Cap 4 - La calma tras la tormenta.

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Pov Jungkook

Íbamos de camino a la enfermería, ninguno de los dos dijimos nada, yo me limité a mirar al suelo con vergüenza, mientras Tae jugaba con las pulseras de su muñeca.

Ahora que lo pienso, es extraño, estamos en pleno septiembre y aún con el calor que hace, él sigue llevando manga larga.

Estaba por preguntarle, cuando vi a mi hermano al fondo del pasillo viniendo hacia nosotros.

– Hey ¿Todo bien? – Preguntó, mirando más a mi compañero que a mí.

– Sí, solo estamos yendo a la enfermería. – Dijo Tae con una sonrisa.

– ¿Y eso? – Me miró de arriba a abajo, inspeccionándome.

He de admitir que siempre se preocupó por mí, aunque ni siquiera me dirija la palabra.

Tae levantó sus hombros y yo seguí mirando al suelo.

– Ya veo, bueno te paso los apuntes luego ¿No? – Preguntó Jimin.

– Sí, muchas gracias. –

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– Entiendo la situación, voy a por un papel y así podéis entrar a clase. – Dijo la enfermera antes de salir en busca de la autorización.

– Yo.... muchas gracias... – Dije en apenas un susurro.

– Ya te dije que no tienes por qué darlas. –

– Sí, por mi culpa, porque soy un idiota, tú estas perdiendo clase. – Dije sintiendo un nudo en mi garganta y la vista algo nublada.

Puse mis manos en puños, apretándolas contra mis piernas, haciendo que mis nudillos se volvieran blancos. Odiaba saber que lo que acababa de decir no era más que la verdad.

Él se levantó de la silla y se sentó al lado mía en la camilla a la vez que me acariciaba la mano, no sé, pero... hacía tiempo que necesitaba unas caricias, asi que apoyé mi cabeza en su hombro.

– No eres un idiota solo por tropezarte, no digas eso de ti mismo ¿Si? – Dijo mientras me secaba las lágrimas que corrían por mis mejillas. – Todo estará bien, un fallo lo tiene cualquier persona. – Yo solo me limité a asentir.

– Gracias por haberme ayudado en ese momento. –

– No pienses más en eso, es cosa del pasado, y si necesitas cualquier cosa no dudes en acudir a mí ¿Si? cualquier cosa ¿Si?. –

– Dices mucho "¿Si?" ¿No crees? – Dije medio riéndome.

– ¿Si? No tanto, ¿Si? – Y tras eso nos reímos los dos juntos, era muy feliz, hacía tiempo que no me sentía así de lleno.

Al acabar de reinos nos quedamos callados.

– Bueno, ¿Y tú eres nuevo? – Preguntó.

– Sí, llegué hace dos días ¿Y tú? –

– Igual, comparto habitación con un tal Jimin, no creo que lo conozcas. –

– ¿El chico que nos encontramos por el pasillo? –

– Sí, ese mismo, parece educado y tal, aunque, no sabría como decirlo, creo que es el típico fiestero.... chulillo.... etc. – Comencé a reírme. – ¿De qué te ríes? –

– Es mi hermano mellizo. – Dije y él se puso rojo como un tomate.

– Oh, dios, lo siento, yo... no quería sonar así de borde con tú hermano. –

– No te preocupes, no es diferente a como lo has descrito. –

– Ya veo, ¿Y os lleváis bien? –

– Sí, bueno, hemos estado el uno para el otro siempre, pero en el colegio pasa de mí, osea, no lo digo como algo malo, él es así, si necesito algo siempre está ahí, nunca hemos peleado ni me ha tratado mal, pero prefiere mantener distancias aquí. –

– Ya veo, eso, bueno, supongo que está bien. –

– ¿Y tú tienes hermanos o hermanas? –

– Sí, un hermano mayor, aunque no está aquí, estudia en la uni, por eso me tienen mis padres aquí. –

– ¿Cómo? – No entendía.

– Es que mis padres viajan continuamente al extranjero y siempre me quedaba con mi hermano, pero como justo este año ya no podía cuidarme, decidieron meterme aquí, no los veo mucho, pero tengo una buena relación con mis padres, siempre han estado ahí para mi. ¿Y tú? –

– Pues yo..... la verdad es que yo.... m-me llevo... Es, pe-personal ¿Sabes? y... pues... eso. – Acabé en un murmullo apenas audible incluso para mí. La verdad es que no me gusta hablar de mi familia.

– Oh, yo lo siento, no quería incomodarte. –

– No pasa nada, yo, solo no me gusta hablar de eso. – Sobre todo, pensé, porque mi padre es un prepotente y mi madre murió hace ya bastante tiempo por mi culpa.

– Entiendo no hay problema y- – De pronto la enfermera entró con las autorizaciones en la mano y nuestra conversación quedó ahí.

– Tomad, perdonad la tardanza, aquí tenéis la autorización, adiós. – Nos dijo la enfermera mientras volvía a ocuparse de otros asuntos.

Las Dos Caras De Una Moneda.◈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora