Capítulo 3

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No podía ver su rostro, pero podía tratar de imaginar que en este momento debía tener una expresión estática de sorpresa. Me subí a Skoop y dejé de buscar mis lentes. Respiré hondo.

-No tienes que avergonzarte, solo estoy ciega -dije, un poco molesta por el silencio.

Esta reacción fue normal y siempre sucedió.

Las personas que no conocían a las personas con las mismas discapacidades que la mía tenían un problema grave que los dejó mudos después de tal descubrimiento. Así fue como se puso de pie la chica frente a mí: muda. Tal vez ella no sabía que su silencio no solo era vergonzoso para ella sino también para mí.

El silencio continuó. Skoop estaba a mi lado, esperando una orden. Pensé en mis gafas en el suelo cuando los grillos se agitaron a kilómetros de distancia. No es que pudiera escuchar, era solo una suposición. Una suposición mediocre, pero una suposición.

-¿Podrías por favor traerme mis lentes? -Pregunté, humedeciéndome los labios.

En el siguiente instante, sentí algo contra mis manos. Mis lentes

Me los puse de nuevo, cubriéndome los ojos, y palmeé la cabeza de Skoop dos veces. El se levanto.

-Vamos a casa

Me volví hacia mi casa y sentí que el perro comenzaba a caminar.

-Espera un momento, por favor.

Escuché pasos rápidos y me detuve. Estaba frente a mí otra vez y el aire cambiante hizo que un olor a almizcle llegara a mi nariz.

-¿Qué pasa? -Solté un suspiro impaciente.

-Lo siento -la escuché decir en voz baja.

-¿Perdon? -Repetí casi con incredulidad.-¡No necesitas disculparte por mi ceguera!

-Yo no quise decir eso...

-¡Oh! ¡Deje para allá! -Me quejé irritada, caminando a casa, pero me detuve.-Por cierto, ¿qué estabas haciendo con un martillo?

-Estaba clavando mi canasta de baloncesto.

Veronica respondió simplemente.

-Si no sabes cómo usar un martillo, debes preguntarle a alguien que pueda hacerlo -le dije burlonamente y me retiré.

-0-

-Elizabeth -llamó mi padre en la sala de estar. Se acercaba.

Ya estaba anocheciendo y el ruido de la noche, junto con el viento que entraba por mi ventana, me hicieron sentir somnolienta.

-¿si? - Respondí sin salir de la cama.

-Tu madre y yo cenaremos esta noche. ¿Estarás bien sola?

Mi padre se había detenido en la puerta del dormitorio porque su voz era normal y ya no se acercaba. El olor del aftershave era agradable.

-Estaré bien -le dije, sonriendo.

-OK entonces. Veré si tu madre está lista.

Su voz se movió un poco.

-¡Papá! - llamé

-¿Que pasó?

-¿Que compraste?

Pregunté y él se echó a reír.

-Un collar y una tarjeta.

-¿Y rosas?

Pregunté, frunciendo el ceño.

-Uno por cada año que nos juntamos.

-Hm ... es romántico - sonreí y me levanté, contando los pasos hacia la puerta.

Extendí la mano y comencé a pasar las manos por la ropa de mi padre.

-Lleva un traje. Debe ser elegante.

-Sí, lo estoy -estuvo de acuerdo con una sonrisa.-Bueno, cariño, tengo que irme.

-Está bien, disfruta la noche.

Sentí a mi padre besar mi frente.

-Mejórate -dijo antes de irse.

-Disfruta la noche.

Me recosté en la cama, escuchando a mi padre llamar a mi madre. Sacudí la cabeza y sonreí, deteniéndome en la radio en la mesita de noche junto a mi cama y, cansada, cerré los ojos. Poco a poco, escuchando música, me quede dormida.

Esa mañana me desperté asustada, con la frente sudorosa y una respiración rápida y jadeante. Tragué saliva, recordando la desesperación, la muerte de Sarah.

Se sentía como si lo hubiera vivido de nuevo. Me recosté cansada, viendo que mi radio estaba apagada. Había pasado tanto tiempo desde que tuve pesadillas sobre mi accidente ... Había pasado tanto tiempo desde que tuve ... Respiré profundamente algunas veces, controlándome.

Pronto volvería a dormir y todo estaría bien.

Be My Eyes | Beronica AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora