REBELDÍA

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Se vuelve a levantar tras recibir el quinto, sexto o séptimo golpe, bueno, a lo mejor había recibido más, pero eso nadie lo puede asegurar con certeza, ni si quiera ella misma.

Lo único de lo que se dio cuenta es de ese sentimiento que estalló en ella cuando aún estaba tirada en el suelo, indefensa, sin ayuda y aterrada.

Ese sentimiento apareció en su interior como un relámpago, con fuerza, sin que ella fuera consciente de él, sin que lo planeara. Un cosquilleo recorrió todo su cuerpo, hasta llegar a su cabeza, y fue como si algo se hubiese encendido, como si una chispa hubiese saltado iniciando un circuito que hace años que estaba apagado, que él había apagado.

Apretó los puños y en menos de 3 segundos algo dentro de ella cambió, para dar un nuevo giro. Se vio a si misma desde todas las perspectivas que pudo en menos de una milésima de segundo y pensó "¿Realmente soy yo la culpable de esto? ¿Realmente me lo merezco?" en menos de dos segundos, tomó una decisión. Una que le cambiaría la vida por completo "No, yo no soy la culpable"

Ella no merecía que él no la respetara, que se fuese de copas porque, a su parecer, no soportaba mirarla cuando estaba en casa al no ser una buena mujer (OBEDIENTE), que se acostara con otra y ella tuviera que aceptarlo y callarse. 

No tenía que soportar los insultos, su desprecio, no solo cuando estaban en privado sino también ante más público, como la vecina que seguramente escucharía todas las broncas que tenían cada vez que él venía borracho a casa. Ella no merecía ser sumisa ante una persona malvada, que no tuviera oportunidad ni derecho de defenderse, de volverse y darle su merecido.

No.

Tampoco merecía soportar las amenazas, los golpes contra la pared que pasaron a ser contra cualquier parte de su cuerpo, primero en un ojo, luego en la boca, luego en la barriga para llegar al infierno. Ni arrastrarse pidiendo perdón, convenciéndose a la vez de que ella era la culpable, disculpándose un hipócrita que solo pensaba en sí mismo.

Ella se dio cuenta de que las típicas frases "El amor lo puede todo, el que te quiere te hace daño alguna vez en su vida, eres mi media naranja..." eso no existía y no merecía que le hicieran daño, no merecía estar con alguien que no la quería, que no la respetaba. El amor no es violar, golpear, maltratar... No merecía eso.

Ella no merecía ni ahora ni nunca estar tirada en el suelo esperando desconsoladamente aterrada a que parara de golpearla, a que se hartara y se marchara. Que la dejara y se fuera, aunque después no la ayudara. Ella solo esperaba a que él marchara para que la dejara tranquila, solo por otros veinte segundos más.

No.

No lo merecía, y en ese momento, cuando ella se vio a sí misma, se dijo que no quería acabar como otras, como las demás que no pudieron verlo a tiempo o que lo vieron tarde. No quería verse en esa situación otra vez, cuando ya fuera irreparable, cuando el daño ya estuviese hecho. Cuando ella dejara de existir por culpa de un hombre que tenía miedo.

Sí, tenía miedo. Era un miedo que hacía que se volviera así, miedo a que ella fuera mejor que él en todo. Él quería mostrarle que era mejor que ella, que ella era escoria, que no servía, que solo servía, según muchas palabras de tipos como él, para fregar platos y dar placer. Pero con esa actitud, esas acciones, demostraba que ella no estaba a su altura, estaba más allá, porque ella no usaba la fuerza para demostrar su inteligencia, ella usaba su silencio y las palabras porque no se iba a rebajar a él. Porque ella no era de su propiedad ni su juguete, ella era una persona.

Entonces fueron esos quince segundos que le dieron valor. Valor para pararse y levantarse. Valor para pararse enfrente de él con una mirada llena de furia y de orgullo.

¡Sí, un orgullo inmenso! Como el de una madre cuando ve a su hijo cumplir sus metas, cuando un abuelo ve con orgullo a su familia, cuando cualquier persona, al terminar sus estudios, se siente orgullosa de lo que ha conseguido, aunque le falte mucho aún.

Ella estaba orgullosa de quien era. Era una mujer fuerte, no importa cuántos golpes, gritos, amenazas, insultos, violaciones haya recibido, ya no importaba. Importaba el ahora, ella estaba orgullosa de que iba a parar aquello, aunque su vida dependiera de ello. Orgullosa de que pelearía con uñas y dientes por todo lo que quería.

A ella le daba igual su forma de vestirse, de maquillarse, de cocinar... ¡Diablos, hasta le daba igual si por un día no fregaba el maldito suelo o le hacía de comer al monstruo que tenía delante! Eso no la llevaba a ser una desvergonzada, una chica inútil que no servía para nada, salvo lo que ese ser pensaba.

Porque para una mujer, su forma de vestirse, de si se maquilla o no, su forma de pensar, hablar caminar, en lo que trabaja, en lo que no trabaja... Esas cosas no dictan que sea una cosa que sirve para dar placer y estar a disposición de personas como esas. Eso no dicta que sea más guapa, menos guapa, más inteligente, menos. Solo dicta que ella es una persona, es humana y vive su vida como quiere. Y que eso no da el derecho a otros de ultrajarla y decir luego, "Fue su culpa por ir provocando" No, ella y ellas no provocan con su forma de vestirse, con su forma de pintarse o de hablar, ellas son personas y nadie tiene el derecho de decidir sobre ellas, porque eran libres y lo serían siempre aunque les costara la vida, aunque fueran criticadas, porque viven como ellas quieren vivir, ellas toman sus propias decisiones.

Y ella, iba a empezar de nuevo a vivir su vida como quisiera. Le miró a los ojos, con fuerza, le mantuvo la mirada, como una estatua imponente y grandiosa. Él furibundo, e incluso, aún más, le volvió a levantar la mano. Ella, le miró simplemente con más de ese nuevo sentimiento gravado en sus ojos y en su cuerpo.

"Vuelve a hacerlo" le dijo sin miedo. "Vuelve a hacerlo porque te aseguro de que me volveré a levantar, no importa cuántos golpes me des, siempre volveré a levantarme, hasta que me muera" le dijo con rabia mientras le sostenía el brazo.

Ese sentimiento, puede que no fuera de valentía, porque sabía que no podría igualarle en una pelea cuerpo a cuerpo. Era de rebeldía, porque sabía que si podría ganarle intelectualmente. Porque se había cansado, cansado de ser un saco de boxeo porque él era un cobarde, cansada de esperar a que alguien oyera la pelea y llamara a la policía. No, ella iba a solucionar esto, aquí y ahora, porque sabía que muchas personas eran cómplices de violencia de género y se consolaban diciendo "No es mi problema". Ella no era un problema ella estaba siendo golpeada, violada, amenazada, insultada. A ella, como a muchas otras la estaban matando y nadie hacia nada por ayudarla. Por eso se hartó y sacó rebeldía.

Esa rebeldía que decía que podías hacer lo que querías. Que eras fuerte, lista, preciosa, única, maravillosa, respetable. Que eras mujer, que eras persona. Que no merecías eso, sino mucho más, porque no eras inferior a un hombre.

Ella paró todos los golpes, ella peleó como un león pese a no haber propinado ningún golpe, ni insultado, ni amenazado. Ella quedó horrible, dolorida y cansada, no lo niega, la cara y ojo derecho hinchado y morado, el labio partido, una costilla y pierna fracturada, pero había ganado. Había ganado al seguir con vida, había ganado por todas las mujeres que no ganaron en su momento por culpa de seres como esos. Había ganado por tener rebeldía.

Ella había sacado la rebeldía que otras no pudieron.

Ella fue simplemente, rebelde.

Un caso de rebeldía.



Por favor, si eres una mujer o un hombre y vives esta situación, es decir, si has sufrido violencia de género o si has sido testigo de ella, te lo ruego, no lo dejes pasar, denúncialo, convátelo, pelea por ti o esa persona que está en esta situación, porque  esa simple acción de llamar al 016 o de pedir ayuda puede salvar vidas.

Si eres una persona que no ha sufrido violencia de género, el mejor consejo que te puedo dar es que no admitas a gente tóxica en tu vida, porque seguramente eres precios@, únic@, inteligente e increible y no debes dejar que nadie te haga sentir inferior.





MEMORIAS DE NOCHES EN VELAWhere stories live. Discover now