Capítulo 8.
Leah Kelly.
Al abrir los ojos sentí un mareo tan horrible como desgarrador, me vino un dolor de cabeza del infierno y un vació me golpeo tan fuerte el estómago que tuve que tragarme las ganas de vomitar y llorar incluso.
Pestañe en reiteradas ocasiones al no poder ver una mierda, no veía nada más que una cortina borrosa y luminosa, donde lo único que funcionaba correctamente de mis sentidos era mi audición y el olfato, porque ese aroma a medicamentos me estaba enloqueciendo.
Escuche a lo lejos una débil voz que...que me pareció conocida, pero...fue opacada por una totalmente desconocida.
Abrí una vez más los ojos y por fin, claridad, claridad junto con realidad.
Una secuencia de imágenes se pasearon por mi cabeza alterándome los nervios, más al sentir el dolor en mi rostro, cuello y extremidades.
Un sabor metálico corrió por mi boca y el vació en mi estomago se llenó de ácido aumentando mis ganas de vomitar.
Mire a mi alrededor confirmando lo que mi nariz ya me decía, estaba en el hospital, precisamente en un box, recostada sobre una camilla, con cables conectados a mi pecho, una vía en mi brazo y naricera con oxigeno pasando por mi nariz, maquinas estaban regadas a mi alrededor y sabía madre de todas las desgracias que como Liam me vea así seguro y terminaré encarcelada en mi habitación.
—Tuvimos que hacerle un lavado de estómago—comencé a sentarme con lentitud escuchando con más claridad las voces tras la cortina del box——al no saber cuál fue la droga que ingirió ni la cantidad.
—¿Droga? —pare en seco mis movimientos al oír esa voz, esa jodida y bendita voz, no es Liam, pero...demonios no sé si esta mierda es mejor o peor.
—Creemos que son las pastillas que encontramos entre sus ropas—¿Entre mi ropa? —ahora están haciéndole análisis a lo que ingirió. La policía está esperando su declaración y...
—¿Declaración de qué? —espetó molesto y su tono curiosamente me sorprendió—Por el estado en que llego, ¿Creen que ingirió esa mierda a voluntad? —oh...está...enojado.
—El oficial que la encontró dijo qué...
—Sé lo que dijo, ya hablé con el oficial. No...—una maquina a mi costado comenzó a sonar deteniendo las voces tras la cortina, comencé a maldecir internamente mirando mi cuerpo notando que se me habían desconectado un par de cables.
Oí un suspiro sonoroso y al elevar la mirada se me congelo el cuerpo, al notar...que ya no estaba sola.
Ciro...él...estaba frente a mí.
Junto a un hombre alto vestido con una bata blanca que paso directo hacía mí, viendo las maquinas, los medicamentos y los cables que se habían soltado, comenzó a hablarme pero estaba lejos de tomarle atención, solo...podía mirar el perfil de Ciro, su perfil porque...no me miraba, miraba un punto fijo en la pared a brazos cruzados y con su quijada tan tensa como sus brazos.
—¿Leah sientes algún tipo de dolor?, ¿Nauseas, mareos, dolor de cabeza, sensación de opresión en el pecho?, ¿Algo? —el médico se ganó de plano en mi campo visual y le negué.
—Me...—solté un jadeo presionándome la garganta al sentirla rasposa, me dolió hablar, trague saliva y fue como tragarme una lija, me presione la garganta frunciendo el ceño notando que tenía el rostro tirante en algunas partes me lo toque y tenía parches.
—Es normal que sientas algo de incomodidad en la garganta, te tuvimos que realizar un lavado de estómago y es un procedimiento algo incomodo —le asentí sin dejar de tocarme los parches para verlo, exigiendo una respuesta, su respuesta fue una sonrisa forzada—tenías pequeñas laceraciones en el puente de tu nariz y pómulos, necesitaste un par de puntos, pero no dejará una cicatriz tan notoría...
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El verano en que todo cambió.
Teen FictionPorque al final solo basta una mirada, una caricia, un momento, una decisión, un segundo, para cambiarlo todo, para tenerlo todo, para...perderlo todo.