La hija de Batman

Capitulo 1: La hija de la gata.

El gato dejó salir un maullido largo y penoso mientras se frotaba contra sus piernas.

—Está bien, Al, no me iré por mucho. Sólo pasarás unas vacaciones cortas con la señora que te deja comer todas esas cosas ricas que no debes —le dijo Helena sin mirarlo, demasiado ocupada empacando lo indispensable en su morral—. Tú la vas a pasar mejor que yo.

De eso no tenía duda. Había fracasado, el tiempo se le había agotado, y la única opción que le quedaba era la que menos le gustaba. Ese día, despertó con la certeza firme de que tenía que marcharse a ciudad murciélago, y pedir ayuda. 

Reunir su dinero, sus documentos y poner todo en orden le tomó todo el día pese a sus mejores esfuerzos, y la noche ya caía, un presentimiento negro la había acompañado todo el día.

El gatito no pareció muy convencido de lo que le dijo, así que alzó la cola en reproche y se fue orondo, luciendo mucho más indignado de lo que cualquier gatito debería. Verlo le hizo sentir una punzada de miedo y tristeza en el pecho. 

Se recompuso, no tenía tiempo para esas cosas. Tenía una misión.

Ya tenía la mochila al hombro y estaba tratando de descubrir dónde se había escondido el condenado gato, cuando sintió un escalofrío helado recorrerle la piel como una corriente eléctrica. Entre la herencia y la práctica, había adquirido un instinto de supervivencia casi felino, que en este momento le gritaba que tenía que correr.

La onda expansiva de la explosión le golpeó la espalda cuando había alcanzado a salir al balcón, con tanta fuerza que la hizo caer sobre la baranda. 

Logró aferrarse a otra baranda dos pisos abajo, y cayó con gracia en el balcón de un vecino que cruzó los ojos con ella, entre consternado e impresionado.

No podía escuchar nada más que un timbre agudo y el sonido de su corazón, y miró por un momento las llamas que salían de su balcón. Una bomba de corto alcance, sin duda, pero cualquier cosa que no hubiera volado ya, sería consumida por las llamas que se esparcían sin control.

—Menchie —susurró, a punto de regresar, pero le pareció escuchar la voz de su madre en su cabeza. 

Corre, gatita.

Bajó por la escalera de incendios a una velocidad impresionante y echó a andar de la misma forma, entrando rápidamente en un callejón a un par de calles de su edificio, y tomando un segundo para centrarse, escondida detrás de un contenedor de basura. 

Sus pantalones y zapatillas deportivas eran negras, y su hoodie era morada, lo que no hacía mucho para ocultar el polvo de escombros que le había llovido encima, pero no tenía tiempo para cambiarse de ropa. Se sacudió tan bien como pudo, y volvió a recoger su cabello negro en una cola de caballo antes de salir de nuevo a la calle, en dirección a la terminal.

Si estaba esperando una señal de que lo que estaba sucediendo era muy malo, que su apartamento explotara disipaba cualquier duda. La otra señal, era que había utilizado todos sus recursos, habilidades, y un par de contactos no deseables para buscar toda la información que pudiera, había hackeado los servidores de la policía e Interpol, y había vuelto con las manos vacías. Su madre se había desvanecido sin dejar rastro.

Su madre, que no era otra que Catwoman, Selina Kyle.

Habían sido ya tres semanas de silencio absoluto. Donde fuera que estuviera debía estar en serios problemas, y quien quiera que la tuviera estaba ahora también tras Helena. Así que era hora de ir a Gotham en busca de las únicas personas que podrían ayudarle, aunque eso significara una indeseable reunión familiar.

Tras caminar un poco notó con preocupación que, pese a sus intenciones, alguien le había estado pisando los talones por un rato, lo cual era un problema más que grave, porque si habían hecho explotar su departamento, probablemente no les iba a importar llevarse por delante a un par de civiles para llegar a ella, y eso sólo serviría para llamar la atención del “Robin Hood verde”, el hijo favorito de Star City. Lo que ella menos necesitaba en esos momentos.