Capítulo 1: Culpable

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Un sentimiento poderoso se mantuvo firmemente aferrado a su corazón antes de ser derrotado. Un deseo convertido en instinto le ordenaba constantemente salvarla. Su cuerpo cayó, pero aquel mandato perduró hasta manifestarse en sus sueños.

Un campo verde los rodeaban a él y a la pequeña. El cielo despejado y la suave brisa de primavera los motivaron a jugar todo el día. Su melódica risa era todo lo que necesitaba para olvidarse del mundo, de sus problemas, de sus responsabilidades. La niña corrió y se escondió dentro de unos arbustos, en espera de ser encontrada y castigada con divertidas cosquillas. Él la siguió, no tenía porqué buscar minuciosamente. Su presa no era buena para ocultarse. Encontró con rapidez su refugio, pero ella no estaba ahí. En su lugar, una resplandeciente figura femenina parecida a una diosa se alzaba sobre él, encadenada a una vasija.

«No...» fue lo único que pudo decir tras ver el rostro vacío de aquella joven, sabiendo perfectamente de quien se trataba.
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Despertó en medio de la noche, envuelto en vendas y ungüentos desconocidos. Se sintió extrañamente seguro en aquel lugar, quizás por las similitudes que guardaba con la fuente de Athena en el Santuario. Intentó recordar lo que había pasado, pero fue inútil. El olor a hierbas medicinales le impedía concentrarse. Se incorporó y se sorprendió al ver la cantidad de vendas que cubrían su abdomen. ¿Acaso lo habían vencido en batalla?

-¡Vaya! Miren quien despertó-Meirong apareció de repente con una bandeja en sus manos. Por su apariencia parecía que no había dormido en días.

-Meirong-Seiya intentó levantarse pero la herida de su abdomen lo hizo gruñir de dolor.

-No es necesario que te levantes. La herida aún no ha sanado del todo, así que lo mejor será que no te muevas.

-¿Dónde estamos?

-En Malkia.

-¿Malkia?-preguntó estupefacto-. Espera un segundo, ¿te refieres a...?

-Así es-aseguró la druida-. Esta es la ciudad que Athena dio por perdida hace varios años.

Un recuerdo fugaz pasó por la mente del Santo en aquel momento. Mientras revisaba los mapas de la biblioteca, encontró uno en el que Malkia aparecía como la segunda ciudad bendecida por Athena. Le pareció interesante puesto que a partir del segundo descenso de Saturno, Malkia desapareció de los mapas y de los libros de historia.

-¡Oye, no ignores a tu hermana!-la voz de Dandan lo sacó de sus pensamientos. Parecía molesta, seguramente a causa de la Haku.

-Discúlpame un momento.

-¿Sucede algo?-preguntó Seiya al ver su expresión.

Meirong no respondió. Sin embargo, en sus ojos ardía una furia que, de ser posible, podría eliminar definitivamente a sus enemigos sin la necesidad de enfrentarlos.

-¿Se puede saber qué haces despierta a esta hora? Me prometiste que descansarías cuando regresaramos a casa ¿no? ¿Por qué no puedes darte un respiro de vez en cuando? Te volverás tan adicta al trabajo que terminarás como...

-¿Una Haku despechada?-Dandan se detuvo. Había cruzado la línea.

-No. Eso no era lo que yo...

-Escucha, el que mi vida amorosa vaya de mal en peor no es asunto tuyo, así que deja de molestar con eso, ¿quieres?

-L-Lo siento, hermana-Dandan se rindió. La mirada de su hermana era lo suficientemente aterradora como para vencerla.

-Es como ver a Koga y Kyoto pelando cuando eran niños-Kiki apareció unos segundos más tarde. No llevaba ningún tipo de vendaje, por lo que era fácil deducir que no había recibido ningún daño durante la batalla.

Saint Seiya Omega: Guerras Saturnalias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora