Las Islas

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Matthew

El aparacamiento ante el depósito de cadáveres estaba prácticamente vacío a aquellas horas de la madrugada. Aparqué bajo una de las pocas farolas encendidas que proporcionaba a aquel lóbrego lugar un aspecto aún más siniestro. Vestida de riguroso negro, mi madre que no había pronunciado ni una sola palabra en todo el trayecto, apretó el pequeño bolso sobre su regazo y se quedó inmóvil, con la vista clavada al frente, mirando un horizonte que sólo ella veía.

- No tienes por qué hacerlo, mamá, puedo encargarme yo. -dije mirándola muy serio con sus increíbles ojos castaños, tan castaños como la tierra.

- Sí, sí tengo que hacerlo, es mi hijo, y a un hijo nunca se le abandona. Es algo que tú aún no has aprendido, pero algún día lo harás, algún día lo comprenderás. -Tragué saliva intentando que las lágrimas no me traicionasen, no quería derrumbarme ante ella, ante ella no.- Pero ates quiero habar contigo.- dijo mi madre por primera vez en la noche.- Y quiero que me escuches con atención. -Asentí lentamente, ella clavó la vista al frente y comenzó a hablar.- Cada noche, cuando me acostaba, temía que me llamasen para decirme que le habían encontrado en cualquier callejón de los suburbios con una aguja clavada en el brazo. Cada noche me acostaba con miedo, y así podría haber sido, así podría haber muerto. Quizás de la nada lo que hubiésemos hecho habría podido evitar que acabase así, por eso es algo que nunca sabremos, nunca. Yo ya no tengo vida por delante, pero tú sí tienes, y sé que el recuerdo de tu hermano será para tí un tormento, lo sé muy ben porque eres mi hijo y conozco tu alma. Tú no eres culpable de su muerte, el único culpable es él, su mala cabeza, sus ganas extremas de vivir de prisa. Pero sí eres culpable de haberle abandonado a su suerte; de eso sí eres culpable, Matthew. -Apreté el volante con fuerza mientras de mi pecho salía un profundo lamento.- Sé qe¡ue te duele escucharlo, pero tienes que hacerlo porque es la verdad. Tiraste la toalla con Suga, le diste por perdido, y en esta vida a las personas que queremos no debemos abandonarlas nunca, hijo. Hagan lo ue hagan, cometan los errores que cometan, no debemos abandonarlos jamás. -Encendí un cigarrilo mientras las lágrimas resbalaban despacio por mis mejillas.- Sé que tu disculpa ha sido el trabajo, ésa ha sido tu excusa desde que llegamos a Seúl, tras ella te has parapetado para no enfrentarte a lo que esta ocurriendo en nuestra familia, no lo querías ver, pero ahí estaba, ahí estaba. Papá murió, Suga murió y yo moriré pronto, más pronto de lo que imaginas. Tú eres un hombre con grandes cualidades, hijo, como tu padrem eres tenáz, luchador, trabajador, pero el trabajo no puede ser el motor que guíe tu vida...

- El trabajo de dinero mamá...

- Sí, y el trabajo es muy importante, pero no da la felicidad. Mira dónde estamos, Matthew. ¿De qué nos sirve aquí el dinero? Dime, hijo, ¿de qué nos sirve? -La miré con los ojos anegados en lágrimas, pero éstas no fueron suficientes para hacerla calar, tenía mucho que decir e iba a hacerlo ahora porque aquellos serían sus últimos consejos para mí y quería que los recordase siempre.- Que el dinero es importante lo sé mejor que tú. Yo no tuve zapatos que ponerme hasta que cumplí veinte años. Siempre caminé descalza, como tu padre, pero entre tanta pobreza encontramos alegría, supimos disfrutar de lo poco que teníamos, supimos verle la cara amable a la vida. Porque uando las personas tienen que intentar hacer feliz al ser amado, en todos los aspectos. Piensa en nuestras tardes en el lago..., no teníamos más qeu un trozo de pan y nuestra risa. ¿Recuerdas cómo nos reíamos con Suga, Matthew? ¿Lo recuerdas?

- Sí, mamá, lo recuerdo -dije limpiándome las lágrimas mientras una pequeña sonrisa acudía a sus labios.

- Para Suga el agua siempre estaba fría. -dijo mi madre cerrando los ojos y suspirando profundamente.- Cuando metía el primer dedo en el agua, sus gritos se oían en todo el estado, así como nuestras risas. Éramos felices. Tener dinero es importante. Ahora ya lo tienes, no permitas qe el dinero siga dirigiendo tu vida, no le dejes tomar el control. Deja que el control lo tenga tu corazón, déhate guiar por el instinto y haz felices a los que te rodean. El dinero va y viene, pero la familia es para siempre, los que ya se han ido siguen estando en nuestro corazón, en nuestra piel, formando parte de nosotros hasta que el destino nos llame para estar juntos de nuevo. Entrégate a los que ames y no les abandones nunca, hijo, nunca. Sé que has llevado una vida disoluta desde que llegamos a Seúl. -La miré sorprendido.- No estoy ciega, hijo... Sé que las mujeres y los hombres te persiguen; a tu padre le ocurría lo mismo y tú eres igual que él. -Dijo acariciándome la mejilla con suavidad.- No te dejes encandilar por la superficie, Matthew, busca a alguien que sepa amar, que se entregue con el corazón, que sea auténtica, que sea de verdad. Con un cuerpo bonito se yace..., con una mujer hermosa de verdad se vive, se ama, se ríe. Tu padre siempre me hacía reír, siempre. -Se quedó callada con una pequeña sonrisa en sus labios, quería darles tiempo a sus palabras para que llegasen a mi corazón, que nunca las olvidase, que fuesen mi bandera ondeando al viento.- Y ahora, vayamos a buscar a Suga.

Mi Querido Matthew KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora