Prólogo: siempre oscuro

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Los ángeles son hijos de los sentimientos y las necesidades; y nacen por diferentes causas. La principal de ellas es el llamado de un superior y una misión única que cumplir en la que deben estar enfocados, es entonces que se apersonan frente al ser que los convocó y reciben órdenes, a partir de ellas se instruyen y buscan la mejor forma para llevar a cabo su trabajo. Otras veces, los ángeles simplemente aparecen cuando llega al mundo un humano que dependerá siempre de ellos, es entonces que aprenden sobre la marcha como cuidar de él.

Sin embargo, hay otra forma poco común y bastante peligrosa.

La guerra que los humanos desataron por no aceptar la naturaleza de los ángeles y su incapacidad para poseer el mismo grado de divinidad, lo cambió todo. Los ángeles nacían por todas partes, y morían a manos de aquellos a los que debían servirles. Ellos no lo entendían y, por su pacto con el bien, no conocían demasiadas armas para defenderse. Los seres celestiales debían doblegarse y ayudar a todos los que pudieran, y en medio de esa confusión los humanos aprovechaban para engañarlos y capturarlos.

Claro que todavía existían personas puras, aquellas que se esforzaban por entender a los ángeles o las que los veían como un regalo por el que no hay que cuestionarse. Escasas, pero existentes.

Cuando los ángeles, devastados y traicionados, se topaban con un humano de estas características sucedía el fenómeno de confirmación, la fe que habitaba en ellos resurgía con mucha fuerza y recordaban su propósito principal: servir a las almas puras y mantener el orden del universo. Ese ángel no abandonaría jamás al humano que había echo posible que siguieran teniendo un propósito.

Las personas puras muchas veces eran incapaces de medir sus emociones, y mostraban una devoción hacia sus guardianes que traspasaba los límites. La adoración desmedida de estos humanos también traía consigo consecuencias injustas, ya que hacía a los angeles experimentar emociones que desestabilizaban sus propósitos. Los angeles enceguecían en el afán de protegerlos y tomaban decisiones que afectaban de manera drástica el orden del universo y el bienestar de las demás personas, entonces caían.

Había, por supuesto, excepciones. A veces los ángeles tomaban una decisión errónea para proteger a su humano, lastimaban a otros o los salvaban cuando no debían, y aún así sus alas seguían refulgentemente blancas. Aunque no encontraban una explicación ellos decidían avanzar, bajaban las barreras y devolvían el mismo tipo de devoción. Sentían y correspondían amor de forma humana.

Descubrieron pronto que los ángeles eran capaces de engendrar si su pareja era humana. Y que en contadas ocasiones, los hijos nacían con alas también; aunque estas jamás eran blancas. El error de los angeles se manifestaba en las alas negras o grises que sus hijos estaban condenados a llevar, y era necesario que si sobrevivían, llegado el momento, los entregaran a sus superiores para no condenarse.

***

Jimin había visto a su padre pocas veces, pero esos encuentros habían dejado en él una sensación inmensa de amor que siempre se albergaba en su pecho cuando más la necesitaba. La última vez fue cuando tenía ocho años, y todavía recuerda como las alas de ese ángel refulgian mientras descendía y él lo aguardaba pacientemente en tierra.

Sus alas no eran iguales a las de su padre, pero él y su madre le repetían que estaban bien, que eran maravillosas. Tenerlas era una gran responsabilidad, eso lo sabía porque su padre se lo había dicho. No estaba con ellos en casa porque debía cuidar al resto del mundo de aquellos que querían hacer daño.

De pequeño, Jimin también había notado que su madre no tenía alas, y entonces había preguntado. Su madre era humana, y había más como ella en todas partes, pero no podían dejar que lo vieran porque muchos eran malos y no querían entender el por qué de los angeles. Supo entonces cuan afortunada y diferente era su familia, que aceptaba cada particularidad de los tres que la componían.

Esa tarde cuando tenía ocho y vió a su padre por última vez, este le dijo que era necesario que se movieran, que tomaran recaudos y se ocultaran. Habían visto las alas de Jimin y venían por él. Su padre los alcanzaría luego y les brindaría protección desde donde estuviera.

Establecieron la regla entonces, Jimin no desplegaría sus alas delante de alguien más a no ser que fuera estricta y urgentemente necesario. Se movieron a pie y se refugiaron en lugares apartados, a salvo de todos los ojos.

Jimin lo intentaba con todas sus fuerzas, que sus alas quedaran retraídas y le obedecieran, pero a veces por mucho que se esforzara, no podía. Dolía, ignorar cuando vibraban las hacía arder hasta que ya no lo aguantaba y entonces explotaban y se extendían solas. Jimin lloraba no solo por el dolor físico, si no porque no podía cumplir con lo que su padre le había pedido; a causa de él habían tenido que moverse una y otra vez para volver a esconderse.

Una tarde, otro ángel que no era su padre llegó hasta ellos, con el semblante desolado les comunicó que lo habían atrapado. Puso un cristal de un profundo verde en la palma de su mano y le dijo que era lo único que habían podido recuperar.

"Cuando cumplas doce, mantén el cristal aferrado en tu puño y piensa en tu padre. Ese será tu momento, alguien de la orden vendrá por ti"

No lo hizo, nunca lo hizo. Mucho más temprano que tarde su madre se dejó morir, devastada por la desprotección que la rodeaba. Jimin tuvo que aprender a valerse por sí mismo y a escapar tanto de humanos como de otros seres con alas negras. Y entonces perdió la cuenta de cuántos años llevaba en el mundo, porque era mucho más importante poner aún más esfuerzo en que esas alas ya no se extendieran.

Illuminatus sum - YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora