La torre de papeles se acumulaba hasta lo más alto en mi mesita del café. Di un soplido y continué mordisqueando el boli. ¿Qué habrá querido decir con eso, Margarita? Sé que sufre trastornos leves, pero ¿llegar hasta ese punto? Creo que ya es excesivo. He tratado a miles de personas como ella, pero nunca ninguna de todas esas lo habían llevado hasta un nivel tan... real.
Symphonique, mi profesora en la preparatoria decía que ese tipo de personas habían tenido un pasado realmente horrible con millones de traumas de por medio. Y, efectivamente, la señora Cox había tenido un pasado, un presente y, me atevería a decir que un futuro horrible. Me sentía con ganas de ayudar a esa pobre mujer, pero al mismo tiempo me aterraba el echo de que ella se volviese loca delante de mí porque, diciéndolo todo, yo nunca fui una persona muy valiente.
Miré el reloj de pared que estaba justo frente a mí y suspiré, Molly vendría a recogerme en menos de una hora para ir al gimnasio y aún faltaban más de doce documentos por archivar. Creo que Marco me debe una buena por hacerle el trabajo sucio.
Pasé lo poco que me quedaba de tiempo archivando y ordenando los documentos de mi primo y buscando demientras una forma para ayudar a la señora Cox con sus problemas de alucinaciones, hasta que el timbre sonó. Sin embargo aún faltaban veinte minutos para que mi amiga viniese a por mí. Fui hasta la puerta principal y la abrí, el viento rebelde chocó contra mi rostro al momento de girar el picaporte. Pero allí fuera no se encontraba nadie. Miré a todos lados y nada. Mi vista se clavó en el piso, donde una pequeña caja estaba en el felpudo que decía "Bienvenidos" ¿Qué demonios? La tomé entre mis finos dedos y fruncí el ceño.
¿Una caja? Owen no entendió el significado de las palabras "se terminó", por lo que a mí respecta. Aunque, para mi sorpresa, lo que había dentro no era de mi ex novio totalmente celoso e impulsivo. Era una foto mía, de hace un par de años, cuando estaba en la preparatoria de Washington, con uno de mis mejores amigos. Harry Styles, sonreía animadamente a mi lado.
Cogí el marco de terciopelo y lo observé, ¿quién podría haberme mandado una foto mía y de Harry? Él no lo creo, ya que hace más de nueve años que no lo veo. Gemma tampoco, porque se marchó a Texas dos años antes que Harry y tampoco sé nada de ella. ¿Entonces? Nadie sabía de la existencia de esta foto, sólo nosotros dos y Gemma, porque ella fue quién la tomó.
Una oleada de viento frío y húmedo se coló por la habitación y me heló todos los huesos de mi cuerpo. El viento se había vuelto más rebelde que antes y azotaba contra las ramas de los árboles. Unas cuantas hojas secas entraron al salón y maldeciendo me acerqué a recogerlas. Crugían ante mi tacto y me raspaban las yemas de los dedos que mágicamente se habían ensuciado de algo negro. Las hojas. Miré la parte trasera de todas, y cada una tenía una palabra escrita con rotulador negro. Las junté todas con el ceño fruncido, como si se tratase de un puzzle.
"Ella dice la verdad"
>.....<
—Entonces, ¿un montón de hojas entraron a tu salón?—Molly tragó el último bocado de su donut graseado. Asentí bebiendo mi capuccino—¿Y todas ellas tenían un mensaje?
—Sí, eso es lo más raro.
—¿Y luego dices que la puerta se cerró sola y los cuadros se movieron?
—¿Cuándo he dicho yo eso?—torcí el gesto, ella rió. Se estaba burlando de mí—¡No te burles de mí, maldita sea, te estoy diciendo la verdad!
—Creo que empatizas mucho con tus pacientes, Angie. Te estás volviendo loca, como aquella mujer de la que hablaste.
—No hables así de mis pacientes, sabes que no me gusta. No todos los que van a un psicólogo tienen porque estar dementes o algo parecido.
—Pero esa mujer si lo está, ve fantasmas Angie—ella suspira—Oye... eres mi mejor amiga, lo sabes ¿no? No quiero que te vuelvas loca, porque creo que ya tenemos suficiente conmigo. Es decir, tú eres la correcta y yo... soy todo lo contrario. Dos locas son multitud.
—Antes no pensabas eso.
—Eso fue antes de ver tus síntomas—se encogió de hombros—No te comas la cabeza, pudo haber sido un idiota queriendo gastarte una broma.
—Ya, claro, una broma—asentí, queriendo creerlo, pero no funcionaba—tal vez estés en lo cierto.
Aunque algo en lo más profundo de mí, sabía que no era así.