarme como la caricia de un ángel. Decido acordándome de nosotros, como las brisas frescas en verano y las frías en invierno. De lo bueno de esa mezcla nuestra.

Sigo acordándome de cuando nos conocimos, como quién no quiere la cosa, sin esperárselo, pero sin huir. Sin salir corriendo pensando en lo malo que podría pasar.

Nosotros no, no pensamos en eso. En lo malo que podría salir de estar juntos. ¿Cómo hacerlo cuando te sientes tan bien? ¿Cómo hacerlo cuando te sientes flotar en el exiguo suspiro del aire? ¿Cómo hacerlo cuando éramos esa mezcla de lacónicos caminantes? ¿Cómo hacerlo cuando éramos dos motas pasajeras?

Fuimos errantes en nuestra propia vida y en la del otro. Dos motas de un conjunto inmenso que les interesaba el ahora solamente. El hoy, este día, este segundo. Porque el mañana podría no llegar nunca, porque no queríamos pensar en él. Y es que ambos huíamos de los planes y responsabilidades. Así que, ¿cómo no íbamos a ser soplos de aire?

Esos nómadas que huían de la desesperación y el estrés de pensar en el mañana, hacer planes que a lo mejor no se iban a cumplir, promesas que se iban a romper... Fuimos infinitamente minúsculos y minúsculamente infinitos. Fuimos la sensación de bienestar de la brisa de verano y la tristeza de la de invierno. También la rapidez con la que las palabras vuelan y los pensamientos llegan a nuestra mente.

Fuimos intrépidos, temerarios, aventureros, pues no nos paramos a cuestionar nada, ni siquiera si al hacer esto, estaríamos abriendo una nueva Caja de Pandora y sacando nuevos males. Ni siquiera pensamos en el daño que nos podríamos hacer porque a nosotros, eso no nos importaba, pues ambos éramos el todo y la nada de un instante. Y mucho menos, nos considerábamos Romeo y Julieta, pues no pensábamos en que, si uno se iba, el otro moriría de pena.

Llegamos como el silencio y nos fuimos como el suspiro. Sin remordimiento, sin mirar atrás, ni de decir últimas palabras. Duramos lo que quisimos durar y fuimos felices el tiempo que quisimos.

No fue doloroso, ni inesperado. Ambos sabíamos que seríamos un recuerdo efímero del otro, algo para recordar, una aventura nueva y única. Sabíamos que ninguno se iba a llevar el corazón del otro, ni siquiera una mísera ventana. No fuimos golondrinas ni marinero que vuelven a casa con el paso del tiempo. Ni seríamos lo eterno del otro. Sabíamos que no nos podríamos tener para siempre.

Éramos pájaros que necesitaban volar libres, sin cadenas, ni ataduras. Éramos los caballos que corrían libres por el prado, el agua continua de los ríos. El instante de una risa, de una carcajada, de una sonrisa. Éramos la escena de nosotros corriendo y gritando a voz de grito, sin pensar, sin dudar, sin sentir miedo. Podríamos, también, haber seguido juntos sin ataduras, pero no lo quisimos. Así de tan sencillos éramos. No había peleas, ni celos, pero tampoco fidelidad, ni amor. Solo esto, aquí, en este segundo. Lo demás, no importaba, no ocupaba nuestra mente. No estábamos hechos de eso. Éramos como las historias de los trashumantes que llegaban a un lugar atraídos por los vientos del levante.

Solo fuimos eso.

Simples soplos de aire.

Motas que van y vienen.









MEMORIAS DE NOCHES EN VELAWhere stories live. Discover now