Capítulo. 6: No grites

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Después de su larga y divertida charla, Carmen y Elliott se fueron a estudiar porque el examen ya sería en la siguiente clase. Jane, por el otro lado, se había ido a su banco a dibujar; imaginando cosas cursis como solía hacerlo últimamente. De pronto, se le ocurrió la gran idea de ver qué era lo que hacía su pequeño crush; dio una fugaz búsqueda con su mirada para encontrar a Fred.

Ahí estaba: sentado, estudiando solo y sobándose la cabeza lo cual indicaba tal vez que estaba confundido por alguno de los temas. Le vino la idea de irlo a ayudar a estudiar, sin embargo la descartó en segundos ya que ahora le daba algo de pena hablarle o al menos empezar la conversación. Desde el momento en que ella se había dado cuenta que está enamorada de él, todo se había vuelto más complicado. Prefirió dejarlo solo por un momento. Dale un respiro; además, se sentó a lo lejos seguramente porque quiere estudiar solo, pensó

Jane escondió su cabeza entre sus brazos sobre su banco y cerró sus ojos tratando de desviar sus pensamientos que lo único que hacían era revolverle el estómago. Empezó a quedarse dormida poco a poco, pero una voz grave se hizo presente a un lado suyo: Gabriel.

—Buenas, Janey. —la saludó mientras se sentaba en el pupitre de Fred en frente suyo.

La chica levantó su cara sin mucho ánimo y se talló un poco los ojos.

—Hey, Gabe. —murmuró por cortesía.

—Tienes cara de zombie. —comentó el chico mientras reía.

—Gracias, me haces sentir mejor. —dijo con sarcasmo para después dibujar una pequeña sonrisa.

—¿Por qué tan adormilada? Te desvelaste, de seguro. —supuso su mejor amigo.

—Pues, no. Supongo que necesito mis dieciséis horas de sueño para no estar cansada. —bromeó.

El alto soltó una risotada y continuó—. Oye, ¿recuerdas la vez que te había preguntado "por qué estabas muy distraída" en el recreo? —inquirió más serio.

Ella se sorprendió que Gabriel todavía se acordara de eso; había sido hace más de un año y todavía no le explicaba nada sobre sus sentimientos hacia Fred.

—Ehh... No recuerdo ni lo que hice ayer, ¿y quieres que me acuerde de eso?

Gabriel abrió los ojos un poco con clara vergüenza. El pobre sintió que tal vez había parecido algo raro el hecho de aún recordar ese momento.

—Pero, para tu suerte, lo recuerdo. ¿Por qué? —Jane continuó para que su amigo se tranquilizara.

—Es que... nunca me dijiste el motivo. —soltó ahora tímidamente.

En ese momento, ella solo se quedó callada pensando en qué decir. Era su mejor amigo, eso estaba claro, y no le podía ocultar nada, pero lo de Fred y ella era muy complicado, algo que ni ella misma entendía del todo. Además de que no lo había hablado con nadie antes.

—¿Jane? —llamó su atención al ver que no respondió. —Puedes decírmelo. —Gabriel trató de animarla y colocó su mano sobre la de ella.

Mientras la rubia seguía pensando, se decidió por decirle una pista sin un nombre en específico.

—Es que estoy enamorada de alguien. —susurró de forma algo nerviosa.

Gabriel se sorprendió, y algo en su gesto inspiraba emoción e intriga.

—¿En serio? ¿De quién? —el castaño preguntó aún más curioso.

—De un chico de la escuela. —Jane respondió continuando sin ser específica y tratando de evitar el tema.

—Me imagino, pero, ¿cuál es su nombre? —Gabriel insistió mientras la miraba detenidamente.

La paliducha se sintió algo presionada por él; parecía que le importaba demasiado saber quién era la persona. Aún se sentía indecisa, pero al final de cuentas se decidió por contarle todo de una vez por todas.

—De Frederick. —dijo su nombre lo más bajo posible.

Gabriel abrió los ojos como platos al escuchar el nombre de Fred. Su cara daba a entender que estaba en tremendo shock.

—¡¿De Fred?! —gritó más alarmado de lo que debería.

No se escuchó su grito tan fuerte gracias al bullicio de los demás compañeros, quienes también estaban platicando, pero, por desgracia, parecía que Fred (quien estaba a unos tres bancos adelante) sí había escuchado su nombre. ¿Cómo saberlo? Los había volteado a ver.

—¿Dijeron mi nombre? —Fred preguntó curioso.

Jane se paralizó al escuchar la voz de Fred a lo lejos. Demonios, pensó con pena.

—¡Ah! Es que... —pensó en las palabras para formular algo, sin embargo nada llegó.

—Es que hablábamos sobre... tu mochila. —musitó Gabriel con una sonrisa nerviosa.

—¿Mi mochila? —el rubio arqueó una ceja hacia el castaño.

—Está genial, me gusta tu estilo. —el mejor amigo confesó actuando muy bien para su corta edad.

—Oh, gracias, Gabo. —Fred sonrió cálidamente extrañado por el inesperado cumplido, para después volver a sus asuntos de estudio.

Jane y Gabriel se habían quedado aliviados al notar que Fred no se enteró de nada.

—Te lo pido por favor: No grites. —la rubia soltó algo enfadada con el corazón a punto de estallar.

El Secreto de Aquella ChicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora