En el preámbulo del amanecer, en el jardín del castillo, había jaulas con enormes dragones en cada una de sus cuatro esquinas.
Los sirvientes, quienes se habían reunido en la zona circundante al mismo tiempo, colocaron las ruedas en las jaulas del transporte. Los hombres a pie sujetaban a los dragones y, dando esa oportunidad, los sirvientes abrieron la puerta del carruaje. Una alfombra roja había sido extendida desde la entrada para el noble.
Era el Duque de La Vallière. Podría tener más de cincuenta años de edad. Tenía el pelo rubio y una barba que empezaban a tornarse blancos, y estaba tan bien vestido con maravillosas ropas apropiadas de un rey. En su ojo izquierdo había un monóculo, y sus ojos tenían un fuerte brillo en ellos.
Los mayordomos caminaron rápidamente hacia el Duque, se quitó su sombrero, se fijó el pelo y se aseguró de que su vestidura estaba correctamente alineada.
El Duque preguntó en una amarga voz de barítono.
-¿Ha regresado Louise?
Jerome, un mayordomo que había servido a la familia La Vallière durante muchos años, se inclinó respetuosamente, y respondió.
-Ella regresó ayer por la noche.
-¡Llamadla para el desayuno!
-¡Por supuesto!
El estado de ánimo de la familia La Vallière cuando tienen su desayuno en el soleado balcón era el mismo como de costumbre. La mesa se preparó con el fin de tomar el desayuno a la luz del sol, todos estaban sentados. El Duque de La Vallière estaba sentado en el asiento de honor y junto a él se encontraba su esposa. Inusualmente estaban concentradas las tres hermanas sentadas también en la mesa, alineadas conforme a sus edades. El cuerpo de Louise estaba un poco tembloroso, porque había estado llorado toda la noche. Incluso aunque se suponía que iba a obtener el permiso de su padre para participar en la guerra…
Al parecer, el Duque se encontraba de considerable mal humor.
-¡Maldito idiota con cerebro de pájaro!
Al comienzo de su discurso, el Duque insultó al Cardenal.
-¿Cuál es el problema?
Cambiando su expresión facial, el Duque se dirigió a su esposa. Después de las primeras palabras de su padre, Louise supo que este no era el momento para preguntarle.
-Después de llamarme todo el camino hasta Tristainia, yo estaba preguntándome de qué es lo que de iba a decirme… ¡”Organiza el ejército”, dijo! ¡No bromees conmigo!
-¿Estás de acuerdo?
-¡Por un infierno que no! ¡Ya me retiré del servicio militar! ¡¿Por qué no se lo mandó al soldado que tomó mi lugar y me deja a mí estar con mi familia?! ¡Además, estoy en contra de esta guerra!
-Eso es verdad. Pero ¿estará bien? ¿No dio el Cardenal la noticia oficial del estado anunciando que en este momento, la patria tiene que unirse para derrotar a nuestro amargo enemigo? Si se propaga un rumor de que la familia La Vallière es traidora, eso afectaría a nuestra vida social también.
Cuando ella estaba diciendo eso, la esposa del Duque tenía un rostro muy calmado.
-No debes llamar “idiota con cerebro de pájaro” al Cardenal. “Idiota” es más que suficiente. Además, tomar ventaja de este tipo de una joven reina…
Louise tosió y arrojó el pan que comía. Eléonore miro fríamente a Louise.
-Oh, que miedo. Siento que oigas la verdad sobre la corte del gorrión (se hace referencia a la corte de su majestad).