~Capítulo VII

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Me quedé trabada ante esas palabras.
Tosí en voz baja poniendome la mano en la boca, me aclararé la garganta y decidí que no estaría bien tomarse esas palabras a mal.

Puse mis dos manos en su cintura y sonreí ampliamente. La expresión de Annie era indiferente.

-Annie, tienes razón, seguramente parezco idiota ocultando... Lo mucho que te amo.- Dije cerrando los ojos fuertemente sin dejar de sonreír.

De repente la expresión de Annie cambió. Envolvió mi cintura con sus brazos para darme un abrazo con fuerza.

-Jaja, de acuerdo... Pero no vuelvas a secuestrarme, edificio andante.

-Eso ha sido grosero de tu parte-nos reímos.

A mitad de camino pasamos por una gran heladería, a pesar de el tiempo en el que estábamos, había mucha gente.

-¡Mikasa, Vamos a por un helado!-

A saber donde estaba la Annie fría y seria, había desaparecido, y se había coventido en un panecito recién sacado del horno.

-Pero, ¡Annie! Estamos en diciembre, ¿que mosca te ha picado?

-¿Que pasa, Ackerman no tiene agallas? ¿Ackerman no es capaz d-...?

No le dio tiempo a terminar la frase, porque me lancé hacia ella y la hice una llave que la dejó en mis brazos. La llevé en dirección a la heladería.

-¿Quien ríe último ahora, Leonhart?

-M-Mikasa... ¡Esto no ha terminado, Ackerman!

Por fin la dejé en el suelo y nos atropellamos por entrar al local.

-Deme uno grande, por favor.- dije

La chica que nos atendió estaba impresionada.

-¿pero... Sin café, sin nada que lo caliente?- se sorprendió

Miré de reojo a Annie, desafiante.

-Exacto, tan frío como el que hay en la calle, gracias.

-¿y usted, señorita?

-También frío, el más grande que tengáis.-

-¡Ah! ¡Espere! Yo también quiero el más grande, por favor. <<no tiene saldrás con la tuya, Annie>>

La calefacción del lugar estaba bastante alta, así que pude distinguir que la nariz, las mejillas y las filas inferiores de los ojos estaban muy rojas. Esos hermosos rasgos debidos al frío se mezclaban con los mechones de pelo dorados nórdicos que se le caían por la cara.

Es realmente hermoso.

Annie al momento se dio cuenta de que mi mitad estaba perdida en su cara.

-Mikasa, ¿te pasa algo?

-¿eh? A-ah, no... Es que eres demasiado hermosa... <<como un Ángel caído del cielo>>

Annie soltó una risita.

-Venga ya, Mikasa...

-Te quiero mucho, Annie.

Paró de reír y por un momento pareció volverse fría. Pero no aguantó ni tres segundos en ponerse más Roja de lo que estaba, y sonreír mirando hacia abajo.

-Hasta hace poco ocultabas esas cosas... -Dijo sin dejar de sonreír, pero ahora me miraba.

-¿Sabes por qué te hice un pequeño secuestro?-

-Sorprendeme

-Lo hice porque quería que supieses que te quiero, y mucho, y que estaba cansada de la "rivalidad" Que supuestamente teníamos.

-Jajaja, estas como una regadera- Puso sus manos en mis mejillas y me besó en la frente- ¿no habría sido más fácil que me lo dijeses?-

-Bueno, es que... Anda, mira lo que viene por ahí.

Una chica que no era la que nos había tomado nota (esta iba vestida de maid) depositó los dos inmensos helados sobre la mesa.

-¿Necesitan algo más?

-No, no podría ser mejor- Dijo Annie en voz baja pero audible.

La chica que nos atendió se retiró cuidadosamente. Aquella cafetería me gustan mucho ya que era maid, no es por ser pervertida, pero me gustan esos ambientes.

-¡eh! Tierra llamando a Mikasa, apuesto a que no puedes darle morder el helado con los dientes. -Me retó.

-¿Piensas que no soy capaz? Ahora verás...

Astillados y quebrados notaba mis dientes al haber hecho eso, pero no me arrepentía. Annie y yo seguimos con esas estupideces hasta que tuvieron que encender las farolas de la calle.

Apenas quedaba gente en el lugar.

En un momento dado ambas nos relajamos, pero a la misma vez, por dentro nuestro deseo de dejaron caer en los brazos de la otra y besarnos era tanto mutuo como irresistible.

Las maids estaban en su hora de descanso, y la gente empezaba a irse, así que estábamos prácticamente solas.

-Mikasa, ¿cómo tienes los labios?

-Fríos

La mesa donde estábamos se encontraba en una esquina, en vez de sillas nos sentábamos en largos sillones, en los que cabían cómodamente tres o cuatro personas.

Estábamos una enfrente de la otra, hasta que Annie se levantó, se sentó a mi lado y se dejó caer sobre mi.

-Blue Roses (Mikannie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora