El primer amor nunca se olvida. Y no, no hablo del primer "crush" del kínder o el primer flechazo que se tiene; sino de aquel amor completamente inesperado e inolvidable. Ese que te pone las piernas temblorosas y te hace sentir lo que sentías en ese entonces con solo recordarlo. Todos tienen uno de esos amores, y Jane Carrington no es la excepción.
La historia de nuestra protagonista comienza un 29 de agosto del 2012, primer día de clases de su último año de primaria. El telón se abre y deja a la vista un cuarto algo desordenado, unas persianas iluminadas y a una niña que dormía plácidamente en su cama.
—¡Beep, beep! —su alarma suena.
Ella abre los ojos con dificultad e instintivamente ve hacia su reloj. 6:32 A.M. ¿Por qué 6:32 y no 6:35 o algún número menos exacto? Fácil, su número favorito era el 32. Algo ridículo ahora, pero necesario en esa época.
La niña de once años de edad se estiró como solía hacerlo. Tenía mucha pereza de pararse, pero sabía que si no se apresuraba, llegaría tarde. Antes de buscar su uniforme correspondiente, le echó un último vistazo a todas sus cosas: extrañaría estar en casa.
Entró al baño y se miró directamente a través del espejo estudiando sus facciones: su cabello largo y liso rubio cenizo, sus ojos color miel y su rostro de tez blanca con un toque de rubor. La embargaba un sentimiento que le decía que este año que estaba por venir sería distinto a los anteriores o tal vez solamente sentía eso porque estaba ansiosa por ver a sus amigos o incluso porque sería su último año de primaria para después pasar a una nueva etapa: la secundaria.
Siguió alistándose con su típico medio chongo y su pequeño, pero simpático, moño blanco. Algo le decía que sería un gran día que nadie podría arruina-...
—¿Terminaste? Quiero lavarme la boca. —su hermano mayor, Ethan, interrumpió su nebulosa e hizo presencia dándole un empujón.
¿Qué tan mayor? Dos años, dos meses y dos días; curioso y gracioso a la vez.
—Hay otro baño abajo. —la rubia no tardó en reaccionar.
—Pues, úsalo tú. —dibujó una sonrisa falsa y entonces metió a su boca su cepillo de dientes dándole cero importancia a su hermana.
Así es, su relación con su hermano no era la mejor y lo sabía. Jane simplemente se limitó a poner los ojos en blanco y corrió al baño de abajo. Llegó la hora de irse y como siempre, la rubia y su padre estaban en la puerta esperando a que el castaño se dignara a salir. Los hacía llegar tarde con frecuencia.
Al fin, salieron de la casa y subieron a la camioneta. Una canción empezó a sonar en la radio, Jane no recordaba su nombre, pero vaya que le gustaba escucharla. Ninguna de las canciones de amor y desamor tenían sentido alguno para ella. Solo eran melodías y ritmos con letras exageradas o dramáticas.
Al llegar a su destino, se despidió de su papá, bajó de la camioneta y saludó al guardia de la escuela como de costumbre. Caminó por los pasillos y subió las largas escaleras que la llevarían a su nuevo salón. Juraba que eran interminables. Cuando por fin pudo llegar al tercer piso, divisó a una niña en el pasillo de piel aperlada, estatura promedio con unos cabellos chinos obscuros como la noche misma.
—¡Jane! —la niña se emocionó con solo verla.
—¡Carmen! —Jane la imitó y corrió hacia ella.
Ambas se dieron un fuerte y cálido abrazo. Cualquiera que las hubiera visto pensaría que no se habían visto en años, cuando en realidad eran solo unos cuantos meses.
—Te extrañé mucho, amiga. ¿Qué hiciste en las vacaciones? Cuéntamelo todo. —la aperlada interrogó al segundo.
—Yo también a ti. Y no mucho la verdad, me quedé en casa, pero estuvo bien. Visitaba a mi abuela de vez en cuando, veía la tele, salía un rato al centro comercial. ¿Y tú? —le preguntó la rubia de vuelta mientras se recargaba en la pared.
—Fui a Nayarit, te traje tamales de elote y un poco de ceviche, por cierto. Para que veas que no me olvido de ti.
—No podría quererte más. —a la más alta le brillaron los ojos y Carmen no tardó en soltar una risotada por la acción.
Ambas siguieron platicando mientras se dirigían a su nuevo salón. Cuando por fin entraron al salón más alejado y al fondo, el cual era el correspondiente de sexto de primaria, buscaron sus asientos; estaban alejados debido a que eran asignados por la maestra.
Jane pasó por las filas y fue saludando a sus amigos con un "hola" o un simple "hey"; hasta que llegó a su asiento, el último de la fila. De reojo notó una mochila roja que se encontraba detrás del asiento de enfrente suyo. Pudo notar que un niño de cabellera rubia despeinada estaba sentado en frente de ella.
La curiosidad la embargó en cuestión de segundos, pero no podía verlo a la cara ya que estaba dándole la espalda. Incluso llegó a pensar que era al único niño del salón al que no conocía.
¿Quién era ese niño rubio?
_____________
El comienzo de una inolvidable historia.
Estoy reescribiendo casi todo el libro para mejorarlo o corregir faltas ortográficas.
Si eres un viejo lector, te sugiero que lo vuelvas a leer ya que añadiré cosas nuevas y podrás remontarte a la primera vez que lo leíste. Y si la estás empezando a leer, espero la disfrutes tanto como yo lo hice al escribirla. ¡Muchas gracias!
k
ESTÁS LEYENDO
El Secreto de Aquella Chica
Romance¿Por dónde comienzo? La historia de aquella chica de ojos miel, tez pálida y cabello rubio cenizo seguramente no era la más bonita, tampoco la más triste, pero se podía decir que sí la más importante e inolvidable de su corta vida. Ésta comienza un...