Cuando Gabriel terminó, Jane no pudo evitar verlo boquiabierta sin entender del todo qué era lo que le ocurría a su amigo; no hasta que aterrizó sobre su memoria la idea de lo que Fred le había contado sobre su ex-novia. Recordó cómo él había protegido su amistad y no dejó que alguien la arruinara. Así que ella planeaba hacer lo mismo.
—¿Acaso estás celoso? —la chica arqueó una ceja.
El castaño abrió los ojos como platos, como si hubiera sido descubierto, y sus mejillas pintándose de un rosado claro solo lo confirmaron aún más.
—¡¿Celoso?! ¡¿Yo?! —gritó más que preguntar mientras fruncía el ceño de forma exagerada.
—Sí, tú. —repuso la ojímiel, cruzándose de brazos.
—No estoy celoso. —el chico desvió la mirada mientras jugaba con los cordones de su sudadera.
—Entonces, ¿por qué te comportas así? —la rubia preguntó para después pararse de su asiento y quedar frente a frente con él.
Gabriel posó sus ojos obscuros sobre ella y dio un largo suspiro antes de decir lo que diría.
—Eres mi mejor amiga. ¿Cómo crees que me siento sabiendo que tienes otro mejor amigo? Siento como si él te está alejando de mí; ya no hablamos como antes y por su culpa ya no tienes tiempo para mí.
—¡Te he dicho incontables veces que tú eres mi mejor amigo! Además, eso no excusa el hecho de que los insultaste a los tres. —negó decepcionada refiriéndose a sus amigos.
—Por Dios, Jane, te conozco desde hace seis años, y ese rubio de allá se hizo demasiado importante para ti en tan solo unos cuantos meses. —el alto añadió apuntando al otro chico despistadamente e ignorando gran parte de lo que Jane le había dicho.
—Mira, si no vas a soportar que tenga otros amigos, creo que deberías dejar de ser mi mejor amigo. No puedes estarme controlando de esta forma, Gabriel; me estás hiriendo. —comentó aguantando unas inmensas ganas de llorar.
Silencio. El paliducho bajó la cabeza y tragó pesadamente, sintiendo un nudo en la garganta al igual que su mejor amiga.
—Todo este tiempo... —aún cabizbajo, soltó una risita sarcástica—. Todo este tiempo esperando a que te dieras cuenta de que estoy enamorado de ti. —murmuró.
Jane se paralizó por completo. ¿Qué?
—¿Estás...? ¿De mí? —inquirió la chica aún confundida, esperando que fuera una clase de broma.
—¿No lo entiendes? ¡Me gustas! Me gustas demasiado y desde hace mucho tiempo. —Gabriel se acercó poco a poco a ella.
La chica se quedó sin palabras; estaba en completo shock. Jamás se lo habría imaginado. Tiene que ser una mala broma, ¿cierto?
—Vamos, solo te pido que me dejes estar a tu lado. —continuó mientras la veía con la mirada perdida.
—¿A mi lado? ¿Qué estás diciendo?
—No digas nada, solo... —dijo entre cortado mientras agarraba una de las manos de la paliducha y la colocaba en el pecho de sí mismo.
—¿Qué haces? —Jane se soltó de su agarre.
—Estoy loco por ti, ¿qué no ves? ¡Te amo! —admitió mientras volvía a acercarse a su cara.
—¡Para! —lo alejó antes de que pudiera acercarse más.
Amar es una palabra demasiado fuerte y con un gran peso de por medio. Gabriel no puede estar en verdad sintiendo eso por ella. ¿Esto quiere decir que nunca se juntó con ella por su amistad, sino por amor?
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El Secreto de Aquella Chica
Romance¿Por dónde comienzo? La historia de aquella chica de ojos miel, tez pálida y cabello rubio cenizo seguramente no era la más bonita, tampoco la más triste, pero se podía decir que sí la más importante e inolvidable de su corta vida. Ésta comienza un...