[4] Final.

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Ai fue quien se decidió a hablar, pero Kojiro la detuvo, y él sólo se limitó a decirle al equipo una sola frase:...

—¡No les incumbe!

—¡Ah, por favor capitán! ¡Díganos que hacen aquí! —dijo Kawabe.

—¡Sí, digan! —insistió Imai.

—Se los contaré por la mañana, por ahora ya vámonos de aquí... —terminó de decir su capitán con una mueca de fastidio, abriéndose paso entre sus amigos.

Todo el grupo le dio la espalda al campo de fútbol, preparados para regresar a sus habitaciones, otros para regresar a su lugar lo que habían tomado prestado antes. Algunos de los chicos comenzaron a reír comentando el susto que le habían dado a sus compañeros, otros ya se sentían cansados y sólo podían pensar en llegar pronto a sus dormitorios, y tirarse a sus camas para por fin dormir. No obstante, no habían dado ni dos pasos cuando algo atrajo la atención de todos hacía la cancha.

Las luces del campo se habían encendido, iluminando toda el área, dejando confundido al grupo.

—¿Qué está pasando?... —dijo Ken.

—Tal vez alguien ya se dio cuenta que estamos aquí... —respondió Kojiro, buscando con la mirada alguien ajeno a ellos por en medio de la cancha.

El alumbrado empezó a fallar causando que las luces titilaran, y de repente una bruma densa cubrió el campo extendiéndose hacia ellos.

—¿Y está bruma? —preguntó Takeshi.

—Salió de la nada... —le respondió Shimano.

Apenas podían ver sus pies, algo que sorprendió a todos, ya que jamás habían presenciado una niebla tan espesa.

—¡Oigan, hay alguien ahí! —señaló la media cancha su compañero Takashima.

Todos vieron hacia el lugar, que a pesar de estar cubierto por la mencionada bruma densa, el efecto de las luces parpadeantes dejaban ver la silueta de una persona, que por su tamaño no parecía mayor a todos ellos.

—¿Qué hace esa persona ahí? —preguntó Ken, mirando fijamente la figura.

—¡¿Hola?! —le llamó Kojiro pensando que recibiría una respuesta, pero sólo hubo silencio.

—Parece un muchacho... —dijo Ai.

Todo el grupo le llamó varias veces, más el supuesto chico permanecía en silencio e inmóvil, esto los puso nerviosos, sudando frío. Aquel escenario, con aquellas luces que aún titilaban, y aquel muchacho sin responder era tétrico. Los cuatro jóvenes que habían estado ahí desde un principio volvían a sentir esa tensión de antes, ese escalofrío recorriendo su espalda, y ahora sus demás compañeros lo estaban experimentando de igual forma.

—¡¡Maldita sea!! —replicó Hyuga girando a ver a sus compañeros—. ¡¡Sorimachi, ya para con tus bromas!!

—¡¡¿¿Qué??!! ¡¡Pero no estoy haciendo nada!! —le contestó desconcertado.

—¡¡Ustedes!! —se dirigió al resto de su equipo.

—¡¡Yo no sé nada, capitán!! —habló Imai, encongiendo sus hombros.

El Fantasma del TohoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora