Algunas Clases De Defensa Personal Y Una Visita

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Aunque al principio Iselda se había negado he incluso le había recalcado razones para que ella no fuese a cometer tal estupidez (De ir a explorar Hallownest por cuenta propia), no había llegado a nada.

Tanto la joven como la mayor se encontraban detrás de la tienda de mapas y a la vez la vivienda de Iselda.

Ahí había una pequeña puerta, ambas se agacharon para pasar por ella, aunque Bretta necesito ayuda para pasar debido a que la puerta era muy pequeña para ella.

Esa puerta las llevo a un sótano donde la pobre Iselda tenía que agacharse para no chocar con las vigas de madera que mantenían en pie la casa.

En eso, una lámpara Lumafly en las manos de Iselda ilumina levemente el frente, mostrando ahí un montón de cajas y algunos artículos cubiertos por unas sábanas blancas.

- Es increíble que me convencieras de hacer esto. - La Adulta soltó entre dientes debido a lo irritante que era para su sensible nariz el absorber los secos aromas del polvo y suciedad acumulados en ese cuarto, no demoro en ponerse a buscar entre las cosas.

La rellenita escarabajo solo se dedico a mirar los objetos a los que se les había removido la sabana blanca, a pesar de la tenue luz de la linterna, varias cosas se podían apreciar y vaya que estaba sorprendida por lo que veía.

Había montones de aguijones y agujas, algunas incluso más grandes que ella misma; también destacaban las tenazas o colmillos de tamaño medio, claramente indicios de victorias magistrales. Aunque toda la atención de Bretta recae en una aguja, una bastante particular por no decir bastante única:

Un mango similar al de unas tijeras para tela, por ende de agarre firme y sencillo.
Un tamaño adecuado, a tal punto que podría usarse como cuchillo de cocina y arma al mismo tiempo.
Unas vides de cuero envueltas alrededor del mango para hacer más cómodo el agarre, he incluso tenía una pequeña abertura al final del mango para amarrarla a algún cinturón o a tu muñeca.

- Isell ¿Esa aguja... O aguijón es tuyo? - Cuestiono con ojos chispeantes, llena de ilusión de que le regalasen esa misma aguja de mano. Ya se estaba imaginando a sí misma luchando contra monstruos infectados usando esa filosa arma de mano.

- Aja. Pero no creas que te la voy a dar. - Respondió con sequedad, pero sin ser su intención el haber sonado tan grosera. La pobre Bretta escucho su esperanza e ilusión quebrarse en miles de pedacitos.

Ignorando lo anterior, Iselda espeta una mueca de alegría claramente en señal de haber encontrado lo que buscaba.

De entre una caja polvorienta la adulta saca una bolsa unida a un cinturón de cuero, junto a estos una aguja ancha de aspecto algo pesado.

El rostro de Bretta se descompuso al ver semejante herramienta y su estado:

Su desgaste y falta de cuidado le daban una apariencia más tosca, viéndose más como un arma tallada en piedra alejándose brutalmente del brillo elegante y atractivo del acero armado que poseía su Caballero.

Las Desventuras De Una Doncella (Hollow Knight) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora